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Observatorio PSyD

El observatorio opina

8 de Octubre de 2014

Bombardeos contra el Estado Islámico: ¿son eficaces?

Javier Jiménez Olmos
Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED
Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz” de Zaragoza

Según informaciones de la cadena Al Jazeera, las fuerzas del Estado Islámico (EI) prosiguen su avance dentro de territorio kurdo e iraquí a pesar de la campaña de bombardeos realizados por las fuerzas aéreas de algunos países de la coalición política-militar liderada por los Estados Unidos y en la que se incluyen, además de países occidentales, algunos países árabes. España no participa en dicha coalición y, por lo tanto, es ajena a los ataques aéreos.



La coalición, en la que se integran 50 países, se formó a requerimiento de los Estados Unidos. El “núcleo principal” lo forman: el líder, Estados Unidos; por parte europea: Alemania, Dinamarca, Italia, Francia, Polonia y Reino Unido; además de Australia y Canadá; por los países árabes, Arabia Saudí, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Qatar; y Turquía, país musulmán no árabe, que después de dudas iniciales también se ha adherido. Por su parte, el gobierno español ha comunicado que no participará si no obtiene el consenso político interno necesario.

Desde el punto de vista puramente de la eficacia militar los bombardeos son discutidos, como también lo son desde las perspectivas legales y humanitarias. Otro aspecto a tener en cuenta es el económico. Tampoco hay que olvidar la percepción de las opiniones públicas occidentales y musulmanas.

La historia de las campañas militares demuestra que los bombardeos son un elemento necesario para ganar una guerra, pero no suficiente. El EI no dispone de sistemas de aviación de combate, por tanto, la superioridad aérea es total y como consecuencia las operaciones aéreas se pueden realizar sin enemigo que las obstaculice –sólo se tiene conocimiento de que dispongan de algún sistema de defensa tierra-aire poco sofisticado-.



Las fuerzas aliadas han concentrado sus ataques en objetivos económicos estratégicos que constituyen el centro de gravedad para acabar con la financiación del EI. Por eso, la mayor parte de los bombardeos se han efectuado sobre las refinerías  en poder de EI. Las refinerías son un objetivo fácil si no están bien protegidas para la defensa aérea como parece ser el caso.

Tampoco se quieren producir víctimas civiles por atacar objetivos en los que esta población se confunde con los combatientes del EI. Acciones que producirían un rechazo social tanto en las sociedades occidentales como en las musulmanas. Hay que tener en cuenta, además, que las víctimas colaterales son usadas como elemento propagandístico para reclutar nuevos adeptos.

El ejército del EI lo constituyen entre 20 y 30 mil combatientes que disponen principalmente de armamento ligero obtenido en el mercado negro, con financiaciones procedentes de la venta del petróleo y ayudas no reconocidas y, por tanto, no demostradas de algunas fortunas árabes; y a través de la incautación en las zonas conquistadas en Siria e Irak a las respectivas fuerzas armadas de esos países. Por lo que disponen de armas tanto de fabricación norteamericana y occidental como rusa o china entre otras.

Con los bombardeos a las refinerías les pueden causar mucho daño, se calcula que de su venta el EI obtiene 2 millones de dólares diarios. Se pueden inutilizar las refinerías pero si no se destruye su potencia militar terrestre, es decir, se acaba con los combatientes, el avance del EI puede proseguir y posiblemente obtendrán más refinerías y otros recursos naturales tan abundantes en la zona y tan estratégicos para las economías occidentales. Lo que exigirá nuevos ataques aéreos.

 Los ataques aéreos no son baratos. Cada misil “tomahawk” cuesta 1,5 millones de dólares –el primer día de la campaña se lanzaron 47- y cada hora de vuelo de los avanzados aviones F-22 Raptor 68 millones de dólares. Estos son sólo dos ejemplos de lo costosas que resultan las guerras aéreas. Expertos analistas calculan que esta les puede costar a los Estados Unidos entre en 20 mil y 30 mil millones al año.  Hay que tener en cuenta que la campaña de Libia que duró siete meses les costo “tan solo” 1.000 millones.



Las opiniones públicas occidentales toman buena nota de estos gastos y en la actual situación de crisis pocos gobiernos se atreven a dar un paso al frente para sumarse a los ataques, como ha sido el caso del español que ha actuado con suma prudencia. La OTAN apoyará de forma indirecta pero sin un compromiso de combate.

