Peace, Security and Defence Chair

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Observatorio PSyD

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24th of January 2020

TENDENCIA PLURIANUAL PRÓXIMA DEL PRESUPUESTO DE DEFENSA

Jesús Perdices Mañas
Coronel de Intendencia de la Armada

El final de ejercicio siempre es un momento para elucubrar sobre cómo puede ser el siguiente, en cuanto igual, mejor o peor. En la ocasión anterior que nos asomábamos a esta ventana, planteábamos la disquisición del continuismo o la incertidumbre para el presupuesto 2020. Pero, ¿es suficiente echar una mirada al futuro tan próximo o debemos hacerlo con un mayor recorrido temporal? Realmente, todo depende en qué objetivo que nos planteemos, si el muy corto plazo (ámbito de supervivencia) o el medio-largo plazo (reestructuración y adaptación a un escenario previsible).

Vamos a intentar poner sobre la mesa una serie de factores y plantear cómo pueden afectar a la evolución, a la tendencia del presupuesto de defensa español en los próximos años. Hasta hace poco tiempo, no disponíamos de experiencia sobre cómo la situación podría afectarnos, con relación a la tendencia. Estábamos enfrentándonos a una situación económica novedosa donde, contra pronóstico, pudimos reducir la tasa de paro sin grandes aumentos de precios, a la vez producir incrementos del PIB. Partíamos de unas tasas de paro exageradamente elevadas y crecimiento negativo con PIB muy hundido. Por ello la respuesta automática desde Bruselas, abriéndose el Procedimiento de Déficit Excesivo al Reino de España con un horizonte temporal para su ajuste.

Además ello provocó que el endeudamiento del Estado se disparara, debido a los déficit crecientes principalmente entre los años 2004 – 2012, de forma que actualmente también supera el límite del 60% también establecido por Bruselas y alcanzando un montante similar al PIB anual. Aunque, para el año 2019, España ha conseguido salir de la supervisión de la Comisión en cuanto al Déficit, al haberse reducido gracias a la evolución de la economía y a la contención presupuestaria de los últimos presupuestos aprobados para 2018 y que van a trascender al menos hasta bien entrado el 2020.

En la actualidad, con datos de finales del 2019, la situación económica internacional y la europea en particular manifiesta una tendencia a la desaceleración (no vamos a entrar en las causas, sino en las consecuencias). Las transacciones internacionales se han ralentizado y, aunque positivo, el PIB de los grandes países industrializados europeos se viene resintiendo. Si nos fijamos en España, podemos apreciar diversos indicadores que hacen pensar en una desaceleración económica; en particular el indicador del consumo eléctrico cuyo descenso ha sido significativo, aunque pueda estar incluyendo una relativa mejora energética de los grandes consumidores industriales.

Por otro lado, podemos señalar otras señales que vienen de otros países próximos, en particular de Alemania del que viene gran parte de la demanda de nuestras exportaciones. Aunque se había hablado de que Alemania estaba planteando una congelación de los superávit presupuestarios y el diseño de un plan de choque para dinamizar la economía, parece ser que para el 2020 van a continuar con su política anterior. Esta política económica y fiscal, basada en la contención del gasto público, les va a permitir reducir su montante de deuda al 45% del PIB al final de la legislatura, la mitad que hace una década; proporcionando superávit desde 2014, a la vez de continuar con su crecimiento económico y reducción del paro.

También hay que tener en cuenta la política monetaria europea, soberanía hoy cedida por las naciones al Banco Central Europeo. La situación de endeudamiento tanto de Estados como de grandes corporaciones ha llevado a una contención de los tipos a través de la compra masiva de instrumentos financieros (Quantitative Easing) que nos ha llevado a tipos de interés negativos, tratando de buscar tipos de inflación positivos (cercanos al 2%) como elemento dinamizador de la economía. No vamos a entrar a valorar la política monetaria; sólo señalar que parece que estamos empezando a padecer una “japonización” de la economía, donde la inflación no es un determinante para el crecimiento económico, como enseñaban las teorías económicas entonces en vigor. Quizá estemos inmersos en un cambio de paradigma y nos estemos resistiendo a ello.

Una vez relacionados algunos elementos que pueden componer el marco económico, pasamos a enumerar algunas consecuencias de dicha desaceleración económica. La primera se produciría incluso aunque se mantuviera el crecimiento constante; y es la relativa al cumplimiento por España de los criterios de convergencia europeos. Aunque vayamos retrasando su ajuste por diversos motivos, el déficit público está por encima de lo pactado con Bruselas. La no existencia de nuevos ingresos que compensen los gastos, está llevando a que la convergencia hacia el equilibrio presupuestario sea cada vez más difícil y lejana (¿inalcanzable?). Hay nuevos gastos que no disponen de financiación automática suficiente como son los derivados de las pensiones, cuya reforma y consenso en el Pacto de Toledo parece que tampoco está cercana. Junto a ello, otros gastos que derivan de la situación de eventualidad política en la que estamos instalados.
Otro factor que puede llegar a ser distorsionante son los tipos de interés puesto que, debido al volumen de deuda creciente, va a suponer un mayor coste que obligará a minorar otras partidas  del presupuesto anual. Un aumento de los tipos provocaría el mismo efecto, incluso reduciendo el montante de la deuda. Ambos, tipos y deuda, junto con las pensiones van a ser los factores que más influencia van a tener en la evoluciones de otras partidas presupuestarias para los próximos ejercicios.

Si además se produce, como de hecho se está dando, una reducción del crecimiento medido por la caída del PIB, tarde o temprano vamos a vernos sometidos a ajustes en los gastos.  El porcentaje del gasto en defensa con relación al PIB podría incrementarse en el caso de que se mantuviera el nivel de esfuerzo para esta área de gasto; sin embargo, podría darse un incremento del porcentaje del gasto en defensa si el PIB decreciera. El problema volvería a plantearse en los términos que ya se planteó en la pasada década: nos encontramos con los condicionantes de los gastos “cautivos” por los Programas Especiales de Modernización; junto con unos gastos de personal crecientes en la medida en que lo sea el Salario Mínimo Interprofesional; más el crecimiento de los gastos de mantenimiento de equipos y sistemas tecnológicamente más demandantes, unido al sostenimiento de la operatividad de la fuerza a unos costes asimismo superiores a los de hace años, debido a su mayor carga tecnológica.

Pues bien, ahora solo nos queda esperar. Aunque no hemos podido hacer un tratamiento holístico, al menos si hemos buscado integrar en este proceso intelectual varios elementos que pueden tener una gran influencia en la tendencia de los gastos. El tiempo y el trabajo que seamos capaces de imaginar nos confirmarán o refutarán las tendencias que aquí solo hemos pretendido esbozar.

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