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19 de Junio de 2015

Una amenaza global: el crimen organizado

Javier Jiménez Olmos
Doctor en Paz y Seguridad Internacional. UNED

A menudo se destaca la pequeña delincuencia pero no a las organizaciones criminales. Según las Naciones Unidas las rentas anuales de las organizaciones criminales ascienden a casi un billón de dólares (870.000 millones), lo que equivale al PIB de todos los países de renta baja en el mundo (unos 3.000 millones de personas) y seis veces más que las inversiones mundiales para ayuda al desarrollo. Todo ello sin contar el dinero  que mueven legítimamente en la construcción, el ocio, los medios de comunicación, los servicios financieros y públicos, la industria y la agricultura.

La libre circulación de capitales favorece la criminalidad organizada. La actividad criminal deposita dinero en los bancos que a su vez lo emplean en préstamos e inversiones, adquieren deuda pública, con lo que se convierten en acreedores de los Estados, e invierten en Bolsa con lo que fomentan la especulación. Los paraísos fiscales trabajan en el mercado financiero con total impunidad y son principales receptores del dinero generado ilícitamente.

Detrás de las injusticias y las desigualdades también se encuentra la lacra del crimen organizado. Las bandas criminales hallan en los marginados, los ilegales y los ambiciosos sin escrúpulos la mano de obra que necesitan para llevar a cabo sus actividades delictivas. Las mafias del tráfico de seres humanos, de la prostitución, de las drogas y de la venta ilegal de armas se aprovechan de las situaciones desesperadas a las que ya se han aludido.

La ONU en la Convención sobre la Delincuencia Organizada Transnacional, define “grupo delictivo organizado” como “un grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves con el objeto de obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material”. El crimen organizado tiene por objetivo prioritario el enriquecimiento ilegal de aquellos que pertenecen a la organización criminal. Sus campos de actuación preferentes son:

- tradicionales: juego ilegal, prostitución, usura y protección privada
- actuales: tráfico de armas y drogas, falsificación de dinero, contrabando (principalmente alcohol, tabaco y joyas), tráfico de seres humanos (para la explotación sexual, la explotación laboral o la extirpación de órganos) y las estafas a través de internet, entre otros.

El blanqueo del dinero obtenido por esos métodos ilegales se hace a través de empresas legales, que consiente el actual sistema económico-financiero, usando para ello sofisticados mecanismos de ingeniería financiera y recurriendo sin ningún escrúpulo a la corrupción e incluso la violencia.

El crimen organizado opera con mayor impunidad en aquellos Estados donde su estructura favorece mejor las actividades criminales, generalmente cuando son gobernados por dictadores o élites pertenecientes a un partido único o predominante, aunque tampoco se libran de esta lacra los Estados democráticos más desarrollados. No obstante, los criminales pueden establecer mejores alianzas en aquellos Estados cuyo nivel de control democrático es bajo. Así, no es difícil encontrar lazos entre autoridades y criminales, o incluso que algunos de los patrocinados por los grupos criminales accedan a cargos de responsabilidad.

Ya no se trata del crimen organizado a nivel familiar, consiste en “grandes empresas transnacionales del crimen” con unos niveles de corrupción que pueden afectar a Estados o incluso organizaciones internacionales. Sus conexiones con la venta ilegal de armas es un hecho que se evidencia en cada conflicto. Estos grupos arman a terroristas, guerrilleros, insurgentes y hasta Estados. Lo hacen a través de intermediaciones complejas para evitar los controles de seguridad o los embargos internacionales.

También son firmes defensores de sistemas dictatoriales donde pueden actuar más impunemente, son enemigos de la democracia cuando ello significa control de sus actividades ilegales. Por eso, las democracias desarrolladas deberían de exigir un control más detallado de los movimientos financieros y de la supresión de los paraísos fiscales. Del mismo modo, sería exigible el control de las empresas transnacionales con centros productivos en determinados Estados donde las personas trabajan en condiciones de esclavitud o explotación, por si existiera conexión entre crimen organizado y poderes económicos y políticos.

El debate sobre si algunas privatizaciones han servido para el blanqueo de dinero procedente de actividades ilegales no está cerrado, sobre todo en algunos países donde esa práctica privatizadora ha beneficiado a determinados grupos cuyas actividades no están muy claras desde el punto de vista moral y legal.

El crimen organizado afecta a la seguridad de los Estados y  a la internacional porque su actividad se extiende a sectores económico-estratégicos, a grandes instituciones comerciales, a las empresas y a los bancos, además de afectar a la industria militar directamente relacionada con la seguridad y la defensa como es la espacial y nuclear.

El crimen organizado produce más víctimas que el terrorismo (según el Índice Global de Terrorismo 2014, en el mundo mueren al año 40 veces más personas por homicidios que por ataques terroristas), aunque no es tan mediático, entre otras razones porque los criminales, a diferencia de los terroristas, prefieren que sus actividades no sean publicitadas, por mucho que como estos también usen la violencia y la clandestinidad para sus acciones.

19 de junio de 2015

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