Peace, Security and Defence Chair

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Observatorio PSyD

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5th of December 2018

Tecnología genética y soldados del futuro

Juan A. Moliner González
General de División del E.A. (Reserva)
Subdirector del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado

En estos días estamos conociendo que un científico chino –He Jian Kui- ha intervenido en una experiencia que ha llevado al nacimiento de dos bebes modificados genéticamente.

Parece ser que, en un proceso de inseminación artificial, el objetivo ha sido mutar un gen y hacer que los embriones sean resistentes al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), del que era portador el padre.

Además de levantar una gran polémica, abrirse investigaciones legales y recibir un amplísimo rechazo de la comunidad científica en todos los continentes, el suceso reabre la discusión sobre las implicaciones éticas, aparentemente violadas, en este tratamiento de embriones humanos.

La justificación dada para esta modificación genética, aún en fase experimental y que según expertos podría producir problemas consecuencia de la mutación genética en el futuro a las niñas, es que lo realizado es «abrir una igualdad de oportunidades para tener familias sanas»[1] y que se trata de crear niños sanos y no producir otras modificaciones.

Por otro lado y aunque es el primer caso conocido de mutación genética de embriones humanos sanos, el caso nos lleva directamente a la posibilidad no sólo de mejorar la salud evitando enfermedades, sino de potenciar las capacidades humanas en aspectos como la inteligencia, la potencia física o la resistencia y control del dolor y otras emociones.

Esta «potenciación» del individuo también se ha considerado en su aplicación a los soldados, «pero escasamente los desafíos éticos que imponen las nuevas tecnologías»[2]. Así, la genética es una de las ciencias que junto a otras como la biotecnología, nanotecnología, robótica, inteligencia artificial o neurología se desarrollan e invitan a mejorar las potencialidades del combatiente.

Entre estas tendríamos el desarrollo de capacidades sensoriales, cognitivas y motoras o la mejora de su aprendizaje y efectividad en la integración de múltiples informaciones para la toma de decisiones.

No podemos dejar de lado que, también como requisito ético, el mando militar debe procurar proporcionar a sus subordinados las mejores capacidades y reducir al mínimo posible la exposición al riesgo en el combate y aumentar la mejora de la supervivencia, intentando llegar a cero bajas.

Pero, además, la ciencia nos ha enseñado que sus avances son imparables y las consideraciones éticas y morales solo de forma muy limitada han supuesto un freno en su desarrollo. También en el ámbito militar los avances tecnológicos se han incorporado y «son muchos los ejemplos de inventos aplicados al campo militar que, debidamente empleados, han dado la victoria al primero en disponer de ellos»[3].

Con estas consideraciones previas llegamos al problema central que no es sino la necesidad de tomar muy seriamente en consideración, antes de que los avances se consoliden y las posibles reacciones sean reactivas e insuficientes, los múltiples desafíos éticos que planea la potenciación genética de los soldados.

No se pretende con este breve análisis ofrecer remedios a los retos que se van a describir, sino poner de manifiesto la naturaleza de algunos de los problemas éticos (y legales) que se nos vienen encima y la conveniencia de empezar a considerarlos para plantear acuerdos y soluciones.

Así, podemos suponer, desde la incorporación inicial de esos soldados a las unidades, algunas cuestiones que habría que intentar resolver. ¿Debería el soldado dar su consentimiento para ser sometido a modificaciones genéticas? Algunos podrían aceptarlo y otros negarse y podría plantearse alguna cuestión disciplinaria. ¿Tendrían que estar integrados en la misma unidad u organizarse unidades específicas de soldados potenciados? Si este fuera el caso, la cohesión dentro de la unidad o entre unidades, ¿podría resentirse? Por no mencionar problemas de liderazgo de superiores no tratados con la misma técnica en relación con esos soldados.

Ya en el combate, ¿se apoyarán y auxiliarán entre sí los soldados potenciados dejando a los combatientes normales al margen o darán prioridad a estos por sus mayores limitaciones y vulnerabilidad a los riesgos? Esas conductas de socorro y lealtad con el compañero caído más vulnerable, interiorizadas en el ethos militar, podrían ir en detrimento del cumplimiento de la misión. ¿O habrá que modificar alguno de los valores y principios que han mostrado y siguen mostrando su utilidad en el cumplimiento de la misión del militar?

Por otro lado, esos soldados del futuro podrían asumir mayores riesgos e impulsar a otras unidades a compartirlos, a pesar de que carecen de esas capacidades. Pensemos en un piloto militar potenciado combatiendo, y arriesgando, en una escuadrilla donde no todos tienen su destreza y capacidad.

Si en el curso de las operaciones se comete una violación de las leyes y usos de la guerra, ¿tendrían que asumir la responsabilidad los propios soldados potenciados o lo tendrían que hacerlo quiénes tomaron la decisión de ampliar sus potencialidades?

Ante su presencia en el campo de batalla, el enemigo podría contrarrestar la amenaza que representan priorizando el neutralizarlos al considerarlos objetivo preferente ¿Cómo lo llevarían a cabo? ¿Se sentirían legitimados para no tener ninguna contención ni respetar las reglas éticas y legales del ius in bello? Por ejemplo, eliminándolos incluso cuando pudieran intentar hacerles prisionero dada la mayor amenaza que suponen. Esto podría llevar a replantear y modificar las normas éticas y convenios internacionales sobre la guerra.

Una vez finalizado el conflicto bélico y en relación con la incorporación de estos soldados a la vida civil, ¿los efectos serían reversibles o tendrían que asumir los cambios de forma permanente? Si es así, esos cambios pueden modificar sus relaciones sociales, pero ello podría incluso llegar a afectar a las estructuras sociales de forma disruptiva.

En todo caso, las nuevas tecnologías plantean unos desafíos éticos que deben resolverse, pues cabe esperar «que el soldado potenciado aparezca en la escena guiado por nuestra ética y no por la tecnología»[4].

En esta línea, documentos doctrinales de España y otros países y organizaciones recogen los cambios en los escenarios y contextos operativos en los que habrán de actuar las Fuerzas Armadas[5], y se plantean alguna de estas cuestiones éticas reseñadas que afectan al combate y, sobre todo, a las personas que tienen la responsabilidad legal y moral del uso de la fuerza en los conflictos bélicos y guerras.  

[1] VIDAL, M. (2018, 27 de noviembre). Científicos chinos dicen haber creado dos bebes con ADN modificado, EL PAÍS, p. 27.
[2] SHUNK, D. (2015). La ética y el soldado potenciado del futuro cercano. Military Review, julio-agosto, Tomo 70, Número 4, pp. 39-46.
[3] BAQUÉS, J. (2013). Revoluciones militares y revoluciones en los asuntos militares. En JORDAN J. (coord.). Manual de Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional, Madrid: Plaza y Valdés, pp. 119.
[4] SHUNK, D., obra citada, p. 46.
[5] El documento “Doctrina para el empleo de las FAS” PDC-01(A), 27 febrero 2018, Madrid: Ministerio de Defensa, recoge en su pagina 20: «La rápida evolución científica, tecnológica y social obliga a valorar los aspectos éticos del futuro entorno de seguridad, derivados principalmente del desarrollo de la robótica, la biotecnología, los sistemas autónomos, las actividades llevadas e a cabo en el ciberespacio, el combate urbano y la difusa separación entre combatientes y no combatientes».

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