12 de Noviembre de 2014
El presupuesto: de los tiempos, los presentes.
Jesús A. Perdices Mañas
Dirección General de Asuntos Económicos. Oficina Presupuestaria
Quien más quien menos conoce o ha practicado lo que los anglosajones denominan shopping. Probablemente la actuación más igualitaria en el mundo: mujeres-hombres, solteros-casados, todas las razas, todas las religiones (incluido el IS y los ateos) y demás, empujando un objeto metálico o de plástico con ruedas llamado “carrito de la compra”; con sólo una condición: disponer de moneda de curso legal o crédito bancario, que ejercen de contrapartida en este trueque.
Podemos partir de la elaboración de una lista, más o menos detallada, o dejarnos llevar por la intuición. El caso es que llegados al hipermercado procedemos a llenar nuestro “carrito de la compra”. Hasta que consideramos que es hora de volver a casa y dar por finalizada la compra.
El cuello de botella se produce en la “línea de cajas”. En la espera, si nos fijamos un poco (tratando de evitar el tedio de la espera), podemos observar como algunos compradores proceden a cuestionar a la cajera/o sobre el precio de algunos artículos, tomando entonces la decisión de comprarlos o dejarlos en el local. En otros casos establecen a la cajera la condición de avisar cuando la suma del valor de los productos llegue a determinada cuantía. Es decir, en todo caso tenemos una limitación al alcance de la compra derivada de condicionantes financieros.
Cuando la situación de nuestra pequeña e insignificante economía viene sufriendo una tendencia al decrecimiento del poder adquisitivo; cuando vamos observando que nuestras posibilidades de tener un excedente financiero no solo se reducen sino que empezamos a percibir la necesidad de elegir entre opciones, en cuanto a productos-servicios del ámbito del ocio; cuando vamos consumiendo nuestros excedentes logrados en la época de las “vacas gordas”…sólo nos queda lo que se viene denominando “racionalización del gasto”, aunque es más bien un “racionamiento” en el gasto. Esto es, debemos sólo tender a gastar en productos de primera necesidad o supervivencia, aplazando los “excesos” para el momento en que dispongamos de “excedente” financiero.
Nadie en su sano juicio se dedicaría a comprar “lujos-caprichos” cuando los suyos o él mismo apenas tienen “pan y agua” con el que sustentarse. Ya vendrán tiempos mejores o precios mejores; como decía mi abuela: “cuando lo coman los soldados”, en referencia a que los precios de ciertos productos tendrían que rebajarse hasta un nivel asequible para poder pagarse con lo asignado para el rancho de la tropa. En fechas significativas, quizá nos pudiéramos permitir un “exceso”; con los riesgos de coste de oportunidad que puede afectarnos en el futuro no tan lejano sobre los bienes de primera necesidad.
Nuestro “carrito de la compra” necesitará ser filtrado en el momento previo al pago en la “línea de cajas”, discriminando aquellos productos de supervivencia y descartando aquellos que no lo son. Esperaremos a “tiempos mejores” para poder demandar y adquirir los productos también necesarios, pero no imprescindibles; cosa que en nuestra actual crisis parece que se va a hacer desear, sobre todo si se confirman las peores expectativas de la tercera recesión en Europa. Y eso sin superar las anteriores que fueron consecuencia, dicho sea de paso y entre otras causas, del empeño de los dirigentes de muchos (por no decir todos) países de la Unión en gastar a cuenta. Hasta que ha sido insoportable el coste del crédito y la credibilidad de las economías para devolver el principal.
Esto vale para todas las administraciones públicas y en particular para el departamento de Defensa. Se busca más el alertar sobre la necesidad de establecer con claridad las necesidades de subsistencia, antes que dar lecciones sobre cómo adquirir nuevos equipos y sistemas de armas. Ya lo hemos señalado en otras ocasiones, refiriéndonos a los condicionantes de Contabilidad Nacional y déficit público (no confundir con deuda pública): podemos encontrarnos con programas importantísimos para nuestras capacidades de defensa militar que no pueden ser utilizados; mientras que caemos en el riesgo de perder también nuestras actuales capacidades por haber sobreestimado nuestra capacidad y posibilidades de financiación de su mantenimiento.
Una vez superada esta crisis y pagadas las “deudas” (Programas Especiales y otros), podremos pensar en emplear el exceso de financiación que nos pueda quedar; pero siempre mirando a la próxima crisis, que llegará indefectiblemente (están referidas hasta en la Biblia, desde el Antiguo Testamento –memoria histórica-). La cuestión no es tanto el problema planteado de recorte financiero para opciones que superan nuestras capacidades económicas, sino nuestra capacidad de discernimiento en cuanto a qué debemos poner por delante en la “línea de caja” (priorizar) antes de que el crédito financiero se agote. Porque, como el honor en la Guardia Civil: “una vez perdido, no se recobra jamás”.
Madrid, 12 de noviembre de 2014
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