Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

23 de Octubre de 2013

Mesianismo y victimismo a la luz de Kennan. [1]

Carlos Calvo González-Regueral.
Coronel de Infantería DEM.

‘ningún movimiento mesiánico, puede hacer frente indefinidamente a la frustración sin ajustarse de un modo u otro a la lógica del estado de las cosas’,
Kennan.

George Kennan fue el inspirador de la estrategia de contención al expansionismo soviético materializada por la doctrina Truman al final de la Segunda Guerra Mundial.

Nació en Milwakee (Wisconsin) el 16 de febrero de 1904. Se graduó en 1921 en la Academia Militar de Saint John. En 1925 obtuvo la licenciatura en Historia por la Universidad de Princeton con la especialidad de relaciones internacionales.

En 1926 ingresó en el servicio diplomático norteamericano y se especializó en lengua y cultura rusas. Tras permanecer un tiempo en Riga fue destinado en 1933 a la embajada de Estados Unidos en Moscú donde permaneció hasta 1937. Entre septiembre de 1939 y diciembre de 1941 prestó sus servicios en la embajada norteamericana en Berlín y entre 1942 y 1943 en la de Lisboa. En 1944 regresó nuevamente a Moscú como consejero del embajador Averell Harriman. En 1947 fue destinado al Departamento de Estado en Washington donde permaneció hasta 1949. Entre 1950 y 1952 trabajó en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton hasta que fue nombrado embajador en la URSS. Unos comentarios suyos comparando a Hitler con Stalin provocaron que Moscú le declarase persona non grata y en 1953 se retiró del servicio diplomático activo, aunque entre 1961 y 1963 fue nombrado embajador en Yugoslavia por el Presidente Kennedy. Entre 1956 y su fallecimiento en marzo de 2005 fue profesor en el Institute for Advanced Study de la universidad de Princeton.

A fines de febrero de 1946, apenas dos semanas después de un amenazador discurso de Stalin, George Kennan envió a Washington el famoso ‘telegrama largo’ donde exponía su idea de que la Unión Soviética, impulsada por un tradicional sentimiento victimista inherente a la tradición rusa, y por su visión mesiánica del ideal marxista-leninista era irremediablemente hostil a occidente. Como sistema necesitaba enemigos extranjeros para justificar su tiranía. Advertía de que el gobierno soviético trataría de continuar su política expansionista hacia Europa Occidental poniendo en grave peligro la seguridad de los Estados Unidos.

No proponía acciones concretas, sin embargo manifestaba que el Kremlin era poco sensible a la razón, pero que, por el contrario, una postura de fuerza podría obligar a revisar sus planteamientos expansionistas. Por tanto, si occidente se mantenía unido y en una postura de fuerza, sería capaz de influenciar el comportamiento de Moscú.

En julio de 1947 bajo el seudónimo de Mr X publicó en la revista Foreign Affairs un importante articulo titulado ‘Los orígenes del comportamiento soviético’ que desarrollaba las tesis que había planteado en el telegrama largo[2].

Aunque una vez que la doctrina Truman se puso en práctica, Kennan mostró su desacuerdo con la tendencia de la administración norteamericana de primar las medidas militares sobre otro tipo de actividades como base de la doctrina de la contención, lo cierto es que sus planteamientos sirvieron de base para establecer la doctrina estratégica norteamericana que finalmente conduciría al colapso del Imperio Soviético a partir de 1989.

Básicamente la tesis de Kennan era que la agresividad frente a occidente era la vía de escape de los dirigentes soviéticos que justificaba el mantenimiento de su poder dictatorial para hacer frente a la ficción victimista de la agresión occidental sobre la madre Rusia. Como punto de partida de su tesis analizaba los postulados ideológicos sobre los que se había establecido el sistema soviético. A saber :

    - El sistema de producción e intercambio de bienes determina la fisonomía de las sociedades.
    - El sistema de producción capitalista conduce inevitablemente a la explotación de los trabajadores por parte de los poseedores del capital.
    - El capitalismo contiene en sí mismo la semilla de su destrucción y desemboca inevitablemente en una transferencia revolucionaria de poder a la clase
      trabajadora.
    - El imperialismo, como fase final del capitalismo, conduce a la guerra y a la revolución.  

Partiendo de estos principios el desarrollo de la ideología marxista posterior se centró en cómo destruir el poder rival (sistema capitalista) más que en su puesta en práctica concreta. El primer efecto que este tipo de postulados produce, al no existir un programa de gobierno, es que tras la destrucción del sistema anterior sobreviene un enorme vacío con nefastas consecuencias económicas y sociales. La alternativa al desarrollo de estos principios nebulosos es buscar algo que justifique el sistema dictatorial y la permanencia en el poder de los dirigentes planteando una visión mesiánica sobre un concepto como era la “dictadura del proletariado”.

