Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

20 de Octubre de 2020

Por Tierra, Mar y Aire ... y el Espacio

Raul Cesar Cancio Fernández
Académico Correspondiente Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
Doctor en Derecho
Letrado del Tribunal Supremo

Es por todos conocido que las Fuerzas Armadas, con carácter general, se estructuran en ramas que, en cada país, pueden variar atendiendo a su historia y tradiciones: así, el Reino Unido, al igual que nosotros, se organiza en los tres principales services branches, Royal Navy, British Army y Royal Air Force. Francia e Italia añaden a esta tradicional terna sus respectivos cuerpos de Gendarmerie Nationale y Arma dei Carabinieri. El Bundeswehr, tras su reforma del año 2000, incorporó el Streitkräftebasis (Servicio de apoyo conjunto), el Zentraler Sanitätsdienst (Servicio médico central) –como Sudáfrica- y el Kommando Cyber- und Informationsraum (Servicio de dominio cibernético e informativo) –como la República Popular China-. Otra variante es apreciable en Polonia, cuya estructura militar individualiza una rama dedicada a las fuerzas especiales y a la guardia nacional. Pakistán dispone de una división dedicada a la guardia costera –como Estados Unidos- y algunos países, como Irán, incluyen como departamento independiente de sus fuerzas armadas a las unidades de policía uniformada (NAJA). Hay naciones, incluso, en las que la infantería de marina se contempla de manera singularizada e independiente, verbigracia, Norteamérica.

Pues bien, a las tradicionales configuraciones que acabamos de describir, las dos potencias militares por antonomasia desde la Segunda Guerra Mundial, Rusia (antes la URSS) y Estados Unidos, han incorporado una nueva dimensión en materia defensiva: las fuerzas espaciales.

Si bien en esta innovadora división militar fueron pioneros los rusos, pues desde agosto de 2015 ya cuentan con una estructura de esta naturaleza una vez que se fusionaron la fuerza aérea rusas (VVS) con las fuerzas rusas de defensa aeroespacial (VVKO), debe decirse que el verdadero salto cualitativo en este ámbito se ha dado en los Estados Unidos, al proyectarlo no como un mero servicio de defensa balística o de gestión y control de los vehículos espaciales y/o orbitales. En efecto, desde el 20 de diciembre de 2019, las fuerzas armadas norteamericanas cuentan con una sexta rama militar, la Fuerza Espacial, tributaria, desde luego, de la densa tradición aeroespacial americana, pero con una proyección radicalmente evolucionada.

En efecto, las actividades espaciales militares en ese país comenzaron inmediatamente después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial de la mano del general Henry H. Arnold, comandante general de las fuerzas aéreas, continuando con el general Bernard A. Schriever y su pionero Sistema de Reconocimiento Avanzado, discurriendo después a lo largo de una enconada carrera durante toda la Guerra Fría por la supremacía espacial entre las dos superpotencias. Un hito ineludible en este desarrollo se produjo en 1961, cuando el Secretario de Defensa Robert McNamara designó a la Fuerza Aérea como el servicio militar principal para el espacio, relegando los programas espaciales del Ejército y la Armada. En la década de los setenta comenzó el desarrollo del Sistema de Posicionamiento Global (GPS), el Sistema de Comunicaciones por Satélite de Defensa y los satélites de advertencia de misiles del Programa de Apoyo a la Defensa. Durante aquellos años, las operaciones espaciales de la Fuerza Aérea se centralizaron en el Comando de Defensa Aeroespacial, transfiriéndose después al Comando Aéreo Estratégico. Esta falta de una jerarquización operativa definida llevó a que la Junta Asesora Científica de la Fuerza Aérea concluyera en la necesidad de configurar un mando unificado que cristalizó el 1 de septiembre de 1982, con la creación del Comando Espacial de la Fuerza Aérea (AFSPC), único organismo encargado de coordinar todas las operaciones espaciales, incluidas la advertencia de misiles, las operaciones de lanzamiento, el control de satélites, el conocimiento del dominio espacial y las comunicaciones por satélite. En los noventa, el AFSPC dirigió el desarrollo de la constelación de satélites de comunicaciones MILSTAR y completó la constelación GPS. De acuerdo con las recomendaciones de la Comisión Espacial de 2001, el Centro de Sistemas Espaciales y de Misiles fue transferido del Comando Material de la Fuerza Aérea al Comando Espacial de la Fuerza Aérea, convirtiéndose en su brazo integral de investigación y adquisiciones.

