Peace, Security and Defence Chair

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Observatorio PSyD

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19th of February 2021

The White House Travels

Raúl C. Cancio Fernández
Letrado del Tribunal Supremo
Académico Correspondiente Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
Doctor en Derecho

Transporte y movilidad son umbilicales al origen y el crecimiento de los Estados Unidos como sociedad política. Y, desde luego, sus presidentes (POTUS) a lo largo de la historia no han sido ajenos a esa vinculación, en su caso, no sólo como medio de desplazamiento sino también en el marco de una creciente demanda de seguridad personal. Desde el elegante carruaje que utilizó George Washington en su toma de posesión, fabricado en 1792 por el carrocero londinense J.Pratt, hasta el Sikorsky VH-3D Sea King que trasladó por última vez a los Trump a Mar-a-Lago el pasado 20 de enero, la historia de los transportes del Jefe del Estado norteamericano es consustancial al ejercicio de su poder.

Debe empezarse por despejar una cuestión que, si bien es puramente terminológica, no es menor, y es que el sintagma, por ejemplo, Air Force One, no es en realidad la denominación de la célebre aeronave, sino que el One es el código de vuelo que identifica el aparato en el que viaja POTUS. En otras palabras, las dos aeronaves que la Fuerza Aérea estadounidense pone a su disposición, serán Air Force One sólo y exclusivamente cuando el presidente se encuentre a bordo de una de ellas. Estos Boeing VC-25 A, versión militar del Boeing 747 y operados por el Presidential Airlift Group ( 89ª Ala de Transporte radicada en la Base Aérea de Andrews) con matrículas SAM 28000 y 29000, son, hasta su inminente reemplazo por una versión actualizada del 747-8, la consecuente evolución del desarrollo aeronáutico desde que F.D. Roosevelt empleara un Douglas Dolphin en 1933 para sus viajes oficiales (el otro Roosevelt fue el primer presidente en volar en 1910 en un viejo Wright Flyer, pero no en funciones presidenciales).

Dos momentos están singularmente marcados en la historia de esta aeronave: el 22 de noviembre de 1963, cuando el Boeing 707 SAM 26000 transportó al presidente Kennedy de vuelta a Washington en un ataúd mientras Lyndon B. Johnson juraba su cargo también a bordo ante la juez Hughes y la viuda Jacqueline y, desde luego, el 11 de septiembre de 2001, con el presidente Bush Jr. a bordo y la amenaza de otro avión que se le acercaba sin transpondedor, provocando que el coronel Tillman sobrevolara el Golfo de México huyendo de un potencial ataque.

Prueba de que esa identificación exclusiva para el tráfico aéreo opera únicamente cuando transporta a POTUS, es que, al igual que la Fuerza Aérea, también el resto de ramas de las Fuerzas Armadas cuentan con aeronaves para el transporte presidencial. Así, quizá el más célebre aparato después del Air Force One sea el Sikorsky VH-3D Sea King, el helicóptero de la Infantería de Marina siempre preparado en el helipuerto del South Lawn de la Casa Blanca y que se conoce como Marine One, último medio de transporte para los presidentes cuando abandonan para siempre su responsabilidad, aunque en ese concreto supuesto, su código aéreo es Executive One. El primer presidente que usó un helicóptero fue Dwight D. Eisenhower en 1957, viajando en un Bell UH-13J Sioux desde DC a su casa de verano en Pensilvania. En esa ocasión, el autogiro era del Ejército, por lo que su denominación fue Army One. Con mucha menor frecuencia POTUS emplea el Navy One, es decir, una aeronave operada por la Armada. De hecho, únicamente ha habido un avión designado como tal, un Lockheed S-3 Viking, asignado a los Blue Wolves del Sea Control Squadron 35, que transportó al presidente George W. Bush al portaaviones USS Abraham Lincoln fondeado frente a la costa de San Diego el 1 de mayo de 2003. Por último y hasta la fecha, ningún presidente ha volado ni en el Coast Guard One (sí lo hizo el vice presidente Biden en 2009, en este caso en el Coast Gurad Two, un HH-60 Jayhawk, para sobrevolar las inundaciones de Atlanta) ni tampoco, evidentemente, en la aeronave operada por la reciente nueva rama de las Fuerzas Armadas, el citado Space Force One.

Al margen de las Fuerzas Armadas, si POTUS vuela con cualquier otra aeronave civil, entonces ese aparato se le denomina Executive One. Por ejemplo, el 26 de diciembre de 1973, para dar ejemplo al resto de la nación durante la crisis energética y demostrar confianza en las aerolíneas nacionales, Nixon se convirtió en el único presidente en tomar un vuelo regular de una aerolínea comercial cuando lo hizo en un DC 10 de United Airlines desde el Dulles al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles.

