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Observatorio PSyD

El observatorio opina

15 de Octubre de 2013

La Brigada de Intervención de las Naciones Unidas

Francisco Rubio Damián
Jefe del Centro de Seguridad del Ejército de Tierra

Desde que en abril de 2012 se volviera a desencadenar una ola de violencia en la región oriental de la República Democrática del Congo, la crisis humanitaria y de seguridad no ha dejado de agravarse. Tuvo que pasar un año para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas diera un vuelco a su política en relación con los grupos rebeldes de la zona y autorizara la creación de una brigada con la misión de ejecutar operaciones de neutralización y desarme de quienes más se habían distinguido por sus actuaciones violentas y los abusos de los derechos humanos. En particular, la resolución 2098 acusa al Movimiento 23 de Marzo (M23) de estar detrás de numerosas actividades desestabilizadoras, de violaciones del derecho internacional humanitario, de abusos de los derechos humanos (ejecuciones sumarias, violencia sexual y reclutamiento de niños) y de causar un número creciente de desplazados internos y refugiados. Esta ha sido la única ocasión en la historia de la ONU en la que el jefe militar de una de sus misiones, en este caso la MONUSCO, ha ejercido el mando directo de una fuerza creada específicamente para la ejecución de operaciones de combate.

A pesar de la unanimidad de la votación, varios representantes nacionales expresaron sus reservas a que la ONU ejecutara actividades de imposición de la paz, más aún cuando, como en este caso, se compaginan con las de mantenimiento de la paz. El problema reside en que el nuevo diseño podría comprometer la imparcialidad y la neutralidad propias de las misiones de mantenimiento de la paz. Por lo tanto, hubieran preferido crear una unidad militar autónoma y con funciones separadas de las del resto de las brigadas de la MONUSCO. Sin embargo, otros países liderados por el Reino Unido consideraron que todos los componentes de la MONUSCO, con independencia de sus cometidos particulares, deben operar de forma integrada para el cumplimiento del mandato y que la creación de la Brigada de Intervención contribuiría a dar una perspectiva más amplia a la paz y la estabilidad en la RD Congo.

Para facilitar el voto de los más reticentes a la directa implicación de las ONU en una operación de combate, la resolución estipuló el carácter excepcional de la medida, estableciendo que ni constituye un precedente ni se adopta en perjuicio de los principios del mantenimiento de la paz. Además, se especifica que la Brigada de Intervención deberá tener una clara estrategia de salida y que su continuación más allá del primer año de mandato dependerá de su actuación y de los progresos de la RD Congo en la implementación del Marco de Paz, Seguridad y Cooperación para la región.

Un informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hecho público en Kinshasa el 25 de septiembre pasado, señalaba importantes avances en el conjunto del país, pero también el deterioro significativo de la situación en la zona oriental, acusando al M23 de ser el principal causante de las violaciones de los derechos humanos. Al mismo tiempo, el jefe de la MONUSCO y Representante Especial del Secretario General mantuvo el criterio de que la estabilización del país y la protección efectiva de los derechos humanos son dos imperativos directamente relacionados. En realidad, estaba justificando la necesidad de mantener la Brigada de Intervención (fuerza de estabilización) bajo la misma dependencia que las unidades de mantenimiento de la paz (fuerza de protección).

Sin embargo, el nuevo diseño de misión de paz de la ONU tiene muchos detractores que destacan lo inapropiado de asumir la jefatura de una fuerza con mandato coactivo y partidista, esto es, cuya actuación se enfoca en contra de una de las partes en conflicto. Para ellos, la ONU ha asumido un riesgo mucho mayor que el derivado de las lógicas contingencias del combate, ya que la identificación de la Brigada de Intervención con el resto de los componentes de la misión de paz, e incluso con las organizaciones no gubernamentales que operan en la zona, impulsaría la resistencia popular contra todos ellos, incluyendo a las unidades de mantenimiento de la paz, a los observadores militares y al personal de asistencia humanitaria. Si, además, la brigada acaba siendo percibida como una fuerza de ocupación, su actuación coercitiva la convertiría en un catalizador de la captación de los grupos rebeldes y, por lo tanto, en un factor de desestabilización, justo lo contrario de lo que se pretende.

