Cátedra Paz, Seguridad y Defensa

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Observatorio PSyD

El observatorio opina

18 de Octubre de 2013

Cañones o mantequilla

Jesús A. Perdices Mañas
Unidad de Programación y Seguimiento.
Dirección General de Asuntos Económicos. Oficina Presupuestaria

Planteamos el famoso tópico para introducir un concepto elemental para la seguridad y la defensa y para otras actividades del Estado. Nos estamos refiriendo a la necesidad de cobertura de lo que en economía denominamos como bienes públicos puros. La característica principal de estos bienes es la falta de existencia de un mercado.

En general, para cualquier bien se plantea el equilibrio en el mercado como un ajuste entre la oferta y la demanda de ese bien. En ese momento, además, se habrá alcanzado el precio, que será el número de unidades monetarias que los demandantes están dispuestos a pagar para obtener o disfrutar del bien o servicio. Y, asimismo, los oferentes están dispuestos a recibir como pago por desprenderse de él, dado que cubre sus costes; es decir, es igual o superior al coste marginal, como  coste de producir la última unidad.

Para todo ello, los demandantes han manifestado sus preferencias: consumir más o menos y a qué precio. Esto es lo que distingue a los bienes públicos puros: los consumidores van a obviar manifestar sus preferencias. Y, además, van a pretender consumirlos sin pagar un precio. Lo que habitualmente denominamos como “free-rider” o, castizamente, gorrón. Porque no es un bien que se pueda obtener en un mercado estructurado. Serían los que están recogidos en las políticas de gastos de los Presupuestos Generales del Estado, dentro del Área de gasto 1. Servicios Públicos Básicos: justicia, defensa, seguridad ciudadana e instituciones penitenciarias y política exterior. Además esta área de gasto se caracteriza porque estos bienes públicos que la componen van a ser ofrecidos únicamente por el Estado, dado que al no existir un mercado como tal no va a producirse un efecto llamada para que nuevos actores ofrezcan los bienes en dicho mercado. Avanzando con la línea argumentar y dentro del símil del título, estos bienes serían denominados “cañones”.

Entonces, ¿a qué llamamos “mantequilla”? Pues, continuando con el resto de las áreas de gasto del Presupuesto, las Áreas de gasto 2. Actuaciones de protección y promoción social (pensiones, otras prestaciones económicas, servicios sociales y promoción social, fomento del empleo, desempleo, acceso a la vivienda y fomento de la edificación y gestión y administración de la Seguridad Social); área de Gasto 3. Producción de bienes públicos de carácter preferente (sanidad, educación y cultura); y, el Área de gasto 4. Actuaciones de carácter económico (agricultura, pesca y alimentación, industria y energía, comercio, turismo y PYME, subvenciones al transporte, infraestructuras, investigación, desarrollo e innovación, y otras actuaciones de carácter económico). Como vemos, sin entrar en más detalles, estas áreas están sometidas a una mayor publicidad desde la demanda frente a las primeras que ya hemos dicho cómo el consumidor no va a manifestar sus preferencias. Tienen mejor imagen en nuestra sociedad, desde el punto de vista del consumidor, puesto que incluso algunas veces podemos ser receptores y beneficiarios de ellas y por ello las percibimos más próximas.


Sin embargo, lo uno difícilmente podría vivir sin lo otro. Puesto que los servicios Públicos Básicos lo que conforman es la estructura básica de un Estado, dotándolo de una administración y protecciones que son imprescindibles para poder desarrollar las actividades contenidas en las otras Áreas.

Llevándolo a un ejemplo, un exceso de “mantequilla” puede llevar a un “engorde”. Es decir, a una estructura de gastos excesivos con relación a las necesidades. Y ello suponiendo que hayamos mantenido un nivel suficiente de gasto en “cañones”. Pero si este fuera insuficiente, podríamos encontrarnos con factores de inseguridad interior, exterior o ambas que hicieran poco viable la consecución de las políticas de las áreas “mantequilla”.

¿Qué hacer, entonces? Parece claro que vamos a necesitar un equilibrio entre las preferencias más bien viscerales del consumidor hacia ciertos gastos en políticas sociales, con mejor fama dentro de la opinión pública, con relación a las que proporcionan una estructura de Estado. Esto es, debemos comenzar a considerar la oportunidad de hacer un marketing sobre la necesidad de dedicar un montante de recursos financieros suficientes que proporcionen las condiciones necesarias para el desarrollo de cualquiera de las actividades contenidas en áreas de gasto con mercados definidos y estructurados. O, más simplemente, necesitamos libertad de acción para poder operar con independencia de agentes externos a nuestro pueblo/nación y a nuestros conciudadanos. Ello va a significar unos costes y unos beneficios.

En tiempos de bonanza económica ya resulta complejo defender el dedicar recursos a las actividades estrictas de la estructura del Estado. Parece que nunca nos vamos a ver amenazados en nuestra libertad de acción, puesto que todo va bien. Cuando la crisis económica aparece e incluso arrecia, es muchísimo más fácil defender aumentos de gasto social que cualquier otro. Los parados, los menos favorecidos, los sectores en crisis, etc., saturan nuestra asignación de recursos presupuestarios.

Entonces, ¿cómo podríamos defender el mantener el esfuerzo en bienes públicos puros? Son momentos en que se nos antoja pensar en que todo debería ir a las otras partidas. Sin embargo, debemos mantener la cabeza fría y continuar con el esfuerzo a niveles críticos de todas aquellas actividades que mantienen al Estado como tal, independientemente de que se reduzca el volumen de la administración que ha ido creciendo durante los tiempos de bonanza.

La defensa está dentro de este conjunto de bienes públicos. Además tiene unas características que la hace más sensible a la falta de continuidad: largos periodos de maduración de los equipos y sistemas de armas, avance continuo del “estado del arte” en tecnologías, factor humano de grandes dimensiones y cada vez más especializado; en resumen, requiere una planificación en un horizonte temporal muy extenso, con dedicación de volúmenes de recurso financiero, sujeto a continua revisión debido al continuo cambio de riesgos y amenazas, vinculada a nuestros socios y aliados en una defensa común y compartida dentro de un contexto geopolítico y geoestratégico en el cual nos ha tocado vivir y dentro del cual pretendemos mantener un status acorde a nuestra cultura y capacidad económica.

Concluyendo, más que una disyuntiva entre “cañones o mantequilla”, más que la división debemos buscar la conjunción. Todos los excesos y defectos, se pagan; y cada vez más caros. Necesitamos pensar en cuántos “cañones” necesitamos para poder disfrutar de la “mantequilla” en Paz. Porque en esta ocasión de lo que se trata es de la necesidad de unos mínimos de seguridad y defensa, que nos permitan disfrutar al máximo de los niveles alcanzables de lo que denominamos “Estado del Bienestar”.

Madrid, 18 de octubre de 2013









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