Ahora bien, antes que los presidentes pudieran volar, se pasaron más de un siglo desplazándose fundamentalmente por tierra. Dejando a un lado a los caballos, sobre los que algunos presidentes destacaron, haciendo célebres a los Nelson de George Washington,  Caractacus de Jefferson, Cincinnati de Grant,  Old Bob de Lincoln o a cualquier corcel de Teddy Roosevelt, sin duda el mejor jinete que hubo en el despacho oval, el vehículo es sin duda el fiel  heredero de los carruajes presidenciales,  siendo William McKinley el primero que oficialmente viajó en un automóvil de vapor de la Stanley Motor Carriage Company el 13 de julio de 1901. Teddy Roosevelt, como hemos visto, continuó con los caballos, pero Taft, su sucesor, convirtió los establos de la Casa Blanca en un garaje para guardar los cuatro vehículos que adquirió: dos lujosos Pierce-Arrow, un automóvil eléctrico Baker Motor Vehicle y otro de vapor White Motor Company. El presidente Warren G. Harding fue el primero en usar un automóvil para acudir a su toma de posesión, mientras que el Sunshine Special de F.D. Roosevelt se construyó por vez primera según las especificaciones del Servicio Secreto, blindándose, montando cámaras de aire y cristales a prueba de balas, un equipo de radio, una sirena, luces de advertencia y un compartimento para metralletas, todo ello tras el ataque a Pearl Harbor. Cuando en la década de los cincuenta Truman cambió a General Motors por Lincoln Motor Company como proveedor de automóviles presidenciales, las reformas no vinieron por el lado de la seguridad sino de la estética, fabricándose con altos techos para poder llevar dentro las chisteras de la época.

En 1961, el presidente John F. Kennedy fue el usuario del imponente Lincoln Continental azul  con nombre en clave del Servicio Secreto de X-100, el más sofisticado y seguro construido hasta entonces, incluyendo calentador y aire acondicionado de alta resistencia, un par de radioteléfonos, un extintor de incendios, un botiquín de primeros auxilios, sirena y estribos y manijas retráctiles mejoradas para los agentes del Servicio Secreto, que se presentaba además con tres juegos de techos removibles, una medida que, pretendiendo favorecer la visibilidad del POTUS, facilitó el magnicidio de Dealey Plaza. No obstante, el X-100 continuó siendo utilizado ocasionalmente por los presidentes Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter y Ronald Reagan, recibiendo los disparos efectuados por Sara Jane Moore contra el presidente Ford o transportando a Reagan al hospital tras el intento de asesinato en marzo de 1981. En la década de los ochenta se volvió a cambiar la marca del First Car, usándose desde 1984 un enorme Cadillac Fleetwood, retornando en 1989 al Lincoln Town, un verdadero Despacho Oval sobre ruedas que fue usado por Clinton durante todo su mandato. Con el nuevo siglo, el coche presidencial ha ido convirtiéndose progresivamente en un verdadero panzer de seguridad y tecnología punta, como es el actual Cadillac, apodado La Bestia por sus casi diez toneladas de peso. Para terminar con los medios terrestres, habría que referirse al Ground Force One, como es oficiosamente conocido el autobús blindado negro que empezó a usar en su campaña electoral el presidente Obama.

En siglo XIX, lo más parecido a un avión para los desplazamientos del presidente, tanto por confort como por rapidez, fue el ferrocarril. En ese sentido, en 1863 empezó a construirse el United States, un lujoso convoy ferroviario que nunca fue usado por Lincoln en vida y que, sin embargo, le transportó a su Springfield natal en el célebre funeral ferroviario que recorrió siete estados y 180 localidades en 1865. Franklin D. Roosevelt hizo un uso extensivo del tren en su campaña en 1933, viajando asimismo por todo el país durante la Segunda Guerra Mundial a bordo de legendario vagón Ferdinand Magellan, que fue empleado incluso por Reagan. Su sucesor ha sido el Georgia 300, utilizado por George H. W. Bush, Bill Clinton y Barack Obama en campaña. Decir que Bush Sr. fue el primer presidente desde Eisenhower en hacer su póstumo viaje sobre raíles, a bordo de Union Pacific 4141, un EMD SD70 decorado con los colores del Air Force One.

Y llegamos al agua. La primera embarcación que trasladó a un presidente oficialmente fue en USS Despacht, el 28 de octubre de 1886, nada más y nada menos que para que el presidente Grover Cleveland inaugurara la Estatua de la Libertad neoyorquina. Otros buques presidenciales fueron el USS Dolphin en 1897; el USS Sylph entre 1902 y 1921; el USS Mayflower; el USS Potomac, el USS Williamsburg y, desde luego, el USS Sequoia, que prestó servicio al POTUS desde Hoover a Carter y en cuya cubierta se han tratado temas tan medulares de la política norteamericana y mundial como la respuesta al avance de Hitler, el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón, la crisis de los misiles, la estrategia sobre la salida de Vietnam, la decisión de dimitir de Nixon o las alternativas energéticas a la crisis del petróleo de 1973.

En fin, Mark Rutte, el primer ministro holandés recientemente dimitido, no va a notar en absoluto su salida de la administración, pues antes y ahora iba y venía al Catshuis en bicicleta. El nuevo POTUS y el saliente, no les quepa duda que notarán la diferencia.

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