Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

28 de Noviembre de 2013

Interpretaciones que no ayudan a entender la radicalización violenta en España

Miguel Peco Yeste.
Licenciado en Psicología y Doctor en Paz y Seguridad Internacional por la UNED.

Un conocido think tank español ha publicado recientemente un estudio sobre radicalización yihadista que, por diversos motivos, ha tenido cierta repercusión mediática[1]. En él se obtienen algunas conclusiones interesantes, como que siete de cada diez individuos de la muestra analizada se radicalizaron total o parcialmente dentro de nuestras fronteras. O que los domicilios privados son un ámbito de radicalización tan relevante como los lugares de culto. Sin embargo, también hay conclusiones que tras la lectura en detalle del trabajo llaman la atención, como la aparente ausencia de individuos denominados “autorradicalizados” o la predominancia del patrón de reclutamiento conocido como top-down. El caso es que, por las razones que se explicarán a continuación, uno se pregunta si interpretaciones del fenómeno de radicalización, como la que parece estar implícita en dicho estudio, ayudan realmente a entender el problema del yihadismo en España, a pesar de su título.


Autorradicalización no es soledad, sino iniciativa.

La primera objeción está relacionada con el concepto de autorradicalización. El estudio concluye que en la muestra de individuos observada  “[…] no se aprecian casos de individuos radicalizados a sí mismos o autorradicalizados. El proceso de radicalización yihadista  […] se lleva típicamente en compañía de otros. Principalmente, bajo el influjo de agentes de radicalización […]”[2]. Véase que detrás de esta conclusión está la idea de autorradicalización como el proceso de radicalizarse a sí mismo, sin la influencia de otros. Y esto no es una postura ni acertada ni útil para entender el proceso de radicalización. De hecho, la radicalización siempre incluye, en mayor o menor medida, ambos aspectos, es decir, tanto la intervención del propio individuo como las influencias exteriores.

Efectivamente, la conducta es el resultado de un proceso de aprendizaje, donde se entrelazan de manera coordinada  los actos, pensamientos y sentimientos del individuo. Está gobernada hasta cierto punto por influencias exteriores pero, sobre todo, por percepciones y decisiones. Ambas, percepciones y decisiones, están a su vez moduladas por la propia historia de aprendizaje de dicho individuo. Y esto es aplicable también a la conducta radical violenta, exactamente en la misma medida que a cualquier otra conducta. Es cierto que siempre hay influencias, ya sean cercanas o remotas, reales o virtuales, que constituyen una referencia para el individuo y que pueden convertirse en modelos de conducta a seguir (de conducta violenta también). Son los llamados agentes de radicalización, tales como líderes carismáticos, amigos o familiares ya radicalizados, etc. Pero, al final, es el propio individuo quien toma la cadena de decisiones que le lleva a verse involucrado en actos violentos. Influencia exterior no es necesariamente manipulación y el individuo es siempre sujeto activo de su propio proceso de radicalización.

En definitiva autorradicalizacion, en su sentido correcto y útil, no es negar la presencia de agentes de radicalización, sino remarcar la importancia del individuo en su propio proceso de radicalización. Al mismo tiempo, también es restar importancia a supuestas prácticas de lavados de cerebro y manipulaciones exteriores, que, a pesar de la literatura al respecto, son mucho menos eficaces de lo que podría parecer.


Reclutamiento activo es compatible con buscar ser reclutado.

El uso de los términos top-down y bottom-up, en relación con supuestas modalidades de reclutamiento, tampoco parece ser adecuado. Los autores señalan que

      “[…] se distingue, en primer lugar, una modalidad de arriba abajo o top-down, que enfatiza la  
      actuación del agente de radicalización, quien lleva la iniciativa y busca a jóvenes musulmanes
      vulnerables a los que se aproxima, normalmente en ámbitos de congregación, para
      posteriormente atraerlos a círculos restringidos. Por el contrario, la modalidad de abajo arriba o
      bottom-up presupone que son los individuos, una vez radicalizados a sí mismos, quienes
      persiguen, en lugares propicios para ello, el contacto que requieren para implicarse.”[3]

La objeción que aquí se plantea está en el hecho de que los términos top-down y bottom-up, tal y como los utilizó Sageman, no son modalidades de reclutamiento, sino  una descripción teórica de los procesos generados por la interacción entre intentos de reclutamiento y actitud de los potenciales activistas a reclutar[4]. Además, y esto es lo más importante, dichos procesos no tienen porqué ser excluyentes, sino que habitualmente se dan al mismo tiempo.

Efectivamente, el proceso top-down hace referencia al papel activo de la organización a la hora de reclutar nuevos miembros. Este proceso es algo permanente y consustancial con la existencia de cualquier organización, puesto que el reclutamiento de nuevos miembros es crítico para su supervivencia. El proceso bottom-up, por su parte, se relaciona con la presión de simpatizantes deseando entrar en dicha organización, aunque sin saber muy bien ni cómo ni con quien contactar para ello. Es por tanto un proceso que también existe siempre, en mayor o en menor medida, en cualquier organización extensa que despierte simpatías. En cualquier caso, véase que los dos procesos son perfectamente compatibles y, de hecho, se dan al mismo tiempo en las organizaciones que nos ocupan e incluso en otras similares.

