Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

4 de Octubre de 2013

Lo que nos jugamos en Malí

Miguel A. Rodríguez González
Senador (comisión de Defensa)

La palabra “Sahel” se puede traducir por “borde”, “costa” o incluso “frontera”; pero no frontera política, sino natural. La vegetación del  Sahel es como una línea costera justo antes de llegar al mar de arena del Sáhara. Pero no sólo es frontera ecológica, sino que también es una frontera étnica, porque viene a separar casi quirúrgicamente lo que se ha venido en llamar el “África Negra” del sur, del “África Blanca” del norte. El Sahel cubre total o parcialmente el territorio (yendo de oeste a este) del norte de Senegal, el sur de Mauritania, Malí, la parte sur de Argelia, Níger, Chad, el sur de Sudán y Eritrea. Está delimitado en el norte por el Sáhara y en el sur por la menos árida sabana. Se trata de una ancha franja de 1.000 km de ancho y de unos 6.000 Km. de largo, desde el Atlántico al Mar Muerto, de mar a mar.

Para entender parte de lo que está pasando allí es bueno saber que los habitantes de la región del Sahel se diferencian en varios cientos de grupos étnicos cuyo número exacto es difícil de precisar, ya que algunos se dividen a su vez en subgrupos; y, por supuesto, valoran más – yo diría que únicamente- la pertenencia a una etnia que la pertenencia a un país.  Los riesgos internos surgen por tanto de las diferencias étnicas. También influye el hecho de que  los tres países más importantes de la zona -Mauritania, Malí y Níger- tienen una extensión total de 3.547.900 de kilómetros cuadrados (algo así como siete veces la extensión de España) y que para proteger ese inmenso territorio cuentan con unos efectivos militares y policiales de unos 28.500 hombres, pobremente equipados y mal entrenados; en la práctica, y hasta la intervención internacional, era casi imposible distinguir a un hombre armado al servicio del gobierno de Malí de un terrorista de Al Qaeda en el Magreb Islámico. Esto hace que las fuerzas militares y policiales se limiten a vigilar las grandes ciudades y núcleos de población de cierta importancia, con lo que el inmenso territorio del Sahel queda libre para los terroristas yihadistas, que hasta la intervención francesa obtenían pingües beneficios por dar protección al tráfico de estupefacientes, principalmente de cocaína procedente de Sudamérica, convirtiéndose en grupos narco-terroristas en muchos casos aunque su motivación última no es otra que acabar con sus enemigos, tanto los próximos: los gobiernos musulmanes “apóstatas”, como los lejanos: los gobiernos occidentales, con la intención de crear un Gran Califato salafista.

Todo lo anterior hace que los estados sean frágiles y fallidos y “el conflicto es la manifestación última de la fragilidad”, en palabras de un experto militar en este tipo de conflictos. Todo esto (y más cosas para las que haría falta más espacio) hizo que el Sahel y en concreto Malí se convirtiera en un punto “caliente” desde un enfoque geopolítico hasta el extremo de llegar a obligar a Francia a intervenir.  Porque, aunque la situación en Malí se ha ido deteriorando progresivamente, es en 2012 cuando los acontecimientos se precipitan debido al golpe de estado del joven capitán Sanogo, formado militarmente en Estados Unidos, que destituye al presidente Touré por corrupto y se crea un gobierno de transición apoyado internacionalmente y que hace que en abril de ese mismo año (un mes después del golpe) acceda a la presidencia del gobierno el presidente Traoré. Paralelamente el “Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad” declara la independencia de ese territorio con capital en Tombuctú. El Gobierno declara la guerra a ese llamado “movimiento de liberación” de origen tuareg que está apoyado por grupos terroristas como “Ansar Dine”. Aprovechando el caos, los grupos de terroristas salafistas y yihadistas toman el poder en el norte de Malí. Así nos encontramos con un  escenario bélico, un escenario que puede salpicar a Europa y por ende a España. El propio ministro de Defensa Morenés, en relación a este asunto, ha dicho textualmente “la influencia que pueda tener el terrorismo yihadista en Malí es esencial para laseguridad de España”. En enero de 2013 los terroristas amenazaron el sur del país por lo que el presidente Traore pide ayuda a Francia, potencia colonial en su momento, que decide intervenir. Se inicia así la “Operación Serval” respaldada por la Comunidad Internacional. Una operación en la que Francia está invirtiendo muchos recursos humanos y materiales, de momento con pocas bajas pese a la dureza de los combates, si bien el pasado 19 de febrero caía mortalmente herido un legionario paracaidista de origen belga, componente del 2º Regimiento Paracaidista encuadrado dentro de las Fuerzas Aerotransportadas de la Legión Extranjera Francesa, convirtiéndose así en el primer caído en acción de guerra por parte de Francia.Todo lo anterior hace que los estados sean frágiles y fallidos y “el conflicto es la manifestación última de la fragilidad”, en palabras de un experto militar en este tipo de conflictos. Todo esto (y más cosas para las que haría falta más espacio) hizo que el Sahel y en concreto Malí se convirtiera en un punto “caliente” desde un enfoque geopolítico hasta el extremo de llegar a obligar a Francia a intervenir.  Porque, aunque la situación en Malí se ha ido deteriorando progresivamente, es en 2012 cuando los acontecimientos se precipitan debido al golpe de estado del joven capitán Sanogo, formado militarmente en Estados Unidos, que destituye al presidente Touré por corrupto y se crea un gobierno de transición apoyado internacionalmente y que hace que en abril de ese mismo año (un mes después del golpe) acceda a la presidencia del gobierno el presidente Traoré. Paralelamente el “Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad” declara la independencia de ese territorio con capital en Tombuctú. El Gobierno declara la guerra a ese llamado “movimiento de liberación” de origen tuareg que está apoyado por grupos terroristas como “Ansar Dine”. Aprovechando el caos, los grupos de terroristas salafistas y yihadistas toman el poder en el norte de Malí. Así nos encontramos con un  escenario bélico, un escenario que puede salpicar a Europa y por ende a España. El propio ministro de Defensa Morenés, en relación a este asunto, ha dicho textualmente “la influencia que pueda tener el terrorismo yihadista en Malí es esencial para la seguridad de España”. En enero de 2013 los terroristas amenazaron el sur del país por lo que el presidente Traore pide ayuda a Francia, potencia colonial en su momento, que decide intervenir. Se inicia así la “Operación Serval” respaldada por la Comunidad Internacional. Una operación en la que Francia está invirtiendo muchos recursos humanos y materiales, de momento con pocas bajas pese a la dureza de los combates, si bien el pasado 19 de febrero caía mortalmente herido un legionario paracaidista de origen belga, componente del 2º Regimiento Paracaidista encuadrado dentro de las Fuerzas Aerotransportadas de la Legión Extranjera Francesa, convirtiéndose así en el primer caído en acción de guerra por parte de Francia.

