Peace, Security and Defence Chair

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22nd of February 2017

Sudán, no apto para experimento

Darío López Estévez
Lexicógrafo, lingüista y analista geopolítico

Como un jarro de agua fría. Así han sentado las primeras decisiones de la administración Trump al otro lado del océano. Un paso atrás, un ultraje, una regresión… No hablamos en cuanto a los derechos humanos, asunto sobre el que deberá pronunciarse la Justicia de la mayor potencia mundial, sino en cuanto a la geopolítica estadounidense en el mundo musulmán. La transcendencia de la orden ejecutiva de Donald Trump  prohibiendo el ingreso en los EE.UU. de ciudadanos venidos de Libia, Sudán, Somalia, Irán, Irak, Yemen y Siria  va mucho más allá de la violación de los derechos humanos y de la restricción de las libertades individuales. La decisión reaviva una amenaza mundial como es el terrorismo islamista. Promueve la radicalización de quienes detestan Occidente. Muchos de ellos se encuentran en el norte de África, donde la situación no está precisamente como para hacer experimentos geopolíticos. Escudándose en garantizar la seguridad de los Estados Unidos, la intransigencia de la nueva administración estadounidense podría crear más problemas de los que pretende resolver.

Uno de esos criaderos de problemas podría ser Sudán. Es uno de los países directamente afectados y donde mejor se podrán ver, a corto plazo, las consecuencias de ese deus ex machina al que se le ha antojado que delenda est Carthago, deshaciendo los tremendos esfuerzos que se habían hecho para pacificar a un país que actúa de dique entre la desestabilidad al norte y sur del Sahel. Ahora, todo podría estar en el aire.

Sudán, no tan malo como parecía
Sudán fue incluido en la lista de países patrocinadores del terrorismo en 1993. La decisión vino acompañada de la imposición de un embargo en 1997.  Desde entonces, el régimen de al-Bashir no ha cesado ni un instante –si bien con los continuos vaivenes que caracterizan a la política sudanesa- de centrar sus relaciones bilaterales con los Estados Unidos en el levantamiento de las sanciones. Tales esfuerzos se vieron recompensados el pasado 13 de enero, cuando la administración Obama levantó importantes sanciones comerciales y financieras sobre Sudán después de 20 años. La decisión vino justificada por “una evidente reducción en las actividades militares ofensivas así como un compromiso con el cese de las hostilidades en las zonas en conflicto”. En efecto, así era. Y había costado su esfuerzo.

Sudán se había ido consolidando como el único estado tapón en todo el Sahel. No sólo por la mano férrea con la que el régimen de al-Bashir gobierna la zona central del país, sino también por la predisposición de sus cuerpos de inteligencia –bastante eficientes-, con colaborar con la administración estadounidense en la lucha contra el terrorismo. Tanto, que ya en 2012, la administración Obama reconocía, en su informe anual de valoración del terrorismo global, que Sudán se había mostrado como un “socio colaborador contra el terrorismo”. Este reconocimiento se basaba en que el régimen de al-Bashir había “limitado las actividades de grupos inspirados en Al-Qaeda que operan en Sudán, como también el uso del país, por parte de combatientes extranjeros, como base logística y zona de paso para extremistas violentos que se dirigen a Irak y Siria”.  

Puede parecer un pequeño éxito, pero cualquier maniobra a favor de la estabilización de Sudán conlleva un esfuerzo descomunal que no debe ser infravalorado. En estos años, el régimen de al-Bashir ha debido contener las pulsiones de los diferentes grupos radicales islamistas al mismo tiempo que mantener a raya los grupos armados darfuríes y neutralizar la porosidad de unas fronteras sangrantes. Al sur, la guerra civil de Sudán del Sur y el conflicto abierto con este estado por el control de la región de Abyei. Al sureste, la frontera con la férrea dictadura eritrea, por la que diariamente pasan cientos de refugiados que muchas veces son víctimas de traficantes de órganos. Al oeste, la decenaria guerra de Darfur y al noroeste, la indomable Libia. En medio de este campo de minas, el régimen sudanés había sido capaz de apaciguar la situación lo suficiente como para recibir el reconocimiento de los Estados Unidos.

En 2012, Sudán no fue excluido de la citada lista, pero se trataba de un importante primer paso. Per aspera ad astra bien podría ser el lema del régimen bashirista, quien siguió haciendo esfuerzos –presionado, eso sí, por una más que tensa situación política interna- en favor del levantamiento de las sanciones[1]. En septiembre de 2016, el Departamento de Estado felicitó a Sudán por “sus recientes esfuerzos para aumentar la cooperación contra el terrorismo con los Estados Unidos”. Cuatro meses más tarde, los cumplidos se materializaron, por fin, en el levantamiento de sanciones.

Esfuerzos ¿en vano?
Bien es conocido que es margen de maniobra del gobierno sudanés es reducido y que, además, no es su intención entrar en un conflicto abierto con los Estados Unidos. Sin embargo, por todos es sabido que existe una miríada de individuos, organizados en mayor o menor medida, para quienes estos actos valen su trascendencia en oro.

Haber mantenido durante tiempo su estatus de estado tapón no significa que Sudán esté libre del más peligroso fanatismo religioso. Largo es el historial de los vínculos entre poder y grupos religiosos en Sudán.  El actual régimen es sospechoso de mantener sólidos lazos con los Hermanos Musulmanes y entre sus miembros se cuentan representantes de grupos como An??r al-Sunna. Es el caso del ministro de turismo, dirigente de dicha organización religiosa salafí con ambiciones claramente panislámicas.