Concluir, por tanto, que el proceso de radicalización yihadista es un proceso “[…] cuya modalidad es, en la mayoría de los casos, de arriba abajo o top-down […]” no es correcto. En primer lugar porque mezcla radicalización con reclutamiento, que no es lo mismo ni mucho menos. En segundo lugar, porque sólo resalta una obviedad, a saber, que el proceso top-down –un intento activo de reclutamiento, en definitiva- se da siempre en cualquier organización preocupada por su supervivencia. Y en tercer lugar, porque induce a entender que hay escasa presión de simpatizantes intentando afiliarse a la organización, y que los terroristas tomados como muestra han sido el fruto del duro trabajo de un supuesto reclutador sobre jóvenes vulnerables. Véase que el trasfondo de este asunto es similar al del apartado anterior, cuando se hablaba de autorradicalización: apoyar con conceptos de interpretación discutible la existencia de posibles prácticas de lavados de cerebro y manipulaciones exteriores, de las que no hay evidencia científica en absoluto, como el propio autor de referencia (Sageman) afirma[5].

Terroristas convictos son radicales, pero no todos los radicales son necesariamente  terroristas convictos.

Finalmente, se estima que la pretensión del trabajo, a tenor de su título, supera en mucho al estudio que se ha llevado a cabo e induce a error. Es un aspecto en principio menor, pero que teniendo en cuenta el prestigio de sus autores, el renombre del instituto que lo edita, y el tipo de audiencia que normalmente lee trabajos similares, debería haberse cuidado un poco más. La muestra de individuos tomada para llevar a cabo el estudio son los condenados por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista, o muertos por acto de terrorismo suicida en España, entre 1996 y 2012.  Aunque es verdad que a lo largo del texto del  trabajo se señala repetidamente esta circunstancia, se echa de menos alguna alusión a que dicha muestra no tiene porqué ser representativa del problema de la radicalización yihadista en España. En pocas palabras, considerar a terroristas convictos como muestra representativa para estudiar el proceso de radicalización es lo mismo que considerar a asesinos convictos como muestra representativa para estudiar el fenómeno de la criminalidad. Es cierto que alguna relación hay, pero también surgen muchas dudas acerca de la validez de dicha muestra a la hora de extrapolar conclusiones.

A modo de conclusión.

Pero lo más preocupante no es la relevancia académica y científica que dichas interpretaciones puedan tener, o el impacto adicional que pueda conllevar el estudio gracias a un título llamativo. Lo realmente preocupante es la arraigada convicción subyacente a todo ello, esto es, que la primera y principal causa de los fenómenos de radicalización y terrorismo es la intervención deliberada de líderes de difusas organizaciones, escondidos en recónditos lugares, manipulando influencias en favor de oscuros intereses. Esta convicción, aun estando fundada en ciertos casos, se queda corta para dar cuenta del caso español, que es mucho más complejo. Es más, enmascara uno de los riesgos más inquietantes en cuanto a la radicalización en España, que es la masa latente de jóvenes (y menos jóvenes), alentados por ideologías y/o credos excluyentes, que buscan la ocasión oportuna para hacer “méritos” por su cuenta. En definitiva, que independientemente del valor que pueda tener este estudio en otros aspectos, la interpretación del fenómeno que en él parece implícita no ayuda ni a entender ni a afrontar el problema de la radicalización yihadista en España en toda su complejidad. Ni tampoco otros tipos de radicalización, dicho sea de paso.

28 de noviembre de 2013


[1] García Calvo, C. y Reinares, F. (2013). Procesos de radicalización violenta y terrorismo yihadista en España: ¿cuándo? ¿dónde? ¿cómo?. Real Instituto Elcano, documento de Trabajo 16/2013. Disponible en: http://www.realinstitutoelcano.org/wps/wcm/connect/a6b75f8041dfd3d9bf9effc7c0642f11/DT16-2013_Reinares-GciaCalvo_radicalizacion_terrorismo_yihadista_espana.pdf?MOD=AJPERES&CACHEID=a6b75f8041dfd3d9bf9effc7c0642f11

[2] Ibid, (p.20)

[3] Ibid, (p.17)

[4] Sageman, M. (2004). Understanding terror networks. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.  En concreto, en el capítulo cuatro se dice (p.110): “Instead of a top-down process of the terrorist organization trying to recruit new members, it was a bottom –up process of young people volunteering to join the organization. (…) Of course, it was a chance phenomenon.”. Más adelante, en p. 122, se afirma que “the process of joining the Jihad, however, is more an bottom-up than a top-down activity” al tiempo que utiliza una metáfora para sugerir que el papel del reclutador estaría mas relacionado con “[…] evaluation and selection more than marketing.”

[5] Ibid, (p.124)

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