Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

3 de Abril de 2020

Una crisis para la Cuaresma

Jesús Perdices Mañas
Coronel de Intendencia de la Armada

Cambiar cualquier cosa, independientemente del ámbito de nuestra vida que queramos considerar, requiere de una serie de factores y actuaciones. Un elemento iniciador, ya sea voluntario, natural, inducido o provocado como es el actual caso del virus, puede ser una oportunidad para el cambio. Pero, también hay que considerar otros elementos del ámbito intelectual para que el cambio no sea caprichoso sino, incluso, intelectualmente reflexivo. Porque, alcanzar una decisión sin evaluarlo científicamente (me refiero al empleo de una racionalidad mínima) puede llevar a situaciones incluso peores que las de partida.

Parece inmediato intuir que la crisis vírica actual es un ejemplo de este planteamiento referido. La reflexión debe estar relacionada sobre la capacidad de la sociedad para afrontarla y superarla con éxito y soportando los menores costes humanos, económicos y sociales posibles. Otra cosa será el juzgar sobre la idoneidad de las medidas arbitradas y su momento de aplicación. Estos son ámbitos que se antojan más viscerales y/o especulativos a priori e históricos a posteriori.

Lo que está claro es que sólo se puede tomar decisiones sobre opciones. En muchas ocasiones oímos o leemos que la seguridad y la defensa nacional no se pueden improvisar; que la amenaza es asimétrica; que se requiere tiempo y  mucha inversión para el desarrollo y fabricación de nuevos equipos y sistemas de armas; que es necesario mantener un know-how y un tejido industrial eficiente para mantener una soberanía operativa de los equipos y sistemas de armas de los que están dotadas nuestras Fuerzas Armadas; además de una conciencia social de la necesidad de estas capacidades de seguridad para dar continuidad a nuestro Estado del Bienestar.

La crisis contemporánea, esta vez por el virus, al igual que otras noticias del Telediario como los conflictos armados en estados fallidos o en vías de serlo, tienen una alta carga de singularidad relativa al Estado del Bienestar que disfrutamos: las noticias son en tiempo real, a través de los medios de comunicación tanto de masas como de nuevas tecnologías, dentro de nuestros ámbitos de confort (agua caliente al instante y sin límite, entretenimiento doméstico variado, suministro alimentario sin restricciones en los canales de distribución, transacciones financieras a través de app; y demás), libertad de expresión y movimientos mínimos (pero amplios). Pareciera como si se tratara de una película de ficción de cualquier canal de televisión, pero sin anuncios; la percepción se hace difícil por esa ausencia de restricciones a nuestro Estado del Bienestar. Menos a uno: el sistema sanitario. Nuestro mayor problema parece estar referido a la falta de costumbre de quedarse en casa, sobre todo con buen tiempo y otros hábitos urbanos y rurales.

Sin embargo, parece que la percepción de las dimensiones del posible/presunto (utilizando el lenguaje de la jerga judicial) problema de salud difiere entre distintos observadores/sufridores de la situación. Por experiencia propia me han hecho entender que el dolor, por ejemplo, es algo subjetivo puesto que no es demostrable. Algo que suelo objetar pues he constatado personalmente el desfallecimiento. Obviamente, me he recuperado puesto que puedo escribir estas líneas; pero también me ha permitido crear un modelo de consciencia situacional. Se podría entrar en ese ámbito de la interpretación, pero el objeto de este texto se va a quedar mucho antes: la necesidad de una percepción y su análisis para alcanzar unas conclusiones, base para la toma de decisiones.

Desde hace ya unos cuantos años, venimos oyendo aquello de las amenazas asimétricas, referido al ámbito de seguridad y defensa. Hasta ahora nos llevaba a pensar que se referían a aquellos actores atípicos hasta el momento en los enfrentamientos armados, tras las experiencias de las dos guerras mundiales. Ejemplos claros los tenemos en las luchas intestinas dentro de los diversos estados fallidos actualmente, habituales en las noticias. Lo de la amenaza “bacteriológica” era considerado poco más que un “cuento chino”, que tendría su importancia pero como algo remoto. Superada la Naturaleza por el poder divino atribuido por el Hombre a sí mismo como dominador del Planeta y casi del Universo, ¿quién podría dudar de su poder, salvo alguien de su misma especie o clase? Voy a evitar buscar una respuesta, pues el objeto de la reflexión es diferente.

Cuando en el análisis publicado en fecha 24 de enero de este año, señalaba que podríamos encontrarnos “inmersos en un cambio de paradigma” referido al ámbito económico, la evolución del virus estaba focalizada en China. En la actualidad se puede considerar extendido a todo el Planeta Tierra con diversos grados de influencia sobre la vida de sus habitantes (humanos). Hay diversos tipos de respuesta e incluso ninguna; en cualquier caso, nos encontramos ante soluciones “de fortuna” por falta de reflexión y preparación de las organizaciones a nivel material. Y de las personas a nivel psicológico, para afrontar lo que algunas autoridades denominan en los medios de comunicación como “guerra” y los médicos desde los hospitales indican que toman decisiones desde esa misma óptica.

La Cuaresma, según el diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, está definida: “En algunas Iglesias cristianas, tiempo litúrgico de preparación de la Pascua de Resurrección, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, y que se caracteriza por ser un período de penitencia.” Para el caso que nos ocupa, haciendo un paralelismo, la preparación debe ser la meditación reflexiva sobre las amenazas para nuestro Estado del Bienestar, vengan de donde vengan; es decir, referidas a la Seguridad y Defensa Nacional que abarca cualquier aspecto que conforma la vida social en nuestro ámbito de Soberanía Nacional. Esa meditación, reflexión/análisis, evaluación de opciones y demás debe estar lo más alejada de nuestras pasiones y lo más cercana a la racionalidad y mediante la utilización de procedimientos científicos de análisis y toma de decisiones posibles. La penitencia va más allá de lo que estamos pasando en la actualidad; será la implementación de las opciones que sean abordables tanto técnica como económica y socialmente, con el fin de mantener e incluso mejorar el tantas veces referido Estado del Bienestar. Aunque a veces el “nivel de ambición” roza más la pasión que la racionalidad, por lo que habrá que mantener la cabeza fría.

Concluyendo, queda un camino por recorrer que debe estar siempre basado tanto en las experiencias anteriores como en las posibilidades reales de una sociedad. En las recientes crisis, independientemente de su detonante, siempre nos ha pillado despistados y/o desubicados. Al ir los acontecimientos por delante a la reflexión, acertar con las soluciones es como una “ruleta rusa”. Desde el “crack del 29” y la gran depresión posterior, pasando por el Plan Marshall después de la II Guerra Mundial, venimos manteniendo el mismo tipo de respuesta económica a las diversas crisis. Quizá sea esta nueva crisis una nueva oportunidad para anticiparnos a la próxima crisis con esa actitud reflexiva, utilizando el análisis racional con vocación científica que nos permita afirmar o refutar, en su caso, la viabilidad de nuestro Estado del Bienestar y la Seguridad y la Defensa, incluso la militar, que permita dar una continuidad a uno de los modelos posibles que se convierta en el paradigma.

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