Hasta cierto punto, todas aquellas organizaciones religiosas conniventes con el gobierno sudanés revisten una relativa preocupación siempre y cuando la posición del régimen de al-Bashir tienda al diálogo. No pasa lo mismo con grupos aún más radicales que llevan tiempo protagonizando situaciones violentas en el país. Una de las ramas de An??r al-Sunna, liderada hasta 2015 por Ab? Zayd Mu?ammad ?amza, lleva años agrediendo a las comunidades sufíes sudanesas [2]. En 2016, el grupo organizó movilizaciones en todo el país contra la decisión gubernamental de prohibir los sermones y discursos morales y religiosos en lugares públicos [3].

La peligrosidad de estos grupos no reside sólo en su capacidad de movilización y acrecentado activismo, que ya de por sí son preocupantes; sino en sus conexiones con otras organizaciones que podrían poner en jaque los esfuerzos del gobierno sudanés por tenerlos a raya. De sobra son conocidos los lazos entre los salafíes de todo el mundo y Arabia Saudí, cuyos ciudadanos podrán entrar libremente en Estados Unidos… También de sobra son conocidos los vínculos entre algunos partidos de la oposición sudanesa, como el Partido Nacional de la Umma, y los grupos armados no sólo darfuríes sino también sursudaneses.

¿Y ahora?
Ante la orden ejecutiva de Trump, el gobierno sudanés ha optado por la calma. El ministro de Asuntos Exteriores sudanés, Ibr?h?m Gand?r, ha reaccionado recordándole a Estados Unidos que ambas naciones comparten los mismos desafíos4. El pasado 8 de febrero, el ministro de Defensa sudanés, en una reunión con un responsable militar de la embajada estadounidense en Jartum, declaró que “las relaciones militares y de seguridad con Estados Unidos siguen avanzando” [5].

¿Será suficiente una actitud conciliadora? En Sudán, basta una chispa para que todo salte por los aires. Si el país se desestabiliza, las consecuencias serán muy graves. Lo importante es saber en qué medida, a quién afectarán y cómo prevenirnos. Parece que el hecho de que la potencia americana se encuentre al otro lado del Atlántico le proporciona una cierta seguridad, pero ¿quién puede asegurar que las consecuencias de un África desbocada no se sientan antes, o con más virulencia, en Estados Unidos que en Europa?



Bibliografía

Estévez, Darío López. «El Diálogo Nacional Sudanés, cronología de una democratización tambaleante.» 12 de 01 de 2015.
http://baabalshams.com/?p=3927.

Ministerio de Defensa Sudanés. «وزير الدفاع يشيد بالتقدم في العلاقات بين السودان والولايات المتحدة.»  de 08 de 02 de 2017.
http://mod.gov.sd/index.php/%D8%A3%D8%AE%D8%A8%D8%A7%D8%B1-%D8%A7%D9%84%D9%82%D9%88%D8%A7%D8%AA-%D8%A7%D9%84%D9%85%D8%B3%D9%84%D8%AD%D8%A9/%D8%B2%D9%8A%D8%A7%D8%B1%D8%A7%D8%AA-%D9%88%D8%AA%D9%81%D9%82%D8%AF%D8%A7%D8%AA/26440-%D9%88%D8%B2%D9%8A%D8%B1-%D8%A
(último acceso: 10 de 02 de 2017)

Sudan Tribune. «(أنصار السنة) تلوح بالقانون لوقف قرار حظر الوعظ الديني في الطرقات.»  de 19 de 08 de 2016.
http://www.sudantribune.net/%D8%A3%D9%86%D8%B5%D8%A7%D8%B1-%D8%A7%D9%84%D8%B3%D9%86%D8%A9-%D8%AA%D9%84%D9%88%D8%AD,14956
(último acceso: 19 de 08 de 2016).

—. «غندور: السودان والولايات المتحدة يواجهان ذات التحديات.» de 25 de 02 de 2017
http://www.sudantribune.net/%D8%B2%D8%B9%D9%8A%D9%85-%D8%A7%D9%86%D8%B5%D8%A7%D8%B1-%D8%A7%D9%84%D8%B3%D9%86%D8%A9,2555
(último acceso: 14 de 02 de 2017).

—. «غندور: السودان والولايات المتحدة يواجهان ذات التحديات.»  de 04 de 02 de 2017.
http://www.sudantribune.net/%D8%BA%D9%86%D8%AF%D9%88%D8%B1-%D8%A7%D9%84%D8%B3%D9%88%D8%AF%D8%A7%D9%86-%D9%88%D8%A7%D9%84%D9%88%D9%84%D8%A7%D9%8A%D8%A7%D8%AA-%D8%A7%D9%84%D9%85%D8%AA%D8%AD%D8%AF%D8%A9-%D9%8A%D9%88%D8%A7%D8%AC%D9%87%D8%A7%D8%AA
(último acceso: 06 de 02 de 2017).

22 de febrero de 2017




[1] Para tener una idea de las dinámicas de la política interna sudanesa en los últimos años, consulte López Estévez, Darío. «El Diálogo Nacional Sudanés, cronología de una democratización tambaleante.» 12 de 01 de 2015. http://baabalshams.com/?p=3927.
[2] (Sudan Tribune 2012)
[3] (Sudan Tribune 2016)
[4] (Sudan Tribune 2017)
[5] (Ministerio de Defensa Sudanés 2017)



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