Siguiendo esta idea se considera al mundo exterior como hostil que impide y amenaza el desarrollo de las propias ideas y por tanto hay que combatirlo. La renuncia al poder, la revisión de las premisas ideológicas o la más mínima autocrítica están fuera de cuestión. Las fuerzas opositoras deben ser eliminadas y la sociedad debe vertebrarse en torno al partido cuya clase dirigente es la única que sabe lo que es realmente bueno para el país. Según Kennan ‘en la búsqueda de la seguridad de su gobierno no están dispuestos a detenerse ante nada …. El bienestar y la felicidad de las personas bajo su cuidado estan muy abajo en su escala de prioridades’. Esta es la tesis de Koestler en su novela ‘El cero y el infinito’. El testimonio de Sergei Kourdakov, un oficial ruso pasado a occidente, en ‘El esbirro’ es revelador.[3]

La amenaza exterior como base para justificar el mantenimiento de un sistema que anulaba cualquier mínimo indicio de libertad justificaba la lucha contra los opositores al régimen, que eran considerados como agentes externos que amenazaban gravemente el desarrollo del paraíso soviético. La sociedad debía educarse en los principios de fe ciega en la infalibilidad del Kremlin y, como presenta Kennan, escuchar, como el perro delante del fonógrafo, sólo la voz de su amo.

La segunda derivada igualmente lógica desde el punto de vista soviético era que ya que el mundo exterior era hostil a su sistema, que era el realmente bueno para el desarrollo de los pueblos del mundo, habría que ‘exportar’ el comunismo. En esa exportación del sistema sin embargo no se planteaban plazos que por otra parte eran innecesarios puesto que los principios ideológicos tendrían validez perpetua. La política de expansión soviética debería ser constantemente empujada pero sin impaciencias.

Para contrarrestar esa doctrina soviética Kennan recomendaba que la postura de Estados Unidos fuese ‘paciente y firme pero vigilante’ y que la condición “sine qua non” para tener éxito era mantener el sosiego, la unidad y la ‘hábil y vigilante aplicación de una fuerza que la contrarreste en una serie de puntos geográficos y políticos que constantemente se encuentran a la deriva’.

Para conseguirlo Kennan recomendaba aprovechar las debilidades intrínsecas del sistema soviético que presentaba graves contradicciones en cuanto a desarrollo económico y bienestar social. Pero insistía sobre todo en aprovechar las oportunidades que la propia población rusa presentaba. Un gran pueblo tremendamente cansado ‘física y espiritualmente’ tras la dramática experiencia de la Revolución, los tiempos de Stalin y la Segunda Guerra Mundial.

La población, que en definitiva trabajaba por miedo pero carente de ilusión, era la mayor vulnerabilidad de la Rusia soviética puesto que el sistema se encontraba con la incapacidad de respaldar sus postulados ideológicos con la prosperidad de sus ciudadanos.

El vaticinio de Kennan fue realmente profético: ‘si algo llegara a ocurrir que rompiera la unidad y la eficacia del partido como instrumento político, la Rusia soviética podría cambiar de la noche a la mañana, pasando de ser una de las más fuertes sociedades nacionales a una de las más débiles y dignas de compasión’.

Además aseguraba que ‘está totalmente al alcance de los Estados Unidos influenciar con sus acciones los acontecimientos internos en Rusia’ puesto que Estados Unidos es un país que ‘sabe lo que quiere, que hace frente con éxito a sus problemas internos y a sus responsabilidades de potencia mundial y que tiene una vitalidad espiritual capaz de mantener su ideología entre las corrientes de pensamiento de mayor importancia de su tiempo’. Y concluía asegurando que, para evitar su destrucción, los Estados Unidos sólo necesitan estar a la altura de sus mejores tradiciones y demostrar que son dignos de ser preservados como una gran nación’.  

Una receta basada en definitiva en mantener la unidad y firmeza en los propios ideales, y fuerza, sobre todo moral, para vencer a cualquier movimiento mesiánico, sea del tipo que sea, aprovechando sus debilidades intrínsecas. Los principios estratégicos de Kennan siguen muy vigentes casi setenta años después.

Madrid, 23 de octubre de 2013







[1] Según la RAE se entiende por “mesianismo” la confianza inmotivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera; y por “victimismo” la tendencia a
     considerarse víctima o hacerse pasar por tal.
[2] Las citas que se presentan a continuación proceden de ese artículo.
[3] Koestler, Arthur. EL CERO Y EL INFINITO. Emecé Editores.
     Buenos Aires. Kourdakov, Sergei. EL ESBIRRO. Editorial Palabra. 2004.  





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