T. Col. Germán Martín Casares
Jefe del Órgano de Dirección. Dirección General de Asuntos Económicos
El interés nacional El ámbito de la seguridad y la defensa ha experimentado importantes cambios en los últimos años. La aparición de nuevos riesgos y amenazas, las implicaciones de globalización y la creciente complejidad de los conflictos exigen la búsqueda y la construcción de una arquitectura institucional que responda con eficacia a estos desafíos.
La seguridad es un reto y lograr que sea efectiva requiere la concurrencia de la defensa como uno de los medios para alcanzarla. En el ámbito de la seguridad y la defensa la interdependencia entre los Estados es considerable, por lo que estos se agrupan en organizaciones que fomentan, desarrollan e incrementan los niveles de estabilidad.
Desde un punto de vista etimológico, se puede definir interés como una preocupación natural y/o general, o como un derecho objetivo sobre algo.
El interés nacional puede definirse entonces, de forma genérica, como la defensa y promoción de objetivos naturales y esenciales de un Estado en el área política, económica, social y cultural. El interés nacional esencial sería garantizar la supervivencia, la seguridad del propio Estado y la defensa de su población.
Entre los primeros pensadores que se refirieron a unos intereses superiores-esenciales (entonces no calificados como nacionales) que debían defenderse por encima de otros, se pueden señalar a Tucídides y también a Maquiavelo.
Así, se puede encontrar en Tucídides un antecedente remoto del término, cuando afirmaba que una identidad de interés es el más seguro de los lazos entre Estados o individuos
[1].
El segundo pensador, Nicolás Maquiavelo, entiende que la supervivencia, en el Estado, tenía que ser la principal preocupación (y misión) de los gobernantes, convirtiéndose en un fin en sí mismo.
Una de las primeras evoluciones hacia el concepto moderno de interés nacional es el término de “razón de Estado” empleado por el Cardenal Richelieu. Se atribuye a Richelieu la elaboración de una concepción moderna del concepto de gobernar, no desde los intereses particulares del gobernante, sino de los intereses generales de la nación. Expresan de forma muy gráfica y clara el pensamiento de Richelieu dos de sus afirmaciones más famosas: “Yo soy católico, pero antes que católico francés” y “no tengo más enemigos que los del Estado”.
Estas teorías llevan al hecho de que la “razón de Estado” puede justificar un comportamiento deshonesto cuando se actúa en la defensa del interés público. De acuerdo con la “razón de Estado”, la preservación del Estado, como un bien moral y una unidad de organización política, es un imperativo moral que no puede ser usado de acuerdo con los criterios utilizados para evaluar la conducta individual.
El papel del Estado se apunta como capital, no sólo de cara al futuro concepto de interés nacional, sino como actor principal y esencial en la política internacional y en la organización y gobierno de la sociedad internacional.
Otro autor que contribuye de forma clara al término de interés nacional es Rousseau. En las teorías de Rousseau, al identificar la nación con el pueblo, se aprecia un elemento como la “soberanía”, al que más adelante se sumará el adjetivo “popular” como resultado de la Revolución francesa. Con ésta, tal y como muchos autores señalan, se entró en la Era moderna en la cual el Estado (algo convencional artificial) - nación (algo natural) se universalizó y, como consecuencia de ello, la idea de interés nacional nació.
A partir de este momento los procesos de la Revolución Industrial, que supuso el auge de las clases medias y la democratización de los nacionalismos del siglo XIX, motivarán que las relaciones internacionales, de acuerdo con E.H. Carr (1945, 1951), pasarían de estar gobernadas por los intereses personales, ambiciones y emociones del monarca, a estarlo por los intereses colectivos, ambiciones y emociones de la nación. Ello suponía que el ejercicio y defensa de los intereses nacionales sería una auténtica expresión del bienestar de toda la sociedad y no sólo de las élites gobernantes.
Por tanto, el ejercicio de la soberanía popular, la emergencia del sistema internacional de Estados-Nación y la expansión de las relaciones internacionales económicas daban paso a la concepción moderna del interés nacional, que además sería una herramienta para contribuir a un orden internacional mejor.
De acuerdo con los principios del realismo, la política exterior y la diplomacia deben tener como objetivo principal la definición, protección, promoción, defensa y consecución de los intereses nacionales, en un escenario en el cual los Estados dependen sólo de ellos para garantizar su seguridad.
El Tratado de Versalles y el fracaso de la Sociedad de Naciones, motivados ambos hechos por el comportamiento egoísta de los Estados, ponía de relieve que la sociedad internacional tenía por delante un largo camino y una amplia tarea si quería evolucionar en los conceptos de interés nacional, seguridad colectiva y defensa compartida.
Desde la perspectiva del liberalismo, la nueva sociedad internacional comienza a reducir el egoísmo de los Estados que ahora deben replantearse sus estrategias de acción en un marco de globalización política y económica.
La nueva formulación de los intereses nacionales debe conducir a su sustitución por perspectivas globales. El interés nacional no debe promoverse sin tener en cuenta los efectos que se causarán a otros actores. Retos globales como el terrorismo, el medio ambiente o el desarrollo económico han dejado de estar al alcance exclusivo de la acción unilateral y requieren que los Estados amplíen el contenido y el horizonte de sus intereses nacionales.
El interés nacional en los tiempos actuales ha perdido en parte su carácter predefinido e inmutable, debido a los procesos de globalización política y económica existentes. Así, se puede comprobar cómo hay intereses nacionales que se defienden mejor de forma multilateral que de forma unilateral. El concepto de interés nacional pierde así su carácter de exclusivo e intransferible entre los Estados, entendidos estos como agentes principales del escenario internacional.
En efecto, es cierto que el proceso de globalización ha afectado a la naturaleza de los Estados, los cuales han dejado de ser los únicos actores relevantes del panorama internacional y han debido variar la orientación y el contenido de sus agendas, sometiendo sus intereses nacionales a una reevaluación.
Pero, no es menos cierto que siguen siendo los actores principales y que, si bien la unilateralidad ha descendido, ello no supone que los Estados han dejado de comportarse de forma egoísta. Optan por la cooperación pero con un carácter interesado. Y si bien hay un avance significativo de procesos de integración regional en detrimento de la unilateralidad y la anarquía internacional, se comprueba cómo los Estados siguen siendo muy reticentes a ceder posiciones de soberanía en asuntos esenciales como la seguridad y la defensa.
En el inicio del siglo XXI los cambios surgidos en la sociedad internacional después del 11 de septiembre de 2001 (11-S), han modificado las coordenadas del comportamiento de los Estados, que se han visto obligados a cambiar su percepción del concepto de interés nacional y sus percepciones sobre el cambiante entorno que desempeña un papel determinante en la elaboración y diseño de las políticas relativas a los intereses nacionales y la mejor manera de defenderlos.
Si en algo se han puesto de acuerdo las naciones de nuestro entorno desde el año 2001 es sobre la necesidad de modificar sus modelos de seguridad y defensa con el objeto de mejorar la vida de sus conciudadanos. La constatación de que la seguridad de las sociedades avanzadas ha entrado en un tiempo nuevo, conceptual y cualitativamente distinto del anterior, y que precisa de profundos cambios estructurales ha llevado a los gobiernos preocupados por la defensa y seguridad a plantearse la modificación de su papel en la nueva situación.
Madrid 4 de enero de 2013
[1] Véase Thucydides: History of Peloponnesian War, Penguin Classic, 1974.