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Observatorio PSyD

El observatorio opina

24 de Septiembre de 2014

El presupuesto en defensa: entre el estoicismo y la base cero

Jesús A. Perdices Mañas
Unidad de Programación y Seguimiento.
Dirección General de Asuntos Económicos. Oficina Presupuestaria

Es conocido y repetido el dicho: “la esperanza es lo último que se pierde”. Ello nos permite seguir especulando y resistir las adversidades mientras esperamos tiempos mejores. Sin entrar a definir que entenderíamos por tiempos mejores, puesto que ahora  a las dificultades se las considera oportunidades para repensar y evaluar las opciones alternativas para evolucionar. Lo que está claro que debemos evitar, mientras nos mantenemos aferrados a la esperanza, es la inacción.

El caso que hoy nos ocupa se ha convertido en una constante desde que se intuía la crisis económica de nuestros días. Y no es otro más que la minoración de las disponibilidades de recursos financieros para la Defensa Nacional. Comenzó con la Caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, que implicó un sentimiento generalizado a nivel de Occidente sobre la necesidad de disminuir los recursos destinados a la defensa para orientarlos al desarrollo y a políticas sociales que permitieran una consolidación del Estado del Bienestar en unas sociedades con una alta tendencia al envejecimiento. La crisis no hizo más que acelerar las reducciones presupuestarias.

Además, aparecieron las denominadas amenazas asimétricas y no convencionales que nos obligaron a identificar riesgos y amenazas y las formas de neutralizarlas. Junto con las capacidades convencionales ahora hay que incorporar o potenciar otras, sin olvidar a las primeras.

En el caso de España nos estábamos embarcando en la investigación y desarrollo de un conjunto de proyectos de equipos y sistemas que permitieran la modernización de las Fuerzas Armadas, así como un impulso a la industria de defensa. Esto estaría relacionado con el concepto de “soberanía operativa” que hemos expuesto en ocasiones anteriores. Mientras las amenazas son cambiantes, el dimensionamiento de las capacidades clásicas está condicionado por programas de armamento de grandes dimensiones y dilatados en el tiempo.

Ambos factores nos llevaron a pensar que tarde o temprano la situación de restricción financiera tendría que revertirse como consecuencia de la necesidad que asumimos de los niveles de gasto en defensa como indicador de las capacidades que dicho gasto nos proporciona; es decir, hemos venido considerando impensable mantener una tendencia decreciente de financiación de la defensa pues esto indicaría que perdemos capacidades defensivas y ofensivas. Como se suele decir, hemos ido aguantando el tirón e intentando mantener todo en mayor o menor medida. Sin embargo, la situación no ha cambiado, es decir, las reducciones van a continuar. La estructura de los gastos de defensa es bastante rígida por los siguientes motivos: los gastos de personal (capítulo 1) absorben unas proporciones que el año 2014 alcanzaban el 77% del crédito inicial del departamento; los gastos corrientes (capítulo 2), agua, luz, comunicaciones, dietas, servicios exteriores, etc., están alcanzando cotas de reducción que les hacen bastante inflexibles en el corto plazo; las inversiones (capítulo 6) ya sean nuevas inversiones o mantenimiento de las existentes son las únicas que permiten reducción, llegando a representar en 2014 tan sólo el 7,7 % del presupuesto.

El Acuerdo de Consejo de Ministros de 27 de Junio plantea un escenario económico para 2015 en el que establece una reducción del límite de gasto no financiero del 3,2% con respecto a 2014. Si tenemos que aplicar una reducción al menos de esta cifra sobre la dotación inicial del presupuesto de defensa de 2014 (5.742.936,39 miles de €), de acuerdo con el esquema expuesto de distribución de los fondos, es inmediato señalar que el capítulo dedicado a inversiones (nuevas y sostenimiento) va a ser el más afectado. Tenemos varias opciones, pero simplificando valoraríamos dos: 1. Continuar intentando ir a por todas y sostener todos los elementos de la estructura; 2. Decidir cuáles son los niveles (crítico, mínimo, óptimo) para las adquisiciones y los sostenimiento de los equipos y sistemas en funcionamiento, partiendo de un análisis de todos los elementos que pueden dar cobertura a cada una de las capacidades.

La primera opción nos llevaría a intentar mantener todo de una manera menos ambiciosa. Ventajas: alcanza a todos los equipos y sistemas de armas. Desventajas: dado que la situación va a prolongarse en el tiempo, podemos dedicar recursos escasos (financieros) a algo que vamos a tener que abandonar en el corto/medio plazo, con el perjuicio que ello puede suponer para otras opciones alternativas (costes de oportunidad).

La segunda opción es más complicada (¿quién dijo fácil?) puesto que nos llevaría a realizar un análisis exhaustivo de todas y cada una de las capacidades y los sistemas que contribuyen a obtenerlas. Es lo que se conoce como partir de cero y por ello a nivel de presupuesto se conoce como Base Cero. Implica establecer indicadores para seguimiento de cobertura operativa y financiera. En el medio/largo plazo permitiría garantizar no sólo los niveles críticos sino también los mínimos, y, en algunos casos, los óptimos. Supone redibujar las dimensiones de la defensa partiendo desde la base, estudiando lo que se necesita y determinando lo que se puede obtener y sostener, en coherencia con la tendencia del recurso financiero que va a ser destinado a tal finalidad. Implica decidir prescindir, en el corto plazo, de algunos tipos de plataformas y sistemas de armas en beneficio de otros. Conlleva evitar el uso improductivo de recursos financiero hacia elementos que no van a sobrevivir en el medio plazo.

Por ello el título que proponemos: estoicismo, como actitud de resignación y resistencia ante las adversidades del devenir cotidiano (financiero en este caso); Base Cero, como acción ante la tendencia decreciente del recurso financiero dispuesto hasta ahora y por asignar en los próximos años para la Defensa Militar.

Madrid, 8 de julio de 2014


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