La legalidad es siempre un asunto a debatir en las sociedades democráticas. No cabe duda que el EI aparece agrediendo a dos estados existentes como son el sirio y el iraquí, por lo que según el artículo 51 puede considerarse como un ataque armado contra naciones miembros de las Naciones Unidas y por lo tanto pude considerarse legítima defensa en lo que a esos estados se refiere.

Las amenazas a terceros estados no son de naturaleza militar y por lo tanto no deben ser combatidas como tales, a no ser que se consideraren dentro del deber de injerencia para ayuda humanitaria o como puede ser este caso por una clara violación de los derechos humanos, pero para ello sería necesaria una resolución del Consejo de Seguridad como sucedió en la Primera Guerra del Golfo con motivo de la invasión iraquí a Kuwait o para atacar la Libia de Gadafi.

Más grave desde el punto de vista legal pueden ser los ataques en territorio sirio porque vulneran el uso del espacio aéreo de una nación sin el consentimiento de las autoridades nacionales. No obstante, el gobierno de Al Asad no ha realizado protesta formal alguna por la conveniencia de estos ataques para sus intereses.




El rompecabezas de intereses de la región confirma la complejidad y la dificultad para hallar soluciones a los conflictos que en ella se dan. Ahora parece que Irán está dispuesto a colaborar en una alianza contra natura con sus irreconciliables enemigos de la península arábiga. El EI es un peligroso enemigo para los intereses de todos ellos, un peligroso competidor ideológico que se puede hacer con las riquezas de uno de los subsuelos más ricos del mundo.

Estados Unidos y los países aliados están alarmados con la expansión yihadista por las graves consecuencias que para su seguridad interna en forma de terrorismo pueden tener y para sus economías por lo que puede suponer unos territorios tan ricos en manos de unos “imprevisibles fanáticos”.

Turquía temerosa del avance del EI, pero tanto o más por la situación que puede derivar de las ayudas que los kurdos reciben de países occidentales para combatir al EI, porque los kurdos quieren crear su propio estado con parte del territorio turco. Toda la región desestabilizada, con los israelíes a la expectativa y de algún modo satisfechos de tanta división dentro del mundo musulmán.

Puede tener algo de razón el presidente iraní Rouhaní cuando afirma que Estados Unidos y Europa tienen mucha responsabilidad en lo que ahora sucede en Irak y Siria por las torpezas de la invasión del primero y por el apoyo a los rebeldes en el segundo. Pero olvida que Irán también tiene la suya por el apoyo en ambos casos a sectores chíies que han reprimido a los suníes en ambos países y han provocado un descontento que ha favorecido la yihad.

Mas aventurado es recurrir de nuevo al fantasma del choque de civilizaciones, cuando en realidad lo que estamos asistiendo es, como casi siempre, a una lucha por el poder y los recursos naturales, que en este caso se da mayoritariamente entre bandos de la misma civilización.



La complejidad del conflicto tiene profundas raíces históricas, culturales, religiosas y económicas. Por eso es difícil pensar que se puede resolver mediante bombardeos selectivos. Tampoco mediante invasiones militares. Conviene analizar la naturaleza de la amenaza y emplear los medios adecuados. No se descarta la intervención militar que se debe ajustar a la legalidad internacional, pero si se lleva a cabo se debe considerar el empleo de fuerzas terrestres sin las cuales el EI seguirá operando y ganando territorio.

Pero no se debe descartar la acción diplomática y la negociación que debería pasar por una conferencia en la que Irán debe tener un papel preponderante. Si este país al mando de una pléyade de gestores, que están demostrando moderación en sus formas, es capaz de reconocer a Israel, de lograr una transición pacífica en Siria mediante la retirada del apoyo al Asad, si es capaz de mantener unas relaciones equilibradas con los regímenes y poblaciones sunníes se habrá abierto un camino para la paz y estabilidad en la región.

Del mismo modo si Estados Unidos y Europa actúan dentro de la legalidad internacional, no proporcionan argumentos a los que dentro y fuera de sus fronteras incitan a la guerra contra el Islam y se diseña un gran plan de desarrollo  económico y social para los habitantes de Oriente Medio, en lugar de recurrir continuamente a la agenda militar mediante bombardeos u otras operaciones de ese carácter se habrá abierto la otra vía para el encuentro.

29 de septiembre de 2014
















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