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Observatorio PSyD

El observatorio opina

17 de Septiembre de 2013

Irán 2013. ¿Y ahora qué?

Fernando Martín Cubel
Master de Relaciones Internacionales. Miembro de SEIPAZ

¿Hay un nuevo tiempo político en Irán tras la victoria de Hasan Rohani? ¿Representa una nueva ventana de oportunidad que no debe desaprovecharse? ¿Puede concitar un proceso gradual de acercamiento entre posturas divergentes e irreconciliables en Oriente Medio y Golfo Pérsico, de manera que sea factible el inicio de un período de acuerdos, en beneficio de la seguridad regional y global a medio y largo plazo? ¿Cómo debe interpretar EEUU los resultados electorales iraníes dentro del proceso de remodelación estratégica norteamericana en el área regional de Oriente Medio? ¿Contará el nuevo gobierno iraní con los apoyos políticos internos necesarios para dar inicio a una nueva etapa en sus relaciones internacionales? ¿Podrá Irán disfrutar de nuevo del estatus internacional perdido tras la victoria de la revolución islámica de 1979?

1. Hasan Rohani

Las elecciones celebradas en Junio de 2013 dan como resultado en primera ronda la victoria del Clérigo Hasan Rohani1, con más del 50% de los votos, frente a las expectativas sobre el triunfo de la línea conservadora del régimen iraní y tras dejar atrás un proceso restrictivo de selección de los candidatos. Irán ha dado la primera señal de un cierto cambio en el escenario político persa refrendado  en la alta participación electoral -alrededor de un 75% del cuerpo electoral iraní -, y que permite la posible apertura a nuevos escenarios domésticos y externos , una vez finalizado el período de gobierno de Mahmud Ahmadineyad. En su primera rueda de prensa Hasan Rohani expresó su interés en recuperar el diálogo con Occidente respecto a cuestiones como  el programa nuclear iraní y su posición en el conflicto sirio, que bajo el mandato de M. Ahmadineyad permanecían en vía muerta al diálogo.

Como no puede ser de otra forma, la política exterior o la denominada proyección estratégica iraní es de una enorme complejidad teniendo en cuenta su aspiración a convertirse en potencia regional con  una mayor proyección internacional y más protagonismo en  la Agenda Global de Seguridad. El escenario regional para Irán, dejando al margen el papel que las grandes potencias ejercen en la zona, se escenifica en Arabia Saudí, Israel, Turquía, y ¿Egipto?. Además, son importantes otros tres países: Afganistán, Irak y Siria que, con circunstancias internas actuales especiales, debe prestar atención.

Lógicamente, es de esperar que el gobierno de Rohani centre su actividad exterior en la mejora de sus relaciones con sus vecinos del Golfo Pérsico, prestando especial atención a la situación de las minorías chiitas gobernadas por regímenes sunitas (Arabia Saudí y Bahrein) y su programa nuclear y siendo uno de sus objetivos a medio y largo plazo  la modificación de su marco de relaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo dentro de una plena inserción política, diplomática y económica. La premisa  básica es la normalización de  las relaciones con el país más poderoso de la región, Arabia Saudí, circunstancia que debería incluir la cesión saudí de cuotas de mercado petrolífero y gas a Irán,  un acuerdo regional sobre el programa nuclear, la protección y respeto de las minorías chiitas en Arabia Saudí  y la resolución del conflicto sirio.

Por su parte, la política turca de buena vecindad diseñada por el Ministro de Asuntos Exteriores Ahmet Davotoglu permite una sustancial mejora de las relaciones entre estos dos países ante el inicio del nuevo gobierno de H. Rohani, si bien todavía subyace la cuestión nuclear. En esta materia, Turquía, que en la propia sede de Naciones Unidas votó en contra de las sanciones a Irán, demuestra una gran preocupación por el programa nuclear iraní y sus efectos perversos sobre el resto de los países de la zona por los posibles procesos de proliferación, caso de Arabia Saudí. Además, la cuestión de la guerra civil en Siria está en la agenda de trabajo de los dos países. Por último, Irán representa un socio estratégico energético de primer orden para el sobresaliente desarrollo de la economía turca, así como un mercado de importancia para sus productos.

Respecto a las relaciones con Israel, los frentes abiertos son muchos y, hasta este momento, con difícil solución. Mi percepción es que desde hace tiempo estas dos naciones llevan a cabo una guerra silenciosa en diferentes escenarios como el sur de Sudán, el territorio palestino, el ciberespacio y otros. Irán no reconoce la existencia del Estado judío e Israel considera a Irán como un Estado terrorista, contra cuyo programa nuclear ha mantenido una postura muy beligerante –no olvidemos la última intervención del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu en sede de Naciones Unidas-. Bien es verdad que tras las pasadas elecciones se ha podido abrir un nuevo tiempo político en Irán favorecido por la reconocida capacidad de negociación de H. Rohaní, lo que permitiría el gradual inicio de relaciones entre los dos Estados para dar respuesta a cuestiones como Hezbollá, la situación palestina, el programa nuclear iraní y el reconocimiento de Israel. La reconsideración por ambas partes del actual modelo de relación basado en el enfrentamiento puede permitir una importante mejora en la realidad regional -no olvidemos que Irán cuenta con una de las mayores poblaciones judías fuera de Israel-. Por último, respecto a Egipto, aunque el anterior gobierno iraní apoyó al depuesto Presidente Mohamed Morsi, los actuales acontecimientos domésticos egipcios no permiten saber qué papel va a jugar la diplomacia iraní en el futuro de este país clave para la estabilidad de la zona. 

