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15 de Mayo de 2019

Los Militares: ¿son la clave para la transición democrática en Venezuela?

Javier Jiménez Olmos
Doctor en Paz y Seguridad Internacional

  Introducción. Los militares en los golpes de Estado.

Los golpes de estado militares fueron una constante en Venezuela hasta 1958. Desde ese año se han celebrado elecciones en las que se han elegido gobiernos civiles. Los golpes de Estado, que han conducido a dictaduras militares, han sido una constante en Latinoamérica. La mayoría de estos golpes fueron para instaurar dictaduras que obedecían a intereses externos, principalmente norteamericanos. Los gobiernos de izquierdas que han llegado al poder, bien mediante procesos democráticos o a través de revoluciones populares, han recelado de los militares y han intentado controlarlos para que no conspiraran contra ellos. En el caso de Cuba y Venezuela han integrado a los militares en sus procesos revolucionarios, como parte fundamental de los mismos.

En Venezuela, es paradigmática la evolución del militarismo para conseguir que las Fuerzas Armadas sean la clave del sostenimiento de un  régimen, que cada vez ha ido tomando actitudes más alejadas de los cánones democráticos. Para estudiar el desenlace del conflicto venezolano es indispensable analizar el papel de sus militares. Sin embargo, adentrarse en el campo de los asuntos militares presenta algunos problemas. En primer lugar, los militares por su particular idiosincrasia, formación y disciplina, son poco propenso a manifestarse públicamente. Esto sucede incluso en los países democráticos avanzados, pero tiene especial relevancia en regímenes no tan democráticos u autoritarios, en estos, los miembros de las fuerzas armadas siempre están sometidos a un fuerte control político, y sus manifestaciones pueden acarrearles severas correcciones, que pueden ir desde su pérdida de empleo hasta la prisión o la muerte.

En Venezuela tampoco se disponen de fuentes fiables, precisamente por ese hermetismo provocado por el miedo a la represión. No es posible establecer una cuantificación de los militares favorables al régimen bolivariano, o aquellos que estarían dispuestos a sumarse a un proyecto democrático diferente del régimen actual. La propaganda en uno u otro sentido no está contrastada, al menos con las fuentes abiertas de las que se pueden disponer. Puede que determinados servicios de inteligencia, incluidos los del régimen, dispongan de estos datos de compromiso por parte de los militares en uno u otro sentido. Pero, aun así, la fiabilidad tampoco sería total. Hay que considerar siempre los arribista de última hora que se suman a los que pueden considerar vencedores en proceso; a aquellos que cambian su compromiso inicial por miedo a las consecuencias de no acertar en el bando ganador; o a los que son vulnerables al soborno, que siempre los hay en todas las ocasiones.

Situación incierta en Venezuela, y muy peligrosa también. Los militares son fundamentales en este movimiento de posible cambio de régimen. Por eso, tanto Maduro, como Guaidó y Leopoldo López, tratan de conseguir el favor de las Fuerzas Armadas. El primero, ahora en el poder, los necesita para mantener el sistema; para los opositores son necesarios con el fin de no encontrar obstáculos insalvables y para llegado el momento contar con su colaboración para legitimarse. La lucha por el respaldo militar es incierta, no se sabe de qué lado se inclinarán los militares; pero, sobre todo, es peligrosa porque los militares disponen de las armas y cuando están enfrentadas se puede llegar irremediablemente una guerra civil, máxime si a las facciones en disputa se les alienta y abastece desde el exterior.

  Las Fuerzas Armadas la última fase para desmantelar el régimen Chavista.

Hugo Chávez llegó al poder en 1998 en una elecciones acreditadas como democráticas por la comunidad internacional, aunque su primer intento de llegar al poder fue mediante un golpe militar que él mismo acaudilló en 1992, cuando todavía estaba sujeto a la disciplina castrense. Durante los primeros años de su mandato, favorecido por el alza de los precios del petróleo, introdujo mejoras sociales en el país, por lo que gozaba de una gran popularidad y comenzaba a ser referente para algunos países vecinos, como Colombia, Ecuador o Bolivia. De Cuba obtenía un gran apoyo logístico e ideológico, y también gozaba del favor grandes potencias fuera de la región como China y Rusia.

