Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

9 de Enero de 2019

Visión general del mundo para 2019

Javier Jiménez Olmos
Doctor en Paz y Seguridad Internacional


 
Estados Unidos sigue siendo potencia hegemónica por el momento. Su poder económico y tecnológico, apoyado por su inmenso poder militar, la hace ser líder mundial y, por consiguiente, capitanear siempre de ese modo las relaciones internacionales. No obstante, le comienzan a surgir serios competidores. Y es que el poder económico, tecnológico y militar ya no es exclusivo de los estadounidenses, China les está superando en el primero y no tardará mucho en hacerlo en los otros dos. Los chinos cuentan además con otro inestimable poder: el de la demografía. Y atención, porque sus vecinos de la India no le andarán a la zaga en las próximas décadas. Y, por supuesto, sin olvidar la Rusia que renace de las cenizas de la extinta Unión Soviética. El imperio soviético humillado y destrozado vuelve después de unos pocos años, ahora con el nombre de Rusia, a competir por un puesto entre las potencias que lideren el mundo.
 
Un escenario mundial que se presenta a tres bandas. Tres culturas diferentes, tres naciones con sistemas políticos distintos (al menos en apariencia). Con tres  líderes al frente que exacerban con sus discursos el nacionalismo. Tres personajes con las claves para decidir sobre la guerra y la paz. Tres mandatarios que tienen las claves para manejar las armas nucleares. Tres hombres, al fin y al cabo, cuya codicia y cuyos errores pueden conducir a una hecatombe mundial.
 
Ya estaban Vladímir Putin y Xi Jinping, al frente de Rusia y China respectivamente, los dos claramente decididos a competir con Estados Unidos por el liderazgo mundial, o por una parte de él. Nada estaba tranquilo, pero llegó Donald Trump,  liderando Estados Unidos, para revolverlo aún más. Trump, elegido por los norteamericanos por su discurso eminentemente nacionalista: America First. No había ninguna duda, este hombre estaba dispuesto a no dejarse comer terreno por nadie. Y los norteamericanos, mejor dicho una parte de ellos, le dieron la bienvenida y le votaron.
 
Nada ha ido mejor en las relaciones internacionales desde que el nuevo presidente tomo posesión de la Casa Blanca el 20 de enero de 2017. Con sus discursos, sus leyes, y también sus tuits, no ha dejado de provocar incertidumbre e inquietud, incluso entre algunos de sus aliados. Naturalmente, Putin no se ha dejado impresionar y ha respondido a las provocaciones de Trump con amenazas. Xi Jinping no se ha callado, pero su actitud ha parecido más comedida, aunque no exenta de firmeza.  

Un mundo con esos tres líderes visibles, a los que les ponemos rostro. Pero un mundo con otros líderes que no les gusta aparecer en los medios. Que viven apartados del público, un público que no les interesa, que no solo cuentan para su cuenta de beneficios. Pero sí compramos sus productos y pedimos préstamos en sus bancos. Unos poderosos que nos imponen el precio de la gasolina del coche, y el del gas para la calefacción de la casa. Esos que también disponen de los laboratorios, donde se decide a qué precio se vende la salud humana. Unos individuos, unas empresas, que fabrican y venden la armas con las que se matan los seres humanos.  

Y mientras esos tres dirigentes mencionados trabajan o luchan por la primacía mundial, sus apoyos económicos les facilitan u obstaculizan, según el lugar desde donde se mire, para que logren tal fin. Y ese trabajo convertido en pelea afecta a toda la humanidad porque sus juegos económicos pueden transformarse en juegos de guerra. La historia es cruel y conviene no olvidarla. Y los juegos de guerra, para los que entrenan continuamente, no son un juego.  

Toda esa gente tiene una gran habilidad para manipular. Disponen de muchos medios para hacerlo, de grandes publicistas para convencer de lo que a ellos les interesa. Así consiguen convencer de las “maldades del otro”, que vayamos a luchar, y a morir si es precios en nombre de la patria y de algún dios. ¿De qué patria, de qué dios? Y así pasarán a la historia, unos como vencedores y otros perdedores, o todos como perdedores, o quizás ya sin historia. La historia se habrá acabado.  

