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Observatorio PSyD

El observatorio opina

27 de Noviembre de 2020

Agenda doméstica de la nueva presidencia norteamericana

Fernando Martín Cubel
Máster en Relaciones Internacionales
Miembro del SEIPAZ

Una vez que los ciudadanos norteamericanos ejercieron su derecho al voto, los resultados electorales estadounidenses han dado la victoria al candidato demócrata Joe Biden frente al republicano y actual presidente del país Donald Trump, -306 para el candidato demócrata frente a los 232 para el candidato republicano. La imposibilidad legal y legítima a un segundo mandato –en consecuencia al mantenimiento de la misma administración norteamericana- abre las puertas a un cambio, algunos lo llegan a calificar una nueva era, seguramente porque todo aquello que huele a presidencia Trump es oscuro.

Bien es verdad que será a partir del próximo día 20 de enero cuando Joe Biden jure su cargo como nuevo Presidente de los Estados Unidos, y aunque cierto sector de los analistas en este país consideran que esta nueva presidencia tendrá el carácter transitorio, por motivos de edad del que va a ser nuevo inquilino de la Casa Blanca, la agenda política que va a ponerse en marcha deberá no dejar al margen todo un conjunto de desafíos a nivel interno y doméstico que durante estos últimos cuatro años de gestión republicana se han visto en algunos casos intensificados y en otros resultan nuevos, dentro de un ambiente de  polarización social y política que vive la primera gran potencia global.

Iñaki Gabilondo señala “durante el mandato de Donald Trump se han manoseado de tal forma todos los valores democráticos que los ha dejado arrastrados. Y ha afectado también a las instituciones estadounidenses, que son la base de su gran peso a lo largo de la historia”. La nueva presidencia de Joe Biden tiene una compleja agenda doméstica en la que deberá como fin esencial restituir los puentes de estabilidad social del país, y en los ejes de actuación de sitúan: recuperar los puentes maltrechos con gran parte de los medios de comunicación norteamericanos (cabe no olvidar como en una de las últimas intervenciones del actual inquilino de la Casa Blanca, medios de comunicación decidieron interrumpir la emisión y otros caso de la Fox señalar directamente que el presidente estaba mintiendo) y el papel que tienen que tener en el modelo democrático de este país; a su vez, los movimientos  afroamericanos como ha sido el caso de "Black lives matter" contra la violencia policial, junto a la acción del movimiento #Me Too que ha señalado la importancia de la violencia ejercida sobre la mujer norteamericana y sin olvidar la gestión en las formas y en el fondo sobre la cuestión migratoria centroamericana en los que la nueva agenda de la presidencia norteamericana va a tener que poner un gran empeño para saber gestionar realidades que son parte esencial en la estabilidad doméstica del país; y sin olvidar, que la nueva presidencia recibirá un país donde se ha primado un discurso de polarización y odio, con situaciones de gran tensión social como es el caso del estado de Georgia.

En el escenario global  la nueva presidencia norteamericana tiene la posibilidad de desarrollar una agenda de seguridad en donde debe definir cuál es el propósito de la misma, mantener ciertas políticas ya iniciadas por la administración saliente republicana o en su caso hacer una tabla rasa regresando al período de demócrata de B. Obama, y, porque no elaborar un modelo mixto que mantenga lazos de continuidad con estas dos administraciones junto a la impronta del nuevo gobierno de J. Biden. Son numerosas las cuestiones, la primera y principal es si seguirá con la política de no participación en los engranajes de la globalización y por consiguiente en una retirada y aplicación de políticas aislacionistas en los ámbitos económicos, estratégicos, comerciales, …, entre otros. Desde el pasado día 4 noviembre Estados Unidos ya no pertenece a las naciones que ratificaron el acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, está la cuestión abierta sobre qué va a suceder con el acuerdo del programa nuclear y la presencia iraní en la región, la recuperación por alcanzar un acuerdo de Cooperación Económica en el área de Asia-Pacífico (TPP) algo que deberá ser una cuestión prioritaria tras la firma del acuerdo de Asociación Económica Integral Regional que esta pasada semana han firmado numerosos países de Asia , entre ellos China. Y, sin dejar la margen cómo va a encaminar la actual situación de guerra comercial que ha venido desarrollándose con China; respecto a su presencia en algunas áreas del mundo en especial en Oriente Medio, las relaciones de esta nueva administración con el gobierno de Israel, su política de asentamientos en zona palestina y la apertura de las relaciones de este país con algunos estados del Golfo Pérsico y sin perder de vista la impronta que pueda generar la nueva administración en los focos de tensión de esta área serán aspectos que deben obviarse. Otro aspecto, es el tipo de relaciones van a definirse entre la administración demócrata y sus socios europeos, cuestión con el mantenimiento de la OTAN y su finalidad, la redefinición de las relaciones comerciales entre ambas orillas –el levantamiento de las sanciones comerciales existentes entre ambas partes-, las capacidades conjuntas de relanzamientos de proyectos conjuntos a nivel global, y cómo se establece de nuevo las relaciones entre los europeos, norteamericanos con la siempre complicada Rusia de Putin.

La nueva presidencia norteamericana debe hacer frente en el ámbito exterior a la gestión estratégica de ser el hegemón, pero es en las cuestiones domésticas y bajo el principio del gobierno para todos donde realmente está uno de los pilares del futuro del país, en la restitución de los valores y el respeto a la democracia norteamericana, y sobre todo en poner orden a una casa donde la pandemia Covid-19 está cabalgando sin ningún obstáculo y descabalgando a EEUU.  

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