Diversas son las causas del declive del régimen y  puede que no todas achacables a la gestión de sus dirigente. Las fluctuaciones de los precios del petróleo han sido, probablemente decisivas. Estas, unidas a las severas sanciones impuestas, principalmente por los Estados Unidos,  han contribuido al deterioro de la economía y el bienestar consecuente de los sufridos venezolanos. Todo ello sin exculpar la mala gobernanza de los dirigentes del régimen actual, que por falta de competencia o por conservar sus privilegios no han sabido o no han querido afrontar los graves problemas de abastecimiento de la población civil y unos niveles de inseguridad alarmantes (Según el Observatorio Venezolano de Caracas, 23.047 violentas por año, una tasa de 81,4% por cada 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo).

 Las élites de Fuerzas Armadas de Venezuela han sido responsables del declive del país en la medida que han sido participes fundamentales para el régimen y actores principales en su desarrollo durante las dos últimas décadas. Desde que Chávez fue elegido Presidente en 1998 el país ha evolucionado hacia un militarismo propio de las dictaduras. Chávez era un líder carismático proveniente de la institución militar que fortaleció esa institución a través de dar poder a las élites militares para participar en la gestión civil del país, con esto conseguía lealtades a través de los privilegios. Además, les imbuyó un sentido patriótico, tan propio de los militares, proporcionando un enemigo externo al que combatir, como era el caso del imperialismo, especialmente el norteamericano.

Pero no se limitó solamente a los clásicos aglutinadores del militarismo, a saber lealtad ciega y patriotismo, sino que politizó a hacia su concepción socialista del Estado a todas las Fuerzas Armadas, para conseguir una adhesión casi sacralizada de su ideario político. Algo que se puede perfectamente comprobar a través de la simbología y parafernalias de los militares venezolanos. Poco a poco los militares se fueron haciendo con el control de las principales instituciones venezolanas: las del Gobierno, las de la economía y las de la información, inteligencia y represión.

Sin embargo, el artículo 328 de la Constitución de 1999 se dice que “La Fuerza Armada es una institución profesional y sin militancia política”. No obstante, en 2007, Chávez introdujo el lema partidista “Patria, socialismo o muerte. Venceremos” que no se considera neutral como debería corresponder a una fuerza armada al servicio de todos los ciudadanos, sin distinción de ideario político. En el mismo sentido sectario, en 2008, mediante una ley orgánica los ejércitos pasaron a denominarse Fuerza Armada Nacional Bolivariana definida como patriótica, popular y antiimperialistas. En esa ley también se creó la Milicia Nacional Bolivariana dependiente directamente del Presidente de la República.

  El poder de los militares en Venezuela.

La opacidad en materia militar del régimen chavista no permite saber con certeza el número de componentes de las Fuerzas Armadas de Venezuela que podrían estar sobre los 150.000 efectivos, a los que habría que sumar la Milicia Nacional, pudiendo alcanzar entre todos unos 350.000, cifras que el mismo régimen podría exagerar para aumentar su propaganda disuasoria. En cuanto a su preparación y medios también se discute dependiendo la fuente y el interés de cada parte en conflicto.

Desde fuentes rusas se afirma que el ejército chavista es uno de los mejores preparados de América Latina, precisamente porque dispone de armamento y entrenamiento provisto desde Rusia. Desde hace diez años los rusos, a través de un crédito de 2.200 millones de dólares, han vendido  a los venezolanos sistemas antiaéreos avanzados y cazas de última generación. Aunque en los últimos tiempos han sido los chinos los que más han abastecidos en material militar a los venezolanos (Ver SIPRI: https://www.sipri.org/commentary/topical-backgrounder/2019/crucial-role-military-venezuelan-crisis). Ambos países están muy interesados en apoyar al actual régimen, no solo por el petróleo (a los rusos les sobra) sino por recuperar lo invertido y por ganar posición estratégica en América Latina.

No obstante, debido a la crisis económica por la que atraviesa Venezuela, la compra de repuestos para sus medios militares también se ha visto afectada, por lo que algunos sistemas de armas no están a plena operatividad, como es el caso de los helicópteros Súper Puma de fabricación francesa, o los cazas F-16 procedente de Estados Unidos. En enero de 2018, España exportó a Venezuela repuestos, por un importe de 20 millones de euros, para actualizar carros de combate AMX-30 de fabricación francesa, lo que provocó algún disenso porque el reglamento aprobado por la Unión Europea  en noviembre de 2017 prohibía la venta de material bélico a Venezuela. España alegó que la firma del contrato fue anterior a dicho reglamento.
Hasta hace unos pocos años, Venezuela fue uno de los principales clientes de la industria armamentística española. Concretamente, durante la década pasada se vendieron buques de guerra por un importe de unos 1.200 millones de euros. No obstante en los últimos años las ventas de armas a Venezuela han descendido desde poco más de 15 millones de euros en 2015 hasta menos de 3,5 en 2017.

