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29 de Octubre de 2014

Turquía: ¿tres pájaros de un tiro?

Francisco Rubio Damián
Jefe del Centro de Seguridad del Ejército de Tierra

Todo parece indicar que el Presidente Erdogan ha visto en la guerra de Siria una oportunidad para resolver buena parte de los problemas de seguridad a los que se enfrenta el país. Es lógico que Turquía utilice en beneficio propio su poder demográfico y militar, sus privilegiadas relaciones con la Unión Europea, su pertenencia a la OTAN y su excepcional situación geográfica, con territorios en los Balcanes y en Oriente Próximo y con acceso a los mares Mediterráneo, Mármara y Negro. De hecho, estos valores geoestratégicos hacen de Turquía un actor imprescindible en la región y la vanguardia de la OTAN en zonas tan conflictivas como Siria, Irán y Georgia.

La actitud turca en Kobane (Ayn al-Arab) refuerza la impresión de que Erdogan pretende aprovechar la ocasión para matar tres pájaros de un tiro. A pesar de los esfuerzos de Obama y de la autorización del Parlamento turco para combatir a grupos terroristas en Siria e Irak, el ejército turco se ha limitado a sellar la frontera y a observar el desarrollo de los combates entre kurdos y yihadistas. Con ello, además de defender el territorio nacional, impide que la población de Kobane reciba refuerzos y asistencia humanitaria. Esta postura, que se ha mantenido inamovible hasta el 20 de octubre, no debe interpretarse como uno de tantos casos de inacción que tan a menudo se dan en la esfera internacional; al contrario, parece una maniobra diseñada para provocar el debilitamiento de la posición kurda en las negociaciones de paz con Ankara. Primer pájaro.

Sin embargo, la presencia del Estado Islámico a lo largo de la extensa frontera norte de Siria constituiría una muy seria amenaza para Turquía y daría un fuerte impulso a las aspiraciones yihadistas. De hecho, Erdogan no se ha opuesto a la participación militar en la coalición liderada por EEUU; solo ha puesto sus condiciones. La principal es que entre los objetivos de la coalición se incluya el derrocamiento de Bachar Al-Assad. El Presidente turco está convencido, no sin razón, de que la neutralización de los rebeldes más radicales fortalecería al régimen sirio, por lo que propone que se implemente una única estrategia integral contra el Estado Islámico y el régimen de Assad. Segundo y tercer pájaros.

Erdogan ha tratado de acometer de forma simultánea sus tres objetivos, lo que le ha obligado a emprender actuaciones que resultan cuanto menos poco coherentes. Por una parte, el temor a que una derrota del Estado Islámico en el norte de Siria refuerce a sus otros enemigos se articula bien con el hecho de que Turquía haya sido con anterioridad el punto de paso por el que miles de combatientes se incorporaron a las filas yihadistas. En este sentido, podría pensarse que a Ankara no le preocupaba gran cosa que el Estado Islámico tomase Kobane, puesto que de esta manera se hubiera desestabilizado aún más la posición de Assad, impidiendo además cualquier intento de consolidación de una amenaza kurda controlada por el PKK en Siria. Solo la insistencia de Obama ha conseguido que Erdogan modifique parcialmente su decisión de blindar la frontera y haya permitido el acceso de los peshmerga, las fuerzas de seguridad de la región autónoma kurda en Irak, no así de los kurdos de Turquía.

Mientras tanto, la pasividad turca en Kobane ha radicalizado amplios sectores de la minoría kurda que se han echado a la calle o han empuñado las armas. En esta ocasión, la reacción ha sido desde el primer momento resolutiva y violenta, represaliando de forma implacable las protestas y empleando la aviación militar para bombardear las posiciones del PKK en Turquía, todo ello con el resultado de decenas de civiles y guerrilleros muertos.

Las decisiones de Erdogan ponen de manifiesto que el auge del Estado Islámico, aunque preocupante, no es ni su principal amenaza ni el asunto prioritario de su agenda. Tampoco lo considera un enemigo compartido que aconseje a la coalición internacional, no ya cooperar, sino al menos actuar de forma coordinada con Al-Assad y la minoría kurda. Al contrario, Turquía está decidida a que la comunidad internacional implemente una acción global para derrotar al Estado Islámico y derrocar a Al-Assad. Además, para implicarse con fuerzas terrestres pone como condición el establecimiento de una zona de exclusión aérea y otra neutral o de amortiguamiento, por supuesto en territorio sirio, lo que desactivaría muchas de las opciones del PKK para negociar con el Gobierno turco desde posiciones ventajosas. Tres en uno.

Erdogan insiste en desvincular la situación en Kobane de las conversaciones de paz que Ankara mantiene con la guerrilla kurda, pero ha optado por bombardearles en Turquía y dejar que los islamistas les castiguen en Siria. Probablemente estas acciones tengan sentido para consumo interno, pero en la esfera internacional Turquía está asumiendo muchos riesgos y puede quedar muy desprestigiada. En particular, las medidas adoptadas hasta ahora tendrán dramáticas consecuencias si el Estado Islámico toma Kobane y se produce la matanza de civiles adelantada por el propio Secretario General de las Naciones Unidas. Por lo tanto, resulta extremadamente arriesgado y complicado, prácticamente imposible, compaginar de forma coherente los tres objetivos que se ha marcado Turquía. Para lograrlo, la comunidad internacional tendría que acometer una serie de actuaciones que de ningún modo serían autorizadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Madrid, 29 de octubre de 2014









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