España, como aliado, había enviado un avión de transporte y había autorizado el tránsito por nuestro espacio aéreo. Pero  poco tiempo después se acordó que  España enviaría una sección con unos 30 militares a Malí para formar parte de la fuerza de protección de los instructores de la UE que se encargarán de formar al Ejército Malíense. El anuncio formal lo hizo en Dublín (Irlanda) el secretario general de Política de Defensa, Alejandro Alvargonzález,  en la reunión de ministros europeos de Defensa. Hasta entonces, España sólo había aceptado participar con un máximo de 50 instructores en la misión EUTM-Malí, que se encargará de formar cuatro batallones del Ejército Malíense (unos 3.000 soldados) para que puedan hacerse cargo de la seguridad del país. España tiene desplegado, desde el pasado 26 de enero, un avión Hércules C-130, con 50 militares, en Dakar (Senegal) para trasladar tropas africanas y francesas desde los países vecinos a Malí. Cabe destacar que el Pleno del Congreso de los Diputados ha autorizado esta contribución de España. El acuerdo aprobado por el Consejo de Ministros y ratificado por el pleno del Congreso el pasado 30 de enero limitaba la participación española en EUTM-Malí a “50 efectivos para labores de adiestramiento y las unidades de apoyo necesarias”, pero autorizaba al ministro de Defensa a “realizar los ajustes operativos necesarios en nuestra participación de acuerdo con los condicionantes operativos de cada momento y la situación específica sobre el terreno”.

En definitiva, espero que este texto haya arrojado algo de luz sobre la situación en Malí y sobre porqué es necesario que España mire hacia esa zona que, sin duda, es un foco de inestabilidad que nos puede acabar salpicando. No hay que olvidar que Canarias está a 95 Km. del punto más cercano de África continental.

Este trabajo es resultado de los estudios realizados en el LI Curso Monográfico de la Escuela de Altos Estudios de la Defensa (CESEDEN-Ministerio de Defensa)  

Madrid a 4 de octubre de 2013




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Comentarios

5 OCT 2013

Francisco Rubio Damián:
Muy claro y preciso el trabajo del nuevo colaborador que, entre otras cosas, pone de manifiesto las principales claves del conflicto. Sin embargo he echado de menos alguna reflexión sobre la influencia que la crisis en Libia tuvo en el desarrollo de los acontecimientos en Malí. Aunque algunos autores de la talla de Bernard-Henri Lévy lo negaron en su momento (El País, Tribuna, 01 de febrero de 2013), la ONU reconoció la existencia de suministros ilegales de armamento ligero y pesado procedente de la guerra en Libia con destino a diferentes zonas en conflicto. En particular, según un informe de la ONU fechado el 15 de febrero de 2013 y dado a cono9cer en abril, armas procedentes de Libia llegaron a Malí a través de Túnez, Argelia y Níger, aunque parte del armamento se quedó en manos de las milicias locales de las naciones en tránsito.
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