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El observatorio opina

15 de Febrero de 2013

Kosovo, cinco años después

Col. Francisco Rubio Damián
Director Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales

El 17 de febrero de 2008 la Asamblea de Kosovo proclamó de forma unilateral la independencia de la antigua provincia serbia. Se materializaba así el fracaso de las conversaciones auspiciadas por las Naciones Unidas para alcanzar un acuerdo sobre el futuro estatus político del territorio, imponiéndose los postulados de la clase dirigente albanokosovar y de potencias como los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. La comunidad internacional asistía al nacimiento de un nuevo Estado en pleno territorio europeo. Cinco años después la situación del joven país no es un ejemplo ni de desarrollo económico y social, ni de buenas prácticas de gobierno.

El nacimiento de la República de Kosovo estuvo marcado por significativas deficiencias que han mermado sensiblemente sus opciones de éxito como Estado. En primer lugar, la actual conformación de la población es el resultado del desastre humanitario y las limpiezas étnicas producidas durante un conflicto señalado por la abolición de la autonomía de la provincia, por las acciones terroristas del Ejército de Liberación de Kosovo contra la minoría serbia, por la represión armada yugoslava sobre la población albanokosovar y por la campaña de bombardeo aéreo de la OTAN.

Por otra parte, la presencia internacional, sin duda beneficiosa en términos generales, ha favorecido situaciones discriminatorias. Resulta particularmente encomiable el esfuerzo realizado por la ONU, la OSCE, la Unión Europea y la OTAN. Entre ellas se han hecho cargo de la administración provisional de la provincia y de la organización y supervisión de elecciones, además de fomentar la seguridad, la estabilidad, las buenas prácticas de gobierno y el respeto por los derechos humanos. Sin embargo, las actividades de la comunidad internacional mostraron desde muy pronto el firme compromiso por la opción de la independencia. De hecho, el Plan del ex presidente finlandés y mediador de la ONU, Ahtisaari, proponía la creación de un Estado democrático multiétnico (es un decir) con elevado grado de protección y descentralización para la minoría serbokosovar. El fracaso de las negociaciones debido a las posturas enfrentadas e inamovibles de las autoridades serbias y del propio Ahtisaari acabó propiciando la declaración unilateral de independencia.

A este respecto, la Corte Internacional de Justicia emitió su opinión no unánime de que la declaración unilateral no quebrantaba el derecho internacional. La Corte consideró que el orden legal interno anterior al conflicto perdió su vigencia una vez producida la intervención internacional. En efecto, la administración de la ONU aprobó un marco constitucional para Kosovo en el que se crearon instituciones provisionales de autogobierno, suprimiendo de facto la autoridad de Serbia. Dado que el Consejo de Seguridad nunca limitó la capacidad de estas instituciones para declarar la independencia, la nueva legalidad instituida por las Naciones Unidas no impedía cualquier decisión de la Asamblea sobre el futuro estatus político de Kosovo. En otras palabras, la ruptura del orden legal interno fue la condición necesaria para que la Corte apreciara que la declaración unilateral de independencia no contravenía el derecho internacional. En cualquier otro contexto, muy en especial en el marco de un Estado de Derecho con representación democrática en condición de igualdad, una declaración como la realizada por la Asamblea de Kosovo sería claramente contraria al derecho internacional.

El resultado de todas las circunstancias que se han dado en Kosovo no parece que haya sido muy positivo, especialmente si se tiene en cuenta el importante esfuerzo desplegado por la comunidad internacional. En la actualidad, y a pesar de que el Grupo Internacional de Supervisión puso fin en septiembre a la tutela sobre el territorio, la presencia civil y militar internacional sigue siendo imprescindible, destacando la labor desarrollada por la ONU, la OSCE, la OTAN y la Unión Europea.

Precisamente un reciente informe del Tribunal de Cuentas de la Unión Europea avala la gravedad de la situación en Kosovo y la ineficacia de las ayudas europeas para consolidar el Estado de Derecho. El informe señala la existencia de altos niveles de delincuencia organizada y corrupción, y destaca, entre otras cosas, que el poder judicial está marcado por la injerencia política, la ineficiencia, la falta de transparencia y el incumplimiento de las resoluciones. Asimismo, lamenta lo poco que se ha avanzado en la instauración del Estado de Derecho en la zona de mayoría serbia y la limitada capacidad de protección de los testigos de crímenes de guerra. Para colmo, el incentivo de una eventual adhesión de Kosovo a la UE se enfrenta al desacuerdo en el seno de la Unión sobre su independencia, no reconocida por cinco Estados miembros, entre ellos España. Toda esta situación no es ajena al drama social que supone que en el país europeo de población más joven exista una tasa de desempleo del 45% (73% juvenil), tenga un 40% de pobres y una renta per cápita que apenas alcanza los 2.000 euros al año.

En cualquier caso, las deficiencias que han acompañado el nacimiento de Kosovo como Estado, muy en particular la falta de acuerdo en la declaración de independencia, han llevado al joven país a una situación social e institucional ciertamente preocupante. No en vano, el abuso de poder, la debilidad de las instituciones y la falta de responsabilidad siguen protagonizando la práctica política nacional. A este problema se añade la debilidad económica y el hecho de que Kosovo se haya convertido en el país más aislado de Europa, pues a pesar del apoyo de grandes potencias, todavía hoy sigue sin pertenecer a ningún organismo internacional relevante (ONU, OSCE, Unión Europea, Comité Olímpico Internacional, etc.). De hecho, es el único Estado de los Balcanes en el que sus ciudadanos no pueden viajar libremente a la Unión Europea y que todavía no ha abierto negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación y estabilización.

En definitiva, el atajo de la secesión unilateral no ha resultado ser la mejor opción para determinar el estatus político de Kosovo. La solución al estancamiento actual tendría que pasar por retomar las negociaciones con Serbia para alcanzar un arreglo global que abarque todas las facetas de la cuestión. No parece, por tanto, que Kosovo sea el mejor ejemplo de cómo un territorio puede acceder a la independencia, ni por el contexto, difícilmente repetible en Europa, ni por las formas, excesivamente próximas al límite de la legalidad internacional.

Jaca 15 de febrero de 2013

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