Los Presupuestos militares venezolanos han estado relacionados con las fluctuaciones del petróleo. Sin embargo, para compensar las épocas de caída del crudo, las Fuerzas Armadas han visto incrementados sus presupuestos mediante el Fondo de Desarrollo nacional (FONDEN). Unos presupuestos que dependen directamente del Presidente de la República y que, por lo tanto quedan fuera del control parlamentario de la Asamblea Nacional como se puede ver en el siguiente cuadro presentado por el SIPRI.




Si se puede dudar de la capacidad y la preparación de los militares en asuntos puramente  profesionales, no es tanta la duda de su poder sobre los asuntos políticos, sociales y económicos de Venezuela. Si para la seguridad y la defensa de ataques exteriores se puede cuestionar la efectividad del ejército bolivariano, no es tan dudable, como están demostrando los acontecimientos, que sí poseen una gran disuasión interior. Como ya se ha demostrado, a la mayoría de los regímenes autoritarios les basta con disponer con unas fuerzas armadas controladas y al servicio del régimen en el poder. Unas fuerzas armadas herméticas y poco vulnerables a las influencias externas.

Para conseguirlo el régimen chavista ha colocado a las élites militares al frente de las principales instituciones del Estado. El treinta por ciento de sus ministros son militares, y empresas tan decisivas para la economía, como Petróleos de Venezuela (PDVSA) están presididas y gestionadas por militares. Los militares tienen un banco, un canal de televisión y controlan algunos servicios de la logística civil y toda la militar. Según algunas fuentes, algunos de estas élites militares podrán estar también ligadas a la corrupción y al narcotráfico (no obstante, aún no se ha podido presentar pruebas fehacientes de tales hechos, por lo que también pueden considerarse como parte de la anti propaganda de la oposición y de agentes exteriores contra el régimen de Maduro) Las élites militares tienen privilegios que les permiten sobrellevar sin problemas los desabastecimientos a los que se ven sometidos gran parte de la población venezolano. No parece que los oficiales de rango medio y la tropa en general estén tan satisfechos con sus condiciones profesionales y personales. Pero como ya se ha mencionado en un régimen represivo el silencio es obligatorio.

  Conclusiones sobre los militares en Venezuela.

La oposición sabe con certeza que para una transición en Venezuela es necesario contar con la Fuerzas Armadas. El dilema está en la forma de conseguirlo. La estrategia debe ser muy prudente para no favorecer un enfrentamiento que pudiera conducir a una batalla fratricida.

Si el Ejército de desmarca del apoyo incondicional a Maduro de una manera pacífica se podrá conseguir una transición sin sobresaltos violentos. Será una tarea compleja en la que seguramente habrá mucho que negociar y, por lo tanto, a veces, hacer concesiones.

Garantizar al respeto a la profesionalidad a aquellos que no se hayan cometidos delitos es indispensable. Y también habrá que garantizar justicia democrática a aquellos que han servido al régimen de una manera más radical.

Todo los que sea provocar enfrentamientos entre los militares puede ser un peligro para la paz. Esto debería hacerse extensivo para los actores externos, que como Estados Unidos, no descartan ningún tipo de actuación.

En la hoja de ruta para la solución del conflicto la clave militar tiene que estar muy presente. Los militares que vean en peligro sus privilegios y su seguridad se pueden convertir en los elementos más desestabilizadores. Por tanto, en las posibles negociaciones los representantes militares, que son una parte fundamental en el Gobierno venezolano, deben estar presentes, de modo que vea que ni se les acorrala ni se les desconsidera.

Es crucial para un proceso de transición que los miembros de las fuerzas armadas comprendan que se va a respetar su profesionalidad siempre que acaten la neutralidad política debida en una democracia.

Las presiones y las amenazas son malas ayudas para conseguir una democracia plena. Desde la comunidad internacional, de la que España es representante prioritaria en esta ocasión, se espera esta prudencia, que va ligada con la paciencia, para conseguir una transición a la democracia en Venezuela, de la que los españoles pueden ser ejemplo.

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