El mundo centrado en la codicia de unos poderosos, mientras que en muchas partes del mundo continúa la miseria, la desigualdad, la pobreza, el hambre, la injusticia y la guerra. Mientras prosigue la carrera de armamentos y unos pocos acumulan la riqueza del mundo, otros luchan por sobrevivir cada día y porque se respeten sus derechos como seres humanos. El mundo sigue colapsado en muchas de sus partes, pero se siguen aceptando normales los discursos egoístas. Se sigue intentando acumular más poder en tanto que cada día mueren miles de niños a causa de no tener algo tan básico como en una comida.  

Una desigualdad, una pobreza y unas guerras promovidas por el interés de unos pocos. Muchos lugares de conflicto por las evocaciones nacionalistas, religiosas, étnicas o de cualquier otro tipo que sirven para provocar violencia de unos seres humanos contra otros. Una pena, la historia no ha servido para nada. O peor, sí, ha servido para ensalzar las figuras de los guerreros y de las batallas ganadas, y también de algunas perdidas.  

No se ha aprendido de las guerras que durante siglos asolaron Europa y otras partes del mundo. Se ha olvidado que la perversión del nacionalismo condujo a dos terribles guerras mundiales. Que ese mismo nacionalismo provocó en el corazón de la civilizada Europa, hace unos pocos años, la escisión de Yugoslavia. Una parte de la humanidad ha olvidado también que la perversión de la religión ha conducido a masacres en el mundo entero y ahora, sobre todo; en Oriente Medio. Y que las luchas étnicas han producido millones de muertos en África Central.  

¿Se sigue cometiendo el mismo error? ¿Se siguen alentando las actitudes agresivas, militaristas? ¿Se siguen promoviendo a líderes excluyentes, intransigentes y belicosos? ¿Se siguen eligiendo? ¿Quiénes les votan en los países democráticos? ¿Quiénes les apoyan en los no democráticos? ¿Por qué lo hacen?

Una visión general del mundo nos ofrece un panorama desolador en muchas partes. Europa sumida en la desunión propiciada por el nacionalismo emergente, por la crisis económica no superada, por la desigualdad entre países y dentro de los países. Por el conflicto en Ucrania, por la tensión Estados Unidos/OTAN con Rusia. Por el problema de la llegada de inmigrantes y refugiados que no ha sabido o querido resolver. El presidente Trump anunció que se retira del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio con Rusia, que firmaron en 1987 el entonces presidente, Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijaíl Gorbachov. Una  nueva peligrosa escalada de la tensión que seguramente provocará reacción Rusa y, por tanto, más carrera de armamento nuclear.  

La llamada región MENA, por sus siglas en inglés, (Middle East and North África) continúa a la cabeza de los conflictos armados más graves en el mundo. La conjunción de factores determinantes, con los potenciadores y los detonantes son la causa de las interminables guerras de la región. La historia, las deficiencias estructurales, la corrupción política, el fracaso del panarabismo de corte socialista, y la lucha por el control, y explotación de los recursos naturales como el gas y el petróleo han sido factores determinantes para causar conflictos. Las creencias religiosas, exacerbadas desde las ramas más radicales del sunismo y el chiísmo, han sido un factor emotivo  fundamental para causar violencia extrema. La represión de palestina, las invasiones extrajeras en Afganistán o Irak, o la llamada Primavera Árabe han sido detonantes decisivos para provocar la región más convulsa del planeta. Atención especial merece prestar a todo lo que sucede en Turquía. Entre Oriente y Occidente, entre Europa y Asia, este gran país de mayoría musulmana, no acaba de definir su papel en el sistema internacional. Con graves problemas internos y con un mandatario, Recep Tayyip Erdogan, cada vez más inclinado hacia actitudes autoritarias, Turquía es un foco más de inestabilidad en la región.  

En la inmensa región Asia-Pacífico habita la mayor parte de la humanidad y constituye, por tanto el mayor foco de atención y preocupación para la seguridad internacional. China es ya una gran potencia económica, tecnología y militar. India, su vecina del Sur y principal competidora no le va a la zaga, y crece a pasos agigantados. Las dos grandes naciones pueden convertirse en peligrosas rivales por la hegemonía de Asia-Pacífico. Japón puede competir con las dos pero le falta esa gran demografía de la que disponen chinos e hindúes. El principal foco de tensión se entra en el Mar de China, que la nación que da nombre al mar reivindica como propio en competencia con otros países del sudeste asiático. Hay mucho en juego, además de los recurso naturales de sus subsuelo esta le control de las rutas marítimas por donde discurre una parte muy importante del comercio mundial. No hay que olvidar el permanente conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur. La región Asia-Pacífico se arma, casi la mistad de las compras de armamento en el mundo se realizan por países de esta región.  

