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Observatorio PSyD

El observatorio opina

16 de Septiembre de 2015

Nuevos centros de poder en el mundo

Jorge Garris Mozota
Comandante de Ingenieros
Doctor en Historia y Politólogo.
Máster Liderazgo, Diplomacia e inteligencia. CEU Abat Oliba.

A lo largo de las últimas décadas, el mundo ha experimentado una serie de cambios sociopolíticos y económicos que han servido como base de acción a la reinterpretación del statu quo del mundo multipolar, desde el punto de vista de la geopolítica y también de la geoeconomía; esta nueva situación, sin duda, es la que se esconde detrás de muchas de las acciones de los principales actores internacionales.

A caballo de la evolución de los polos industriales, y por ende, de los polos económicos históricos a lo largo de finales del siglo XIX y XX; donde potencias como EEUU, Canadá, Europa Occidental, Rusia, Japón y Australia, controlaban sus respectivas zonas de influencia, el desarrollo de la economía internacional asociada a sus fases de expansión imperial, produjo la creación de nuevos polos económicos secundarios como China y la India, en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI; los cuales a su vez sirvieron como centros de irradiación creando nuevos polos económicos en pleno siglo XXI.

Países como Pakistán, Indonesia, Singapur, Bangladesh y Filipinas, se potenciaron a consecuencia de la deslocalización de los dos anteriores: China e India. Buscando De igual modo conseguir centros de producción intensivos y de bajo coste laboral.

La geoeconomía del mundo, ha estado girando en torno a grandes zonas de recursos naturales, que por ello se han convertido en los ejes geoestratégicos de primer orden en las políticas exteriores de muchos de los Estados implicados.

El petróleo y el gas, como fuentes primarias y codiciadas, tienen sus principales centros de producción en el gran arco que se forma entre la zona nórdica del Mar de Barents hasta el africano Golfo de Adén, pasando por el Golfo Pérsico, donde actúa como actor principal el llamado Consejo del Golfo (Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, etc.), y sus escasamente aclaradas implicaciones en el sostenimiento del auto denominado Estado Islámico y la venta del crudo.

Otros centros de producción se encuentran en el Caribe venezolano, espacio geográfico que sirve de cauce al tráfico de drogas, personas y armas, desde  países como Venezuela, Colombia y Bolivia, a través de países de Centroamérica y con destino final EEUU. En el mismo orden de cosas, y relacionado con el petróleo, la Costa Oeste africana, desde el Golfo de Guinea hasta la Sudafricana, es otro espacio de interés.

Rusia cuenta con las mayores reservas mundiales de gas, sobre todo en la región de Yamalia, aspecto que le confiere a la federación un protagonismo internacional condicionante de políticas y apoyos, como es bien sabido, y que ha sido crucial en el conflicto de Ucrania.

Pero de todo ello, lo que ha resultado importante, ha sido las políticas de China y de la India, agresivas en muchos casos, para hacerse con el control de los centros de producción y suministro de materias primas que se consideran esenciales y de alto interés estratégico, repartidas por Asia Central, África, Australia y América del Sur.

En este contexto, diferentes asociaciones internacionales de cooperación económica han ayudado  a conformar espacios geoeconómicos que han servido para catalizar y redistribuir el flujo internacional de capitales, así como han variado los orígenes y destinos de las IED (Inversiones Extranjeras Directas).

El IBAS (India-Sudáfrica-Brasil); el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Estructuras Interregionales en América del Sur); la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños); así como la SAARC (Asociación para la Cooperación Regional de Asia Meridional); son ejemplos de bloques supranacionales que han influido en la variación de las IED, que, si bien en los últimos años (2012 y 2013) habían sufrido una disminución a nivel global, a partir del 2014 se puede afirmar que han experimentado un ligero repunte. La mayor parte de estos flujos y de comercio mundial se deben a las llamadas Cadenas de Suministro Internacional que generan Cadenas de Valor con incrementos de PIB en determinadas áreas utilizadas por las empresas transnacionales.

A este respecto se destaca que el primer foco mundial de IED continúan siendo los EEUU, seguidos por el Sudeste Asiático y por Rusia; en éste último país el aumento de inversiones se produjo a consecuencia de una política de captación de capitales facilitada por la implantación de áreas de reducción de aranceles y de impuestos, tales como: Kaliningrado, Ingusetia, Magadan y Najodka.

Debido a todo lo anterior, estas reordenaciones del mundo han cambiado definitivamente nuestra percepción eurocéntrica del mismo, y a este respecto resulta necesario destacar la conformación del llamado “huevo asiático”, aquella zona del planeta Tierra que englobando a Rusia, Asia Central y el Sudeste Asiático, comprende las dos terceras partes de la población mundial y el mayor porcentaje de flujos y transacciones comerciales, focalizando su centro de gravedad, el nuevo mundial, en el Estrecho de Malaca.

China ha desarrollado una serie de macroregiones económicas en el Norte, así como a lo largo del Alto, Medio y Bajo Yagtze; focalizando grandes polos de inversión en Zhengzhou, Chengdu, Chongqing, Xian, Wuhan, Hefei, Changsha, Guangzhou y Shanghai; consiguiendo índices de desarrollo provincial desiguales a favor de las regiones del Este.

