Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

14 de Octubre de 2013

El dilema de Egipto: dictadores o islamistas

Javier Jiménez Olmos
Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED
Coronel del Ejército del Aire en la reserva
Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz” de Zaragoza

El 30 de junio de 2012, Mohamed Morsi, presidente del Partido Libertad y Justicia fundado desde la Cofradía de los Hermanos Musulmanes, es proclamado presidente de la República Árabe de Egipto tras ganar unas elecciones democráticas reconocidas como limpias por la comunidad internacional. Un año después comenzaron las movilizaciones masivas en todo el país para protestar contra la política económica, el acaparamiento de poder por parte de los Hermanos Musulmanes y el consiguiente intento de islamizar Egipto a través de una constitución de corte islamista.

El primero de julio de este año (2013) las Fuerzas Armadas, atribuyéndose el sentir de todo el pueblo egipcio, dieron un plazo de 48 horas para que Morsi dimitiera y se formara un gobierno provisional para la convocatoria de elecciones generales. El 3 de julio los militares cumplieron sus amenazas y, mediante un golpe de Estado, depusieron a Mohamed Morsi. 

Los Hermanos Musulmanes han sido represaliados durante décadas, principalmente en los cincuenta y los sesenta. Parte de la sociedad egipcia los ha repudiado y otra los ha apoyado. Pero, durante el período de la presidencia de Mohamed Morsi, la polarización ha llegado a su límite. Las reformas constitucionales que intentaban islamizar el Estado han provocado que los militares hayan reaccionado destituyendo al presidente Morsi. Con la excusa del creciente descontento popular, han tomado el poder, han ilegalizado a los Hermanos Musulmanes, han encarcelado a sus dirigentes y han confiscado todos los bienes de la Cofradía. Los militares han asegurado que restablecerán el orden democrático mediante la convocatoria de elecciones.

Amur Musa, ex secretario general de la Liga Árabe es el presidente de la Asamblea Constituyente compuesta por cincuenta miembros encargados de redactar un nuevo texto constitucional, alejado de planteamientos islamistas radicales, en el plazo de dos meses. Un proyecto constitucional para todos los egipcios que estará, sin embargo, tutelado por el Ejército que, sin duda, tratará de no perder su influencia y privilegios.

La mayoría de los líderes de los Hermanos Musulmanes se encuentran ahora bajo arresto. Tres meses después del golpe militar están acorralados y condenados a la clandestinidad. Sin embargo, no es algo nuevo en su historia: desde esa clandestinidad consiguieron ganar unas elecciones.

Los Hermanos Musulmanes

El islamismo es un  movimiento político fundamentado en la religión que se reactiva en el mundo musulmán por el fracaso de otras ideologías, como la socialista, y la reacción contra regímenes laicos y sus aliados occidentales, principalmente Estados Unidos, a los que culpan del retraso del Islam. El fundamentalismo se  refiere al retorno a las fuentes religiosas y el integrismo considera inalterable la doctrina religiosa. A veces, esos términos se confunden para calificar a todo el islamismo de fundamentalista o integrista.


El islamismo es un movimiento que abarca lo individual y lo colectivo, que tiene el Corán y la tradición (sunna) como fuentes de saber y norma de vida (sharia), su objetivo final es la unidad de toda la comunidad musulmana (umma). El desvío de todos estos conceptos es, según el islamismo, la causa principal de la crisis del Islam.

El islamismo contemporáneo tiene dos corrientes principales: el wahhabismo y el salafismo. La primera surge en la península arábiga contra el imperio otomano y es adoptada por la dinastía Saud. La segunda es una respuesta contra Occidente imperialista y preconiza el seguimiento de las virtudes del Profeta Mahoma como modo de combatir el retraso de los musulmanes.

