Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

3 de Junio de 2016

¿De qué defensa estamos hablando?

Jesús A. Perdices Mañas
Dirección General de Asuntos Económicos. Oficina Presupuestaria


La palabra es el elemento central de la comunicación interpersonal. Todos y cada uno de nosotros estamos acostumbrados a la utilización de términos, tanto en la lengua oral como en la escrita. Por ello, muchas veces nos hemos enfrentado a la falta o dificultad de comprensión de una palabra, dependiendo del contexto y de la persona que la refiere. Es lo que habitualmente conocemos como polisemia. Sin embargo, cuando nos estamos refiriendo a algo en particular no cabe dicha posibilidad del uso polisémico de la palabra; lo que viene a suceder es consecuencia de la falta de definición y/o consenso en cuanto al contenido (alcance y profundidad) de la propia palabra. Es lo que generalmente conocemos como concepto y su criterio asociado.

Con la palabra “defensa” nos encontramos en esta situación de incertidumbre. Es posible entenderla de una u otra manera, dependiendo del punto de vista del interlocutor. Para ello vamos a utilizar tanto la empatía como la deconstrucción. En cuanto a la empatía diremos que debemos proceder de un modo cartesiano; es decir, haciendo abstracción de la opinión y posición propia, situándonos en el punto de vista del otro. En cuanto a la deconstrucción, como herramienta de una corriente filosófica que significa que lo claro y evidente dista mucho de serlo. En cualquier caso, debemos proceder utilizando una metodología de investigación científica, donde solo es sustentado aquello que puede ser demostrado, huyendo del socratismo y retórica del lenguaje en cuanto a argumento demostrativo.

Como en el mito de Platón de la caverna, donde lo que percibe cada cual es la imagen de la realidad reflejada por la luz de la llama en la citada caverna, mientras que la realidad es única, la percepción es múltiple. Partiendo de estas premisas, nos encontraremos con supuestos donde la defensa está condicionada por alguno de los siguientes elementos: nivel de ambición (Gobierno y FAS); punto de vista ideológico (programas electorales 20D); cultura de defensa en la sociedad; Seguridad y Defensa (Orden Público y Protección Civil); situación económica (bonanza vs crisis); bienes públicos (impuestos) vs consumo privado. Vamos a bosquejar cada uno de ellos.

Nivel de ambición es una terminología que generalmente emplean los militares referida al alcance y la profundidad que se puede dar al ámbito militar en cuanto a defensa del Territorio Nacional y el empleo de fuerzas armadas en el exterior (uno o varios escenarios, liderazgo de operaciones y demás). Debemos evitar confundirlo con un deseo de los propios militares, circunscribiéndolo al ámbito más bien del lugar que los políticos pretenden que la nación ocupe a nivel internacional: influencia en un área, puestos en Organizaciones Internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU, prevención de la inestabilidad en zonas de interés como medida de promoción de la seguridad y/o de intereses económicos. Los militares solo identifican las necesidades de recursos materiales y humanos para poder desarrollar las tareas encomendadas.

Por otro lado, el punto de vista ideológico va a condicionar el nivel de ambición y la propia estructura de las FAS al entender las amenazas desde puntos de vista diferentes e incluso contrapuestos. A su vez, trae como consecuencia el desarrollo o la falta de promoción de una conciencia de defensa nacional en el ámbito civil; es decir, entre los nacionales de un estado. El apartado correspondiente de  los programas electorales de los partidos políticos para las pasadas elecciones del 20D de 2015 en España, carece de una definición que proporcione elementos comparativos sobre la defensa que propugne cada partido de gran representación parlamentaria. Se limitan a hablar de capacidad operativa, operatividad y capacidades militares sin entrar a definir bases de las que se parten ni objetivos a alcanzar (militares y de industria). Hablan de una ley de financiación que dé estabilidad financiera a las inversiones militares. Quizá están hablando de “blindar” las inversiones de defensa, pero no establecen el límite máximo, ni en importe ni en objetivos (nivel de ambición).

En cuanto a la cultura de defensa, en España parece que estamos un poco confusos. Por un lado en las encuestas se valora muy bien a las FAS, pero sin embargo parece no haber una percepción suficiente de las amenazas a las que nos enfrentamos. Carecemos de una política global de seguridad, que abarca tanto el orden público como las amenazas al territorio y a nuestros intereses estratégicos. Por otro lado, como ocurre generalmente en todos los países, estamos afectados por el problema de que no mostramos nuestro nivel demanda en defensa. Como bien público puro, todos estamos disfrutándola pero pretendemos que no se la dediquen recursos económicos. Es lo conocido como free-rider; en castizo, gorrón: que lo pague otro. Preferimos esos recursos para nuestro consumo, preferiblemente privado.

Finalmente vamos a tratar de la tan manida situación económica. Nunca encontramos el momento oportuno para afrontar una reestructuración de los medios destinados a la defensa. Lo peor es que es en tiempos de crisis cuando dedicamos atención a la industria relacionada con la defensa, pero debido a los puestos de trabajo que se pueden perder. Tendemos a tomar decisiones desproporcionadas y, aunque las intenciones fueran buenas, provocar disfunciones en un mercado de por sí inexistente y delicado en cuanto a las dimensiones que debe tener; máxime cuando estamos integrados en alianzas y organizaciones multinacionales del ámbito de la defensa. Los compromisos en vigor relativos a los programas de armamento están condicionando la disponibilidad de los equipos adquiridos debido al tan nombrado y poco conocido objetivo de déficit público pactado con Europa, relacionado con el nivel de crecimiento de nuestra economía y las desviaciones entre los ingresos y los gastos públicos.

También debemos evitar considerar que el esfuerzo en defensa puede correlacionarse unívocamente en términos monetarios. Es conocido que la obtención de capacidades que permitan afrontar escenarios de amenaza está formada por la relación de factores tan diversos como los materiales, las infraestructuras, el personal, el adiestramiento, la doctrina de empleo de la fuerza y la propia organización.

Para terminar, como decíamos al principio, seguimos sin saber a qué defensa nos estamos refiriendo. Entendemos que en lo único que estamos de acuerdo es a que se trata de la militar, pero no están definidas ni contenidas las percepciones de cada cual. Es aquí donde debemos comenzar para que podamos alcanzar un consenso sobre la defensa que pretendemos establecer y con voluntad de permanencia en el tiempo y en las mentes.

Madrid, 3 de junio de 2016

















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