Por otra parte, se teme que la concentración de las actividades de la Brigada de Intervención exclusivamente contra el M23 dificulte los actuales esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz, pues colocaría a la MONUSCO en una posición parcial, contraria a los grupos rebeldes y favorable al gobierno de la RD Congo. En el plano meramente operativo, las dificultades de la brigada no son menores; se enfrenta a un enemigo peligroso, que cuenta con unos 2.000 combatientes muy motivados y que se ha preparado para el nuevo escenario aumentando el reclutamiento y mejorando su instrucción para el combate de guerrillas. Por si esto fuera poco, las fuerzas armadas congoleñas, el principal aliado de la Brigada de Intervención contra los grupos rebeldes, son temidas por su hostilidad contra los no combatientes y por sus agresiones a las mujeres; mal socio para granjearse el apoyo de la población.

Ante esta perspectiva, 19 organizaciones no gubernamentales remitieron en mayo una carta abierta al Secretario General Ban Ki-Moon en la que le pedían que el Consejo de Seguridad considerara la disolución de la brigada en el caso de que su actuación no fuera la adecuada o si el gobierno de la RD Congo no avanzaba lo suficiente en la implementación de sus compromisos con el Marco para la Paz, la Seguridad y la Cooperación. Además, pedían que la brigada priorizase la protección de la población civil y la reducción de las violaciones de los derechos humanos, incluidas las realizadas por las fuerzas armadas congoleñas.

En un corto espacio de tiempo, la brigada llevó a cabo el despliegue inicial, la ocupación del terreno y, finalmente, actividades de patrullas, de apoyo de fuego y de combate. El 21 de agosto el ejército congoleño reanudó los enfrentamientos para desalojar al M23 de las posiciones dominantes en las cercanías de Goma, desde donde los rebeldes se defendieron abriendo fuego de mortero contra las posiciones de la ONU y las zonas pobladas de los alrededores. Como respuesta, la Brigada de Intervención apoyó militarmente al ejército congoleño y una semana después sufría las primeras bajas en combate: un muerto y diez heridos como consecuencia de los enfrentamientos que continuaron al norte de Goma.

La primera operación de combate de la Brigada de Intervención ha resultado ser un éxito. El 12 de septiembre el Vicesecretario General para las Operaciones de Mantenimiento de la Paz, Hervé Ladsous, manifestó que entre el ejército congoleño, la MONUSCO y su Brigada de Intervención, lograron expulsar a los rebeldes del M23 y que dejaran de ser una amenaza directa contra la ciudad de Goma, los campamentos de desplazados de los alrededores y las posiciones ocupadas por la misión de la ONU. Sin embargo, también reconoció que las causas subyacentes del conflicto en el país y en la región de los Grandes Lagos requieren una solución política.

La escalada en el número e intensidad de los enfrentamientos en los que han participado las fuerzas de la ONU ha sido un factor determinante para la reanudación de las conversaciones de Kampala. De hecho, mientras todavía se desarrollaban las operaciones contra los rebeldes, el presidente de Uganda convocó una reunión de la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos en la que se demandó el cese de las actividades militares y la reanudación de las negociaciones de paz entre la RD Congo y el M23. Aunque estas conversaciones parecen avanzar de forma satisfactoria, no sería extraño que se prolongaran más de lo previsto debido a que la ONU, la RD Congo y el M23 mantienen posturas muy alejadas en asuntos tan importantes como la pretendida amnistía a los rebeldes y el desarme, la desmovilización y la reincorporación del M23 al ejército nacional.

En definitiva, con la nueva MONUSCO, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha buscado dar una respuesta excepcional a una situación excepcional, materializando un mayor compromiso de la comunidad internacional para ayudar a la RD Congo en la defensa de su integridad territorial y en la promoción de la paz y la estabilidad. El incremento de sus capacidades militares y la ampliación del mandato permiten la racionalización y coordinación de esfuerzos para neutralizar a la insurgencia y proteger a la población civil. Como contribución al nuevo enfoque global, a la Brigada de Intervención le corresponde la difícil tarea de reducir el nivel de la amenaza rebelde y aumentar la seguridad de la población no combatiente mediante la neutralización y el desarme de los grupos armados.

La apuesta de la ONU ha sido tan novedosa que las actividades de estabilización de la brigada sólo serán valoradas positivamente si sirven para crear las condiciones adecuadas para la implantación de medidas diplomáticas y para desarrollar el resto de actividades de la MONUSCO y de las organizaciones no gubernamentales. De lo contrario, habrán tenido razón quienes consideran que la creación de una unidad de combate en el marco de una misión de la ONU es un error conceptual que va contra los principios del mantenimiento de la paz y que demostrará ser contraproducente.

Madrid, 15 de octubre de 2013








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