Los salafistas son los inspiradores de los Hermanos Musulmanes. En 1928 Hassan al-Banna funda la Cofradía, que en 1946 ya contaba con más de un millón de afiliados. Desde el principio el poder fue hostil con los Hermanos Musulmanes, y en 1948 disolvió el grupo, asesinando al año siguiente a su fundador al-Banna. El nacionalismo de Nasser los envió a la clandestinidad y algunos de sus dirigentes fueron encarcelados, como el caso de Sayyid Qutb, que fue ejecutado en 1966. Estos hechos produjeron la radicalización de algunos elementos del grupo. Los regímenes autoritarios de otros países musulmanes también los han perseguido, como ha sucedido en Siria, Irak, Argelia o Túnez. Con el presidente Sadat en 1971 comenzaron a ser tolerados ya que los nacionalistas estaban muy debilitados a raíz de la derrota militar en la “guerra de los seis días”  de 1967 contra Israel.

Los principios de los Hermanos Musulmanes se han basado en los siguientes postulados:
  - El Islam es un sistema que abarca todos los órdenes de la vida
  - El rechazo a la violencia como forma para conseguir cambios políticos
  - La aceptación el sistema democrático
  - El apoyo a los movimientos de resistencia contra las fuerzas de ocupación

Egipto clave en Oriente Medio

Egipto es una pieza fundamental en todo el entramado geopolítico de Oriente Medio. Nadie quiere experimentos que puedan conducir a un Estado islámico. Un modelo que por el momento sólo ha conseguido Irán. En la Turquía de Erdogan, a pesar de sus devaneos islamistas, no parece que los radicales puedan conseguir imponer un Estado islámico. Aunque musulmanes, ni Turquía ni Irán son países árabes; Egipto sí los es, con la mayor población de todos esos países (mas de 80 millones) y con una gran tradición de liderazgo, lo que sí que puede representar una amenaza para la visión geopolítica occidental e israelí caso de convertirse en un Estado islámico.

Demasiado riesgo un Estado suní islámico, un ejemplo que otros podrían seguir en el Magreb y Oriente Medio. Aunque Arabia y las petromonarquías del Golfo ya son de hecho Estados islámicos no gozan del apoyo popular musulmán y son regímenes demasiado entregados a los intereses occidentales según la percepción de los islamistas; además su población no es lo suficientemente grande para tener efecto sobre el resto del mundo árabe. Por lo tanto, a pesar de sus radicales formas de interpretar el Islam, no son un factor de riesgo para la estabilidad en Oriente Medio.

Egipto es clave para los Estados Unidos y para la paz en Oriente Medio. Por el Canal de Suez transitan no sólo mercancías y petróleo, sino las naves de guerra y portaviones de la marina norteamericana que le garantizan actuar con rapidez tanto en el Mediterráneo como en el Golfo Pérsico.

La suspensión de las ayudas   Occidente ha reaccionado con cautela ante el golpe militar que ha derrocado a Morsi, algunos dirigentes  no se atreven ni tan siquiera a emplear ese vocablo para calificar la toma del poder por parte de los militares. Pero hay que aparentar disgusto, aunque sólo sea para no descontentar en demasía a los musulmanes y a las opiniones públicas occidentales que exigen coherencia en el tratamiento de los dictadores. Mientras se consienten y apoyan a las dictaduras de la península arábiga y similares en otros lugares del mundo musulmán, se condena a los Hermanos Musulmanes en Egipto.  

Por ello, Estados Unidos ha anunciado la suspensión de la ayuda militar a Egipto con excepción de la destinada a operaciones antiterroristas en el Sinai; lo que sería demasiado para la tranquilidad de sus incondicionales aliados israelíes. La entrega de tanques, aviones de combate y helicópteros se verá afectada por estas restricciones. Doble jugada norteamericana, por una parte Egipto puede ver restringida su capacidad militar, lo que favorece a Israel, sobre todo en el caso de que se revertiera la situación y volvieran los islamistas de Morsi; por otra, un aviso a los militares egipcios para que mantengan su docilidad y fidelidad a los intereses norteamericanos, y se den cuenta de que sin su ayuda no son nada.