Respecto a Siria, Irán es su mejor valedor en la zona (el régimen sirio ha sido desde 1979 uno de los mejores aliados del régimen iraní). De hecho, el apoyo iraní al régimen sirio con la participación de miembros de la Guardia revolucionaria iraní y los aprovisionamientos militares nos indica el nivel de implicación iraní en el conflicto sirio. La complejidad de la situación debería replantear al nuevo gobierno persa la búsqueda de soluciones no armadas y la apertura del diálogo con la oposición siria, siendo una de las cuestiones que tienen que estar en la mesa de negociaciones con Occidente y con el resto de los actores regionales, ya que la inestabilidad siria profundiza en el aislamiento internacional de Irán.

Afganistán e Irak son dos modelos de inestabilidad, al igual que Siria, en los que la situación generada por la retirada militar liderada por EEUU no permite vislumbrar un futuro positivo para la recuperación de estos países fronterizos con Irán. Esta situación podría generar la fragilidad de los Estados y derivar en gobiernos incapaces y en la aparición de modelos de Estados fallidos. Para ayudar a evitar dicha situación, Irán debería aspirar a una mayor implicación en los procesos de estabilidad y desarrollo, frente a situaciones de vulnerabilidad que estos dos países sufren, en especial Irak con la oleada de atentados terroristas y los continuos enfrentamientos sectarios. Respecto a la cuestión nuclear, hasta el momento los avances han sido escasos; con el anterior gobierno iraní fue una de las causas de especial  enfrentamiento, por lo que los primeros pasos dados por el nuevo dirigente iraní deben ir encaminados a la apertura de  vías de diálogo al respecto. No olvidemos que Rohani cuenta con una larga experiencia en dicha cuestión y que desde el punto de vista norteamericano se considera esencial ese diálogo sobre el programa nuclear, ya que el camino sin salida y la posibilidad de un enfrentamiento militar con Irán resultan a todas luces inútil.

3. Conclusiones

El gobierno de H. Rohani puede aprovechar los nuevos tiempos surgidos en estos últimos años tras la modificación de la política de EEUU en Oriente Medio y las repercusiones de los movimientos surgidos con la denominada Primavera Árabe de 2011. Las dos cuestiones en las que veremos el cambio que puede derivarse de este nuevo tiempo político persa son el programa nuclear iraní y los pasos que puedan darse en la guerra civil siria. La relajación en el régimen sancionador2 y el renovado papel del Grupo de los Seis3 debieran ayudar a este nuevo gobierno a hacer frente a las dificultades domésticas añadidas. La mejora de las relaciones de Irán con Israel así como con Arabia Saudí deben tener prioridad absoluta, ya que permitirían una mayor estabilidad regional. Por otra parte, países como China e India pueden ser valedores de la nueva política iraní y la necesidad de recursos energéticos concita una vía de diálogo regional muy interesante en cuestiones como el futuro de Afganistán y la estabilidad iraquí. Aunque creo que el gran dilema, tal y como he planteado al inicio de este documento, es cómo un país como Irán que tras el triunfo de la revolución islámica quedó aislado, puede  integrarse de nuevo y recuperar su status perdido en 1979. Cabe observar que la labor resulta ingente y harto complicada, sobre todo porque frente a la difícil situación internacional del régimen iraní –dentro de un régimen de sanciones-, se une  una compleja realidad doméstica que no permite la mejor de las actuaciones para el nuevo gobierno. Como bien se señala en uno de los múltiples artículos de prensa que se han publicado estos días al respecto, “se espera que este gobierno sea el de la sabiduría y la esperanza”.

Zaragoza a 17 de septiembre de 2013

1 Hasan Rohani fue secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional entre 1989 y 2005; lidera el equipo negociador iraní sobre el programa nuclear; bajo su liderazgo Teherán se adhirió al Protocolo Adicional del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Cuenta con una visión más liberal que sus dos oponentes en las elecciones del  14 de junio Sabed Jalili y Mohamed Bagher Ghalibaf (alcalde de Teherán); evidentemente pertenece al  régimen iraní.  
2 Desde junio de 2012, EEUU sanciona las transacciones de crudo a través del Banco Central de Irán, y desde julio del mismo año la UE ha dejado de comprar petróleo iraní y prohibido asegurar sus fletes.
3 Este grupo está conformado por los Cinco Miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, es el denominado G5+1. 


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