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Observatorio PSyD

El observatorio opina

14 de Enero de 2013

Cultura e incultura de la defensa

Antonio Fonfría.
Profesor de Economía Aplicada y Director del Máster en Logística y Gestión Económica de la Defensa.
Universidad Complutense de Madrid

La Directiva de Defensa Nacional (DDN) aprobada en el año 2012 expone como una de las líneas generales de la política de defensa para la actual legislatura “…acentuar el esfuerzo en una comunicación estratégica de la defensa que tendrá como finalidad fomentar la conciencia de defensa de España y, en más profundidad, una cultura de defensa” (p.6). Esta es quizá la asignatura pendiente y el reto más importante que se puede plantear el Ministerio de Defensa. No, no es una exageración. Si la sociedad no conoce a sus fuerzas armadas no podrá apreciar -o no-, lo que hacen, su utilidad, sus necesidades de capital humano, materiales y financieras y, por tanto, no podrá contar con el apoyo social que requiere el desempeño de las actividades que realizan, ni por supuesto, su propia existencia. Tampoco será posible encontrar una solución satisfactoria a esta política ni alcanzar un resultado adecuado si no se analizan convenientemente las raíces de la falta del conocimiento social de la defensa. Algunas de esas causas se expondrán a continuación.

Partamos de una perspectiva histórica. La imagen de las FAS durante los años de la dictadura parece haber dejado un profundo poso negativo en la sociedad. Esta visión rancia y alejada de la realidad se une a un pacifismo exacerbado, que no considera más que un argumento, a saber: las armas son negativas y, por lo tanto, quienes las usan se llevan el mismo calificativo. Todo aquello que tenga que ver con uniformes –que no hemos visto en años debido a los problemas de terrorismo-, disciplina, y demás aspectos que marcan la vida militar se confunde con algo superado, casi arcaico, nada moderno, ni tan siquiera se valora el número de vidas salvadas por los militares en operaciones internacionales –tampoco se conoce esta información-, ni se desea poner en valor el papel que desempeñan dentro del país en labores tan variopintas como el control del espacio aéreo, el litoral, las infraestructuras críticas, la inteligencia, etc. Sin embargo, la parte que sí luce es la que tiene que ver con la UME; esto es, cuando la actividad estrictamente militar pasa a un segundo plano. Parece que, desde esta perspectiva, la sociedad quisiera tener unas FAS para protección civil y bomberos.

No deja de ser una jugada inteligente, como forma de aproximar las FAS a la sociedad, intentar mostrar esta cara de los militares; pero dadas las labores que realizan y las necesidades que ellas requieren, parecería más adecuado que se financiaran por parte de otras instituciones, además del Ministerio de Defensa. Pero esto es otro tema. Un segundo aspecto que quisiera destacar y que reclama esa política de cultura de defensa es la necesidad de transparencia informativa. Hoy día, si hay algo que marca nuestra sociedad, son los enormes flujos de información con los que lidiamos. La futura ley de transparencia informativa ha de ser aplicable también en el ámbito de la defensa. Obviamente, con las limitaciones que exija la seguridad nacional, pero sin hacer de este concepto el núcleo de las negativas a dar información. Este aspecto enlaza con la necesidad de explicar claramente a la sociedad las diversas situaciones en las que participan las FAS, los eufemismos no aportan transparencia y muestran el miedo político a la reacción social.

Este es otro de los aspectos a considerar: el miedo político. En realidad debería haber expresado la idea con otras palabras; por ejemplo estrategia política o estrategia de voto. No parece muy rentable para los partidos políticos dedicar demasiado tiempo ni hablar demasiado de los aspectos militares. Esta situación vuelve a ser problemática para la ejecución de una política de cultura de defensa que llegue a la sociedad. Me estoy refiriendo a que una política con esa orientación ha de dirigirse a los diversos estratos sociales –por edades, grupos de intereses, orientaciones políticas, etc.- y no parece una labor sencilla. Sin embargo, si se desea llevar a cabo una política que genere algún efecto, es imprescindible que, al menos, incluya dos ingredientes: empezar en los colegios y ser constante en el tiempo. No es adoctrinamiento lo que se reclama, es información. El desconocimiento es un grave problema, como decía Robespierre: el secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes.

Por último, la falta de sensación de inseguridad de la sociedad española es otros de los factores que no alientan la necesidad de conocer a las FAS ni de darlas a conocer. Sin embargo este es un gran error, ya que si estamos de acuerdo en la existencia de un fenómeno denominado globalización aplicado a la economía, las comunicaciones, las preferencias sociales, etc. también es aplicable al terrorismo –España lo sufrió hace unos años aunque parece que lo hayamos olvidado-, a la piratería que afecta al comercio internacional, al comercio ilegal de todo tipo, a la desestabilización de regiones y países que impone tremendos costes sociales como los refugiados, etc.

En definitiva, parece haber razones más que suficientes para plantear una política como la que se propone en la DDN; la cuestión estriba en que se realice de manera adecuada, llegando a la mayor parte de la sociedad y que se plantee de manera que tenga un recorrido temporal suficiente.

Madrid 14 de enero de 2013

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