África está plagada de conflictos a los que desde Occidente no se termina de prestar la atención suficiente. Para Europa y los grandes poderes económicos el continente africano ha sido un lugar donde explotar los recursos naturales, que sirven a la civilización occidental para mantener su nivel de vida acomodado. Occidente explotó hasta los seres humanos africanos para venderlos como esclavos. Ahora también se han sumado a la conquista de las riquezas africanas los chinos y los rusos. Mucha competencia que sin duda terminará por añadir más conflictos a los que por desgracia ya están en curso. África no sale de la pobreza y de la desigualdad, por más que nos intente convencer con cifras macroeconómicas de progreso. Los beneficios y las medias siempre favorecen a los mismos, que suelen ser las empresas trasnacionales y las élites nacionales que se sirven de ellas para enriquecerse a costa del trabajo de sus conciudadanos y de los recursos que pertenecen a la comunidad. No es de extrañar que en África se encuentren los países más pobres del mundo, como no es de extrañarla huida de sus jóvenes, jugándose si es preciso la vida, hacia donde piensan que pueden encontrar una vida mejor.  

En el continente americano existen tres regiones bien diferenciadas. La América del Norte con Canadá y Estados Unidos esta boyante de riqueza, aunque en Estados Unidos existan importantes bolsas de pobreza. Nadie discute que son dos democracias consolidadas, a pesar de que en Estados Unidos aún existan prejuicios racistas y episodios de xenofobia, algo que el presidente Trump parece fomentar. Centro América destaca por las desigualdades sociales, la pobreza y la violencia que todo ello genera. Algunos de los países de esta región están entre los que tienen las mayores tasas de criminalidad. Son los casos de Honduras, México, Guatemala y el Salvador. Habrá que estar atento al proceso de transición cubana, si es que se da. América del Sur tiene importantes focos de conflictos. Venezuela y Colombia parecen ser los más avocados a sufrir conflictos civiles que puedan derivar en violencia armada. Brasil es una incógnita con la presidencia de Jair Bolsonaro, que a deducir de su campaña electoral y sus actitudes agresivas puede contribuir a polarizar la sociedad brasileña aún más de lo  que ya estaba antes de su llegada.  

A esta complejidad de intereses y codicia en las relaciones internacionales se les suman otros desafíos de carácter global que pueden desembocar en guerras de proporciones hasta ahora desconocidas como:  
  • La carrera de armamentos
  • Cambio climático
  • Desafío cibernético
  • Desigualdad
  • La demografía
  • Migraciones
 
Comenzando por la locura de la carrera de armamentos, tanto convencionales como de armas de destrucción masiva, las nucleares especialmente. Esta cerrera armamentística es síntoma de que el militarismo sigue predominando en las relaciones internacionales. El cambio climático ya es una evidencia científica que pronostica un suicidio colectivo de la humanidad si no se toman medidas urgentes. Las modernas tecnologías cibernéticas incrementaran la inestabilidad si no se ponen al servicio de las personas en vez de usarlas para manipularlas y controlarlas, o para fabricar armas “inteligentes” capaces de superar a los humanos en crueldad y destrucción. El desigual reparto de la riqueza en el mundo crece de manera alarmante, lo que será causa de nuevos conflictos armados y agudizará algunos ya existentes. Por último, el crecimiento demográfico en algunos países y regiones del mundo contrasta con la disminución en otros lugares. El desequilibrio demográfico también puede ser fuente de conflictos. Cambio climático, desigualdad y desequilibrio demográfico están ya dando paso a masivas migraciones, a las que contribuyen el no respeto a los derechos humanos y las guerras. El cambio climático producirá más pobreza y desigualdad de la ya existente, por consiguiente más migraciones masivas y más conflictos.
 
Un panorama preocupante para el año 2019 que comienza.  Se requerirá mucha humanidad para resolver tantos problemas. Será necesario que las sociedades (sobre todo las democráticas) promuevan a los altos cargos nacionales e internacionales a personas comprometidas con el respeto al medio ambiente, a los derechos humanos y la paz.  

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