Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

Español English

Observatorio PSyD

El observatorio opina

27 de Octubre de 2017

El futuro de la defensa europea: elegir o refundar

Miguel Peco Yeste
Doctor en Seguridad Internacional.
Profesor asociado de Geopolítica y Estrategia en la Universidad Complutense de Madrid.

Desde la entrada en vigor del tratado de Maastricht, en 1993, una defensa europea autónoma ha sido algo parecido a morirse e ir al cielo: está bien cuando llegue, pero no hay prisa. Aunque un eventual ejército europeo constituiría la prueba definitiva de que el experimento de la Unión habrá funcionado, los socios europeos se resisten a ceder el que para muchos constituye el último baluarte de soberanía. Esta situación, a pesar del compromiso de Saint-Malo, los acuerdos Berlin Plus, el tratado de Lisboa y otros hitos importantes, se ha mantenido sin cambios cualitativos durante más de veinte años.

Sin embargo, acontecimientos como el Brexit, junto con la postura de la nueva administración Trump, están provocando auténticas turbulencias en la complicada arquitectura de la defensa europea, quizá más allá de lo que resulta evidente, y podrían acelerar la toma de decisiones al respecto. Así, parece claro que la salida del Reino Unido de la UE va a suponer el desbloqueo de determinadas iniciativas en el ámbito de la Política Común de Seguridad y defensa (PCSD) y, por tanto, es previsible que en un futuro próximo afloren estructuras que permitan una mayor capacidad en cuanto a la conducción de operaciones militares de manera autónoma. Ahora bien; esto, que puede ser una buena noticia para los defensores a ultranza de la PCSD, no es necesariamente lo mejor para el conjunto de la defensa europea. La defensa europea, tal y como está articulada en la actualidad, es un asunto de suma cero: o se basa en la OTAN o se basa en la PCSD; y el resto de opciones llevan inexorablemente a duplicidades. Dicho con otras palabras: profundizar en la PCSD, en las circunstancias actuales, implica necesariamente entrar en conflicto con los compromisos con la Alianza, por mucho que se hable de compatibilidad.

Por poner un ejemplo, la recientemente creada capacidad militar de planeamiento y ejecución de operaciones militares en el Estado Mayor de la UE está compuesta inicialmente por 25 personas, mientras que su equivalente en la OTAN –el Supreme HQ Allied Powers Europe (SHAPE)- tiene alrededor de 800. Es más que dudoso que la UE pueda tener la misma capacidad de conducir operaciones militares sin estructuras similares a las de la OTAN, salvo que el nivel de ambición de la primera quede fuertemente restringido. Por otro lado, acudir a mecanismos como los acuerdos Berlin Plus tampoco es una opción factible, salvo que se asuma el riesgo de perder autonomía en los procesos de planeamiento y control en el nivel estratégico militar. Finalmente, aunque podría parecer que la declaración conjunta UE-OTAN de julio de 2016 constituye un paso adelante, lo cierto es que ninguna de las 42 propuestas anunciadas con posterioridad están dirigidas a evitar la mencionada duplicidad de estructuras en caso que se decida avanzar en la conducción autónoma de operaciones desde la PCSD.

Dicho lo anterior, el problema aparece cuando se constata que profundizar en la PCSD, a costa de la OTAN, no es un deseo compartido entre los socios europeos. La apuesta por la PCSD puede estar clara en países como Alemania, pero no refleja ni mucho menos el sentir general. Cuando la canciller Merkel afirmaba tras la última cumbre del G7 que ya no podíamos confiar en nuestros aliados, poniendo las futuras relaciones con Rusia al mismo nivel que con los EEUU o el Reino Unido, hablaba más como alemana que como europea. Por motivos evidentes, algunos países del este de Europa, como Polonia o las repúblicas bálticas, difícilmente renunciarán al amparo de la OTAN –es decir, de los EEUU- en favor de una todavía incierta PCSD. Mención expresa merece el caso español, donde una defensa europea desvinculada de la influencia de los EEUU haría entrar en conflicto la tradicional dualidad en cuanto a vocación atlántica y europea, creando además un considerable dilema en términos prácticos.

En estas circunstancias, la presión por parte del presidente Trump para alcanzar el 2% del PIB en gastos de defensa, con la finalidad de incrementar las aportaciones a la Alianza, podría contribuir definitivamente la anterior polarización de posturas. El argumento es el mismo: con la actual arquitectura de defensa europea, más OTAN implica menos PCSD. Para algunos, esta imposición podría constituir la gota que colma el vaso para decantarse definitivamente por una defensa europea autónoma. Para otros, su particular análisis geoestratégico no arroja alternativa a la alianza con los EEUU. De este modo, la postura norteamericana constituye un auténtico catalizador a la hora de adoptar posiciones en uno u otro sentido por parte de los socios europeos, lo que por otro lado no deja de estimular en algunos la imaginación acerca de los verdaderos propósitos del nuevo mandatario norteamericano.

En cualquier caso, la crisis está servida. Si hasta ahora ha existido un auténtico orden dentro de la defensa europea, capaz de acomodar de una manera u otra a todos los Estados miembros, es dudoso que este acomodo se mantenga en caso de pretender profundizar en la PCSD en detrimento de la OTAN. Las soluciones no pasan por tensar la cuerda con mecanismos de cooperación estructurada permanente o con hipotéticos liderazgos franco-alemanes que, en definitiva, van a forzar a tener que elegir entre un camino u otro. Por el contrario, son necesarias soluciones integradoras y, sobre todo, un replanteamiento de los términos en los que concebimos la defensa y los ejércitos. En este sentido, no hay que olvidar que los ejércitos nacionales son instituciones relativamente modernas, y que quizás los europeos hemos sido hasta ahora demasiado presuntuosos al denominar “arquitectura” de seguridad y defensa a lo que sólo ha sido poner piedras unas encima de otras. Como consecuencia de ello, cuando se quita una de las de abajo el resto se caen. Solas o a poco que soplen vientos que, como el cierzo, vengan más o menos del oeste.

27 de octubre de 2017


















Descargar documento en PDF:

‹ volver

Cátedra Paz, Seguridad y Defensa - Universidad de Zaragoza Gobierno de España - Ministerio de Defensa