Por otro lado, el gigante asiático ha utilizado desde hace décadas su excedente demográfico para expandir su influencia por el orbe ya que las comunidades chinas de la Diáspora suelen tener un gran sentido étnico de pertenencia, constituyendo sociedades semipermeables, cuando no cerradas en muchos casos. A este respecto cabe destacar que la población china migrante utiliza el triángulo Moscú-Kiev-Estambul como zonas de concentración para el nuevo tránsito hacia los destinos finales. De igual modo ciudades chinas como Beijin, Shanghai y Hong-Kong a través de París, Moscú, Milán, Amsterdam y Frankfurt,  son focos emisores de chinos en rutas de contrabando que acaban en América del Sur, Central y EEUU, controladas por las llamadas “triadas”.

De igual modo, su poder económico se ha invertido de igual modo en comprar la deuda soberana de países como los Estados Unidos, donde han obtenido cerca de 2.000 millones de dólares en Fondos del Tesoro, lo cual le proporciona unas suculentas ganancias en cobro de intereses de la deuda cercanas a los 70.000 millones de dólares. Éstos y otros ingresos provenientes de la exportación de productos se emplean, más que en la inversión interior, en la exterior, adquiriendo los centros de materias primas citados en anteriores párrafos.

Desde el año 1996, China se convirtió en líder mundial en la producción de acero, cemento y carbón, entre otros; así como ocupar el tercer lugar en cuanto a producción de automóviles y es el mayor constructor naval del espacio asiático, por encima de antiguos competidores como Japón y Corea del Sur. Es por ello que el país asiático está inmerso en una política armamentística donde entre uno de sus objetivos está el hacerse con una poderosa Fuerza Naval que le permita controlar el Mar de la China.

Su deseo de influenciar y fortalecerse en su espacio geopolítico le ha llevado en la dirección de potenciar y modernizar el Ejército de Liberación Popular, que cuenta con cerca de 850.000 efectivos; 235.000 de los cuales integran la Marina de Guerra y 398.000 la Fuerza Aérea, a los que hay que sumar las Fuerzas de Misiles Estratégicos. De hecho, está modernizando su arsenal nuclear ante el despliegue de sistemas de misiles de los EEUU.

Para todo ello, dedica más de 100.000 millones de dólares de presupuesto en Defensa, para consolidar su potencial frente a los que considera como sus principales amenazas: las fuerzas de EEUU en el área Asia-Pacífico, Japón y la separatista Taiwán, sin olvidar a su vecina Corea del Norte en relación con las tensiones con la del Sur. Según la perspectiva de China, los EEUU no estarían en Corea del Sur para hacer frente a la del Norte, sino que realmente  necesitarían a esta última para consolidar su presencia en este pivote geoestratégico, no muy lejos del centro de gravedad del “huevo asiático”.

India, que ha dado muestras de recuperación económica tras la crisis del 2010, basada principalmente en el consumo interno, es conocida por  ser un país propicio para la deslocalización de empresas, y en los últimos tiempos se ha convertido en un centro exportador de tecnología y productos informáticos.
Su potencial nuclear se basa en una distribución geográfica de plantas nucleares a lo largo de la costa Oeste, dese Tamil Nadu hasta Haryana, y otras a lo largo de la costa Este como la Madras Atomic Power Station y Kovvada que se encuentran localizadas en el conocido como el “corredor rojo” hindú, desde Karnataka hasta el oeste de Bengala y Bihar, en la frontera con Bangladesh.

La asociación BRIC (Rusia, India, Brasil y China), también ha facilitado el acercamiento y colaboración entre Rusia y China, no sólo en el terreno económico sino también en el militar. Pero lo que resulta interesante, a la vez que intrigante, es el acercamiento de Rusia a China, tras la imposición de sanciones por parte de EEUU y la UE con motivo de la política y acciones en el conflicto ucraniano. Ello ha empujado a Rusia a buscar un nuevo mercado para la exportación del gas en China, que en los próximos años demandará el equivalente a la mitad de toda la de la UE, y además se convertirá en socio privilegiado, a costa de convertirse en otra dependencia de Rusia, puesto que en ese futuro le podría ocurrir de similar manera que con la UE.

China está previsto, por parte de la OPEP, que se convierta en el mayor demandante de crudo en los próximos años, materia que es abastecida principalmente por Rusia y Venezuela, de las cuales el 90% se efectúa a través de Oriente Medio, África, América Latina y Australia, utilizando para ello la vía marítima. Rusia llegaría a exportar, según sus cálculos, cerca de 400 millones de barriles al año, mientras que Venezuela alcanzaría el millón diario.

Todo lo anterior apunta a una mayor colaboración entre Rusia y China en el futuro, que fraguará el espíritu euroasianista, el mismo que guía a los grupos de interés que rodean al presidente ruso Putin, conformándose un nuevo eje Moscú-Beijín, y estableciendo una columna vertebral en el ya mencionado “huevo asiático”.

Existen razones para pensar que, todas estas acciones geoestratégicas, podrían desplazar aún más a la UE hacia la periferia y la llevarían a una situación de mayor dependencia de EEUU.

Zaragoza, a  16 de septiembre de 2015.




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