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Observatorio PSyD

El observatorio opina

4 de Agosto de 2013

Mirando a través de mi PRISMA.

David Corral Hernández
Periodista TVE

Wikileaks y Snowden son las dos grandes filtraciones que han dejado al descubierto algunas de las actividades más reservadas de la Administración de Obama. En 2010, Wikileaks, la organización internacional sin ánimo de lucro creada por el australiano Julian Assange, comenzó a enviar a los principales medios de comunicación mundiales miles de documentos "secretos", en su mayoría de EE.UU. y sus aliados. Parte de este material fue suministrado a Wikileaks por Bradley E. Manning, un joven analista de inteligencia del Ejército de los Estados Unidos. Apenas tres años después, Edward Snowden, un consultor tecnológico estadounidense vinculado la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), proporcionó al periódico británico "The Guardian" y al estadounidense "The Washington Post" una gran cantidad de documentos… También clasificados. La mayoría estaban considerados como “alto secreto” y trataban sobre prácticas de espionaje del Gobierno estadounidense, incluyendo el programa de vigilancia PRISM de la NSA con el que EE.UU. tenía acceso a registros telefónicos y de Internet de millones de usuarios, entre ellos la UE, gobiernos, embajadas, empresas, etc. En este siglo XXI, liderados todavía por Estados Unidos en la “supuesta” lucha por el respeto democrático y la revolución de los medios de comunicación, Wikileaks y Snowden podrían ser los dos nombres que “supuestamente” podrían haber dado certezas a los “supuestos”. Supuestamente iban a sacudir los cimientos de la Casa Blanca, supuestamente iban a cambiar el escenario internacional por sus repercusiones, supuestamente iban a conmocionar a la sociedad y supuestamente iban a estremecer los medios de comunicación. Mirando desde uno de ellos, y a través mi propio PRISMA, la realidad parece no haberse visto muy afectada por los “supuestos” más allá de la agitación informativa que han supuesto.

La mayor filtración de información clasificada de la historia de EE.UU., Wikileaks, al final solo constató informaciones y hechos que todo el mundo daba por supuesto, como las opiniones de los diplomáticos estadounidenses sobre determinados líderes políticos o países o situaciones que se dieron en Afganistán o Iraq, caso de las bajas colaterales y de civiles. Todo siguió igual. Cuando hace semanas se reveló que EE.UU. controlaba teléfonos y ordenadores, a través y con la ayuda de gigantes como Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, YouTube o Apple, la Casa Blanca se defendió argumentando que estas actividades son “una herramienta crítica” para combatir al terrorismo. La fina línea que separa la libertad individual de la seguridad nacional solo se vio alterada fugazmente por el calor de los debates y por las “protocolarias” reivindicaciones y réplicas que exigen la etiqueta de las relaciones institucionales y la protección de los secretos industriales. Una vez hechas, todo siguió igual y en la Casa Blanca nada se movió. Tampoco se ha movido Julian Assange, refugiado desde hace más de un año en la embajada de Ecuador en Londres. Peor suerte podría correr el soldado Manning, juzgado por traidor aunque bien podría ser condenado por iluso. Tampoco las revelaciones sobre las actividades desveladas por Snowden perturbaron a la Casa Blanca, a la estabilidad del sistema internacional, a los medios o a la sociedad, quizá la más afectada. Ante el anuncio de las “escuchas” no hubo en ningún rincón del mundo manifestaciones masivas pidiendo el fin de estas actividades. Tampoco nadie apagó o se quitó de encima sus teléfonos móviles y ordenadores… las llamadas y mensajes continuaron fluyendo a millones, como cualquier otro día... aunque alguien “ponga la oreja”. Snowden ha pasado de ser considerado un héroe o un traidor, por su afán de publicar información que “sirva al interés público”, a protagonista de uno de los culebrones mediáticos más enrevesados de los últimos años. Después de una larga escala en China y parar en Rusia, los grandes oponentes en la Red de EE.UU. y en los que éste ya es otro de los temas candentes en las complicadas relaciones bilaterales con Washington, el exanalista de la CIA se ha convertido en protegido del eje bolivariano. Venezuela, Cuba, Nicaragua o Bolivia le han ofrecido asilo como "perseguido por sus ideales o luchas por los derechos democráticos". Tal es la situación que el absurdo no respeta en este culebrón ni a la etiqueta, ni a las normas de derecho internacional ni a los aviones presidenciales. El incidente ocurrido en Europa con el avión del presidente de Bolivia, Evo Morales, no solo ha recibido la condena de países e instituciones o la exigencia de disculpas a España, Francia, Italia y Portugal por lo sucedido; también ha servido para echar más leña al fuego de “la locura” y la “persecución”. Y mientras, pasan los días. Manning seguirá en la cárcel, Assange entre cuatro paredes londinenses y Snowden atrapado en el limbo del aeropuerto moscovita de Sheremétyevo, sin pasaporte y sin un futuro muy claro. En Washington, Obama prepara sus vacaciones y el director del NSA, Keith Alexander, está a punto de recibir este PRISMA con los “supuestos” igual de “supuestos” que ayer, hoy y seguramente mañana. Si me pidieran el argumento de la próxima temporada, por cerrar el esperpento, quizá ver a Snowden como jefe de la Inteligencia venezolana o como embajador de Bolivia ante EE.UU., si es que no acaba de director general de Sheremétyevo por orden directa de Putin.

Madrid 4 de agosto de 2013

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