La cuantía de la reducción supone unos 260 millones de dólares sobre los 1.300 millones anuales previstos. La suspensión de la entrega de carros de combate Abrahams, aviones F-16, misiles Harpoon  y la congelación de transferencias en dinero efectivo al Gobierno de los militares es significante, aunque la ayuda a programas de entrenamiento militar (casi un millar de militares profesionales se forman y entrenan en los Estados Unidos) y sanidad pública continuarán a expensas, según el anuncio de la Casa Blanca, de la evolución democrática del gobierno del General  al-Sisi.
Esa ayuda millonaria se destina en un 80% a gastos militares, su reducción es una  advertencia al gobierno de El Cairo para que reconduzca su política represiva, pero además constituye un gran desequilibrio con respecto a la ayuda proporcionada a Israel, que ya recibe más del 60% del total de la que Estados Unidos destina a otros países.

Por otra parte, no parece que algunas empresas de armamento norteamericanas vayan a estar muy felices con la decisión del presidente Obama de recortar ayudas a El Cairo. La Lockheed Martín realizó un contrato para vender los aviones F-16, cuya entrega se va a demorar, por un importe de 2.500 millones de dólares, por lo que la poderosa compañía pude presionar para que se cumpla el contrato, a no ser que ya haya recibido el importe desde la Administración norteamericana.

Para el gobierno egipcio, según comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores, la decisión del recorte de ayuda les parece errónea, aunque en el lenguaje diplomático la protesta no parece advertencia o amenaza que pueda afectar a los planes norteamericanos.

La batalla por el poder

La batalla por el poder entre militares y Hermanos Musulmanes ha sido constante en todo este proceso. El 18 de noviembre de 2011 el Consejo Superior de la Fuerzas Armadas, que legalmente ejercía la presidencia en funciones, presentó una propuesta mediante el cual dicho Consejo nombraría ochenta miembros para redactar una nueva constitución. El objetivo era proteger los privilegios de las Fuerzas Armadas para mantener en secreto los presupuestos militares e impedir la intromisión del poder civil en los asuntos militares. Propuesta muy contestada, no sólo desde las fuerzas islamistas sino también de otros sectores sociales.

En marzo de 2012, después de las elecciones legislativas, se nombró una comisión de cien miembros, con representación al cincuenta por ciento de diputados y sociedad civil; naturalmente la mayoría de diputados pertenecían al partido Libertad y Justicia de los Hermanos Musulmanes y a al-Nur, partido de los salafistas.

El 10 de abril de 2012, el poder judicial, tan ligado al régimen de Mubarak, anuló la composición de esa comisión constitucional, alegando que la normativa vigente no contemplaba la obligación de los diputados a formar parte de ella. El Consejo Superior de las Fuerzas Armadas exigió su participación en la comisión constitucional, a lo que hermanos Musulmanes y salfistas accedieron ante el temor de un golpe a la argelina.

El 14 de junio de 2012 el Tribunal Constitucional declaró inconstitucionales las elecciones legislativas que acababan de celebrarse con el pretexto de que se habían presentado candidatos como independientes pero que militaban en partidos políticos. No obstante, el proceso electoral continuó y el 17 de junio, Morsi resultó vencedor en la segunda vuelta.

Con el fin de asentarse en el poder y ganar el respeto de militares e israelíes, en agosto de 2012  Morsi ordena operaciones militares contraterroristas en el Sinai en la llamada Operación Águila. No obstante, el 12 de agosto el nuevo mandatario pasa a la reserva a gran parte de la cúpula militar, entre ellos al Ministro de Defensa, y nombra al General Abdel Fatah al-Sisi nuevo Ministro de Defensa.

Morsi se siente así más seguro para iniciar el camino de acaparar los poderes legislativo y ejecutivo e implantar la sharia como norma fundamental en Egipto. La oposición laica fuera de los militares crea el Frente de Salvación Nacional con  el liderazgo de personalidades como al-Baradei, Amr Musa y Admin Sabahi.

Mientras tanto, la comisión constitucional bajo la influencia de Morsi, redacta y vota el 29 de noviembre de 2012 un texto constitucional. Inmediatamente se convoca un referéndum para su aprobación el 15 de diciembre de ese mismo año. Tan sólo acude a votar apenas un cuarenta por ciento (39,2%)  del censo electoral, de los que el 63,8% votan a favor, lo que supone una aprobación con escaso respaldo popular.