El paso definitivo para la configuración autónoma de este servicio se produjo en 2017, cuando los congresistas Mike Rogers y Jim Cooper presentaron una propuesta conjunta para crear el Cuerpo Espacial de los EE. UU. integrado en el Departamento de la Fuerza Aérea. Aunque el proyecto fue inicialmente rechazado por el Senado, la propuesta fue retomada por el presidente Trump en marzo de 2018, culminando el 19 de febrero de 2019 al suscribirse la Directiva de Política Espacial, que inicialmente solicitaba la adscripción de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos dentro del Departamento de la Fuerza Aérea, antes de crear y transferir el servicio al Departamento de la Fuerza Espacial. Las disposiciones legislativas para la Fuerza Espacial se incluyeron en la Ley de Autorización de Defensa Nacional 2020, que fue promulgada por el presidente Trump durante una ceremonia de firma en la Base Conjunta Andrews el 20 de diciembre de 2019. La Fuerza Espacial se convirtió así en la sexta rama del servicio armado y la primera creada desde 1947, nombrándose al General de la Fuerza Aérea John «Jay» Raymond, el jefe del Comando Espacial de la Fuerza Aérea y el Comando Espacial de los Estados Unidos, con sede en el Pentágono.

El Comando de Operaciones Espaciales (SpOC) se radica en la Base aérea de Vanderberg (California), estructurándose en nueve Space Delta: Conocimiento del Dominio Espacial; Guerra Electrónica Espacial; Advertencia de misiles; Comando y Control; Operaciones del ciberespacio; Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento; Comunicaciones por satélite / Guerra de navegación y Guerra orbital. Cuenta, además, con las 30th y 457th Space Wing; el Centro de Sistemas Espaciales y de Misiles (SMC); el 61st Air Base Group y el centro de Entrenamiento espacial y preparación Delta (STAR Delta). El pasado 18 de abril se graduaron 967 cadetes de la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos de Colorado Springs, 86 de los cuales cuentan ya con el nuevo parche en su uniforme. Un logotipo, todo hay que decirlo, que inevitablemente nos recuerda al Capitán Kirk y al Comandante Spock.



Decíamos al inicio que esta rama supone un salto cualitativo ya no sólo en materia de política de defensa, sino en el ámbito de las directrices geoestratégicas globales. Las capacidades espaciales de los satélites de comunicaciones, navegación e imágenes se han convertido en un pilar económico insustituible en la sociedad posmoderna. Asimismo, la perspectiva espacial en relación a la respuesta a los desastres naturales y a problemas de migración es actualmente nodal. En la próxima década, aún se advertirán nuevas implementaciones satelitales impulsadas en gran parte por la creciente demanda de conectividad a Internet, especialmente para usuarios móviles. El gigante de la tecnología Cisco Systems apuntó en un informe de 2016 que el tráfico global de datos móviles alcanzó 3,7 exabytes por mes. En 2020, hemos alcanzado la cifra de 30,7 exabytes. Para satisfacer este exponencial incremento de la demanda, varias compañías han propuesto constelaciones con cientos o incluso miles de satélites en órbita terrestre baja para dispensar servicios de Internet de banda ancha en cualquier parte del mundo.

Por otra parte, si existe alguna rama del derecho y del derecho Internacional que constituye un reflejo claro y directo de las revoluciones industriales del siglo XX y XXI, lo es sin duda el derecho cósmico o del espacio ultraterrestre. El desarrollo científico y tecnológico que ha hecho posible que la humanidad explore y utilice ese ámbito único ha motivado el despliegue de intereses económicos, políticos, geopolíticos y estratégicos de los Estados soberanos y en consecuencia su creciente intervención y la necesidad de su regulación, no teniendo más límite que la consideración de su intrínseca naturaleza universal. Se trata de un nuevo sector jurídico y uno de los campos de análisis más apasionantes y mayormente descritos en su contenido convencional, pero de los menos estudiados y problematizados en su fondo por la ciencia de las relaciones internacionales y por la doctrina del derecho internacional público de los últimos sesenta años.

Nótese a este respecto la creciente actividad legislativa de países como el Reino Unido o Estados Unidos con sus Spurring Private Aerospace Competitiveness and Entrepreneurship (SPACE) Act into law de 2015 o la Space Industry Act de 2018, creadoras de nuevos marcos regulatorios que permitirán la explotación privada de los recursos minerales e hídricos del espacio exterior. Firmas como Deep Space Industries o Planetary Resources quieren, por ejemplo, comenzar a explotar el agua contenida en forma de glaciares en los asteroides cercanos a la Tierra, para aprovisionar las naves espaciales y combustibles a través del hidrógeno.

En esta coyuntura, hay que ser muy ingenuo para pensar que la creación de esta sexta rama no trascienda al mero ámbito operativo de carácter militar –que no es baladí, con ese misterioso X-37B OTV orbitando sin descanso sobre nuestras cabezas-, para configurarse como una verdadera cabeza de playa cósmica para un futuro socio-económico que necesariamente va a ser exoterrícola.

Si en la era del streaming, la medida de la viabilidad o no de un proyecto la sirve Netflix, tampoco puede ser casualidad que el pasado 29 de mayo la referida plataforma de contenidos estrenara la serie Space Force, la visión en clave de comedia que nos brinda Steve Carrell sobre la gestación de este nuevo ejército. En una rueda de prensa del 7 de mayo anterior, cuando le peguntaron al general Raymond sobre qué consejo daría a Carrell, que interpreta al general en la serie, contestó: «El único consejo que le daría a Steve Carell es que se corte el pelo».

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