11 de Diciembre de 2012
Arenga con permiso
T.Col. Jesús Perdices Mañas
Jefe de Estudios del Centro de Estudios Superiores de Intendencia de la Armada
Arenga, según el diccionario de la Real Academia Española, es el discurso pronunciado para enardecer los ánimos. Y ese va a ser el objetivo de estas palabras con relación a la seguridad y la defensa. Hasta hace relativamente poco, se hablaba únicamente de defensa. En los últimos tiempos se ha sumado el concepto de seguridad, sobre todo a partir de la evolución de las circunstancias tras la siempre citada Guerra Fría, caída del Muro de la Vergüenza, 11 de Septiembre, y demás; amén de los intentos de desarrollar una política común de Seguridad Y Defensa dentro de la Unión Europea (PESD).
En cualquiera de los casos nos encontramos con que se habla de la necesidad de establecer planes o estrategias para proteger y mantener una cultura y un estilo de vida frente a las posibles amenazas. Si nos paramos a leerlo y analizarlo, podemos encontrar varias líneas de discusión en uno u otro sentido. Sin embargo, donde habitualmente pasamos por encima y lo damos como obvio es lo relativo al objeto y al sujeto de estudio. Es decir, ¿cuál es el objeto de la defensa y quiénes son los sujetos?. Lo planteamos porque lo normal en nuestra sociedad del bienestar es entender que “la defensa” o “la seguridad y la defensa” es cosa de los militares. ¡Como si no fuera con nosotros! ¡Somos los que tenemos que ser defendidos!. He aquí el error del planteamiento.
Para empezar, identificamos defensa o seguridad con protección frente a agresión, generalmente violenta. Es muy común que cuando citamos a la defensa la asociamos con el concepto de defensa militar, exclusivamente. Incluso hasta en el ámbito militar. Primer error, puesto que puede ser más agresiva y amenazar más nuestros valores y estilo de vida una actuación especulativa sobre materias estratégicas o de primera necesidad. Por ejemplo, cuando se producen cosechas escasas de cereales, teniendo en cuenta una demanda mundial creciente, derivada del aumento de la población y de los niveles de vida de la humanidad. Es fácil comprender que dichas acciones provocan riesgos y amenazas para aquellos en peor situación, comercialmente hablando. De la ética, ni hablamos.
Segundo, porque es común también pensar que tenemos el derecho a ser defendidos; para eso están establecidos los correspondientes mecanismos: ejércitos, alianzas militares, y demás. Pero, en el caso que apuntábamos poco puede hacer una fuerza militar por muy tecnológica que sea.
Y, ¿ahora que?. Pues es claro que tenemos que recapitular. Decíamos arriba que había errores de planteamiento. El primero sería el referido al objeto: seguridad y defensa. El ámbito es muy extenso y adquiere tantas vertientes como posibles vectores origen de riesgo y /o amenaza existan. Es decir, sobre las materias primas básicas e industriales, tecnología, personas, territorios. Lo que en ciertos ámbitos de estudiosos del tema hemos venido denominando seguridad nacional, que incluye la económica, la civil y la militar. Por cierto, están tan “contaminados” los conceptos que la defensa civil se conoce como “protección civil”; y seguimos sin centrarnos en qué negocio estamos metidos, quizá porque el ámbito militar está anatemizado, culturalmente hablando.
La economía occidental está determinada por cuestiones culturales basada en los valores que fundamentan las propias sociedades. Los valores son etéreos; es decir, pertenecientes a la metafísica. La física es lo palpable, sobre lo que podemos actuar.
Podemos ya intuir que cualquier miembro de nuestra sociedad puede, de hecho lo hace, participar tanto en la protección civil como la economía, como en ambas. Sin embargo, en lo relativo a la parte militar, parece que es cosa de ellos, de los militares. De nuevo: error. Todos forman parte de esa tercera línea a defender. Es comprensible que la sociedad del bienestar nos haya alejado de esa vinculación directa con lo militar. Sin embargo, en la paz debemos cuantificar la dimensión y capacidades que deben tener las fuerzas armadas; y su posible y, Dios lo quiera, improbable transición hacia una economía de guerra. ¿Cómo?. A través de la generación de criterios basados en estudios con metodología científica, no caprichosos ni la ya famosa “Carta a los Reyes Magos”.
Pensar, discutir, comprender, construir, aportar y crear valor, incluso en un tema como la defensa militar, es función de todos. Es muy triste conformarse con aportar la parte correspondiente a los impuestos; o incluso pretender no hacerlo. Hemos, pues, realizado un intento de aproximación conceptual sobre el objeto de la defensa y sus sujetos. En cuanto al objeto, debemos ir hacia la transición desde la metafísica hacia la física, desde la enumeración de valores a defenderlos desde todas y cada una de sus vertientes: económica y social (civil y militar).
En cuanto a los sujetos, debemos tratar los temas de seguridad y defensa con las herramientas intelectuales que disponemos y nunca mejor que desde las atalayas de la razón y del método de investigación que son las universidades. Y, también implicar e implicarnos en esa labor. El humanismo y sus valores, base de la cultura europea, está basado en el individuo como actor, como sujeto y centro de toda actuación. Es el ser humano como tal el responsable de los actos y de las omisiones, en todo ámbito. Es un compromiso ineludible de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Mientras la humanidad continúe en la senda actual de globalización, cualquier otra modalidad que se separe del trabajo en común y alineado con los valores, poco espacio va a recorrer; o ninguno, al ser antinatural.
El sujeto de la seguridad y defensa somos, pues, cada uno desde nuestra posición; aportando nuestro conocimiento, nuestro esfuerzo de manera comprometida, responsable. Supone integrar ideas, esfuerzos y energías y, por tanto, debemos implicar tanto a civiles como a militares; en suma, a todos los españoles.
Madrid, diciembre de 2012
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