El frente de Salvación Nacional impugnó el referéndum sin éxito, pero el Tribunal Constitucional decidió, incomprensiblemente, suspender las elecciones previstas para el 22 de abril de este año (2013), que según las encuestas podrían haber acabado con el poder de Morsi por medios democráticos.

A partir de junio de 2013 comienzan grandes manifestaciones a favor o en contra de Morsi. Como ya se ha dicho, el uno de julio los militares dan un ultimátum a Morsi, y el 3 del mismo se produce el golpe de Estado, aunque los militares que acceden al poder prometen elecciones legislativas y presidenciales tan pronto como se estabilice la situación. Algo que recuerda a lo sucedido en Argelia en 1991, cuando el Frente Islámico de Salvación había ganado la primera vuelta de unas elecciones democráticas.

¿Islamistas o dictadores?

En todo este proceso de las primaveras árabes, Occidente se puso a favor de corriente apoyando derrocamientos o transiciones hacia regímenes más democráticos. A la vista de los resultados en Egipto, Libia, Túnez y lo que puede suceder en Siria, las posiciones de apoyo al cambio se han ido suavizando o incluso, como en el caso egipcio no condenando las contrarreformas. Es un dilema sin resolver: ¿regímenes islamistas o dictaduras a la vieja usanza?

Pero como sucede en tantos procesos de cambio rupturista o revolucionario, los que alcanzan el poder no suelen ser los grupos más respetuosos con los opositores y acaban por implantar sistemas tan poco democráticos como los que derrocaron. Pudo haber sido el caso de los Hermanos Musulmanes, que usando como justificación su mayoría parlamentaria, en alianza con grupos salafistas, fabricaron una constitución de acuerdo con las creencias religiosas de una parte de la población.

¿Es el principal problema la lucha de islamistas contra laicos? Los motivos religiosos han sido los potenciadores de las convulsiones egipcias, pero la causa principal puede encontrarse en la maltrecha economía egipcia que afecta a la mayoría de la población. La inestabilidad ha afectado al turismo, a la concesión de créditos para el desarrollo y a la inversión extranjera, todo ello agravado por incesantes huelgas, manifestaciones violentas y aparición de fenómenos terroristas. Es un círculo vicioso complejo y, por tanto, muy difícil de salir de él.

Conclusiones   Durante el corto período de gobierno Morsi no ha sido capaz de lograr una estabilidad para poder lograr su proyecto de islamizar Egipto. Una parte del pueblo egipcio, no comprometida con el islamismo, y las poderosas Fuerzas Armadas han conseguido acabar con tan efímero paso por el gobierno de Egipto. Los Hermanos Musulmanes han pagado caro sus ansias islamizadoras y sus alianzas con grupos radicales.

Los hermanos Musulmanes, desde su creación, han discutido sobre la forma de islamizar. Una primera corriente es partidaria de islamizar desde abajo, primero a la gente para después alcanzar el poder. La segunda, preconiza el proceso contrario, es decir, primero el poder y desde ahí la islamización. Morsi ha optado por la segunda, y ha fracasado. Una parte del pueblo egipcio prefiere dejar la religión al margen de la política.

Ahora, desde la oposición a los militares, sucederá como en tiempos pasados: la radicalización de un sector de la Hermandad en contra de los principios de no-violencia de sus fundadores. La ilegalización fomentará el victimismo y la radicalización del la Hermandad. Es por tanto, una repetición del error argelino, cuando en 1992, tras la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación, los militares tomaron el poder. Algo que queda en la memoria histórica del mundo musulmán: cada vez que un grupo de tendencia islamista llega al gobierno se encuentra alguna excusa para derrocarlo e ilegalizarlo.

El futuro inmediato es incierto, las protestas cada vez más violentas no cesan, y el terrorismo amenaza con extenderse. Egipto puede ser otro banderín de enganche para el yihadismo.

Mientras tanto la comunidad internacional no reacciona, no se decide a condenar a los militares ni a apoyar a los islamistas, hay demasiado en juego para apostar por un bando. El dilema no se resuelve: ¿dictadores o islamistas?

Zaragoza a 14 de octubre de 2013  





























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