21 de Diciembre de 2012
El fin de la misión en Afganistán y el futuro de la cooperación española.
Laura Caldito
Redactora de Defensa. Europa Press
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Las tropas españolas comenzarán en las próximas semanas el repliegue de Afganistán, que se espera completar a finales de 2014, tal y como han decidido los países que participan en la Fuerza Internacional de Apoyo a la Seguridad para Afganistán (ISAF).
Empezarán entonces los primeros convoyes que añadirán dos dificultades a la misión de los militares españoles: el reto logístico de desmontar los puestos avanzados de combate para traer a España todo lo que se pueda aprovechar y el riesgo que supone el repliegue, que en una primera fase será por carretera.
Aunque el calendario que marcó el anterior Gobierno establecía que a finales de 2013 continuara en Afganistán el 50% del contingente –de unos 1,500 hombres y mujeres-- el ministro de Defensa, Pedro Morenés, ha adelantado que, si la situación continúa como está, es muy probable que este mismo año se finalice todo el repliegue de la provincia de Badghis, donde ahora mismo está el grueso del contingente, lo que supone que en 2014 los relevos lleguen sólo al 25% aproximadamente.
Ese año acabará la misión internacional que más esfuerzo ha exigido a las Fuerzas Armadas españolas, pero también a los contribuyentes. El coste de esta misión comienza por los 99 militares y guardias civiles y los dos intérpretes que han muerto durante los más de diez años de presencia española en Afganistán.
Pero, además, los españoles habrán contribuido con más de 3.500 millones de euros al compromiso internacional de llevar la estabilidad a un país que acumula décadas de conflictos.
A esta cantidad hay que sumar también los más de 61 millones de euros aportados de manera bilateral por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID) y los 132,5 millones a través de fondos multilaterales, entre los años 2006 y 2011.
Desde que comenzara sus actividades en 2006, la cooperación española ha rehabilitado 160 kilómetros de carreteras de la provincia de Badghis –donde ha llevado a cabo todos sus trabajos a través del componente civil del Equipo Provincial de Reconstrucción-- y ha pavimentado 8 kilómetros de calles de Qala-i-Naw, la capital. También ha construido tres institutos de educación secundaria, siete clínicas rurales y un pabellón materno-infantil en el hospital de Qala-i-Naw, que ha rehabilitado, entre otros proyectos.
Cuando hace unas semanas, un grupo de periodistas preguntaba al vicegobernador de Badghis, Alhaj Abdul-Ghani Saberí, por los beneficios de la presencia española, el dirigente nos invitaba a mirar por las ventanas de la sede del Gobierno –que ocupa la antigua base española en la ciudad-- e insistía en que Qala-i-Naw había dejado de ser “la ciudad del polvo” gracias a los trabajos en las calles, en las que la canalización -obra de los españoles- también ha permitido paliar el “mal olor”. “Nuestra vida ha mejorado mucho y mientras todo esto esté en pie, seguiremos recordando a los españoles”, decía, al despedirse.
Y este detalle no es baladí. “Mientras todo esto siga en pie”. ¿Qué ocurrirá con el desarrollo que ha llevado la presencia española a una de las provincias más pobres de Afganistán?
Uno de los problemas a los que se han enfrentado en su misión militares y civiles es precisamente el mantenimiento y la conservación de las mejoras que se han ido haciendo.
Un ejemplo está en el trabajo de los equipos de cooperación cívico-militar, en los que
militares llevan a cabo proyectos de impacto rápido, fundamentalmente pozos y neveros con los que se trata de facilitar el acceso al agua de la población. En total, han sido 344 proyectos con un coste de más de cinco millones de euros. Sin embargo, los militares se lamentan de lo poco que duran en algunas ocasiones los pozos que ellos han instalado y, después, arreglado.
Una vez finalice la misión ISAF, Defensa ha garantizado que España seguirá colaborando con el esfuerzo de los aliados para que los resultados –pocos o muchos, según quien los valore-- no se vuelvan atrás.
En principio, la OTAN ha pedido a España 30 millones de euros anuales para financiar las fuerzas de seguridad afganas. En la cumbre de Chicago del pasado mayo, la Alianza Atlántica fijó en 4.100 millones de dólares la factura anual de este apoyo al Ejército y la Policía afganas.
Todavía está por ver, además, cuál será la presencia militar aliada en Afganistán en ese post-2014, ya que se da por hecho que continuará en algunos puntos estratégicos, entre los que se encuentra Herat, cuyo aeropuerto militar y civil gestiona España.
Y así, mientras comienzan a diseñarse los planes militares para cuando ISAF eche el cierre, la cooperación parece querer adelantarse en el proceso de hacer las maletas.
Las pistas las ha dado el borrador del Plan Director de Cooperación Española 2013-2016, que deberá aprobar próximamente el Gobierno, y del que ha desaparecido Afganistán como país objetivo de la ayuda oficial al desarrollo del Gobierno.
Hasta ahora, Afganistán era un país prioritario para la cooperación española, que en su Plan Director 2009-2012 lo incluía en el grupo de países de “asociación focalizada”, con un compromiso para esos años de 220 millones de euros, de los que ya se han ejecutado algo más de 195 millones. Para 2012, el programa de cooperación bilateral española se fijaba en 5 millones.
Pero a partir de 2013 Afganistán ya no estará en el foco de la ayuda oficial al desarrollo. Hace unas semanas, el director de la AECID, Juan López-Dóriga, confirmaba que el Gobierno va a iniciar la fase de “transferencia” de los proyectos impulsados por la cooperación española a las autoridades afganas.
El ejemplo más paradigmático es el del hospital de Qala-i-Naw, rehabilitado y equipado por la cooperación española y cuya gestión y financiación va a ser traspasada de manera progresiva al Gobierno afgano.
López-Dóriga aseguró que se continuará contribuyendo en los próximos años, pero ya no con Afganistán como país objetivo. De hecho, los algo más de 20 millones que se comprometieron en 2006 y que quedan por ejecutar se van a canalizar a través de organismos internacionales, como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial o a través de fondos multidonantes.
Afganistán no es el único país que desaparece del mapa para la cooperación española. Argelia, Siria, Túnez, Egipto, Jordania, Irak y Líbano han seguido el mismo camino en la reestructuración de la ayuda oficial al desarrollo, que pasa de los 50 países objetivo a un máximo de 23, la mayoría en América Latina y Caribe.
Con independencia de la crítica que pueda hacerse a esta decisión de alejarse de una región que está en plena ebullición, el carpetazo a Afganistán resulta especialmente cuestionable.
Desde luego, no me parece coherente con el esfuerzo que ha hecho España durante estos años. La crisis obliga, por supuesto, a marcarse objetivos menos ambiciosos, pero no creo que haya justificación a olvidar así, y tan pronto.
Además, al margen de las cuestiones de índole humanitaria, hay otra razón para mantener la ayuda al menos dos años más: la seguridad de las tropas.
El propio ministro de Defensa, Pedro Morenés, así lo ha subrayado, desvelando además la presión de su Departamento sobre Exteriores para que la cooperación española no se marche antes que los soldados. En un país en el que las fidelidades cambian tan radicalmente como la meteorología, la ayuda humanitaria contribuye mucho a la seguridad de los militares.
Madrid, Diciembre de 2012.
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