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23rd of January 2019

Sobre el Pacto Mundial para la Migración de la ONU

Jorge Garris Mozota
Doctor en Historia y Politólogo

Vivimos en un mundo donde el llamado centro de gravedad económico se ha ido trasladando, a los largo de los siglos desde el Norte de la India, allá por el año 1000, hasta la Federación rusa, en el presente, con rumbo a China. Del mismo modo, el llamado centro de gravedad comercial se ha ido moviendo hasta situarse en el estrecho de Malaca.

Todo ello no hace sino reflejar una realidad: la de que la visión tradicional del mundo ha cambiado desterrando de nuestras mentes la visión eurocéntrica del mismo, y relevando a la UE a una situación periférica, a pesar de su peso económico.

Evidentemente, todos estos cambios, así como los distintos flujos de Inversión Extranjera Directa asociados a los movimientos de los polos económicos no han hecho sino catalizar los movimientos migratorios de tipo económico. Sin embargo éstos tradicionalmente han tenido además otras causas, a saber: políticas y de persecución, climatológicas y derivadas de las guerras y conflictos. Un estudio histórico de las mismas, comercio de esclavos aparte, nos ofrece un mapa de los movimientos migratorios influenciados por estos factores, que sin duda han ido transformando, sobre todo, a los países de acogida.

Lo anterior se ve influenciado en mayor medida por la propia realidad demográfica, y esta nos dice que en unos cincuenta años la población mundial irá en aumento hasta llegar a los 9.000 millones de personas. El 80% de la misma se encontrará en los países subdesarrollados y las dos terceras partes de toda la población en el mundo se localizará en el denominado “huevo asiático”, la zona geográfica que incluye la Federación rusa, Asia Central y el Sudeste Asiático.

En el año 2018, hubo cerca de  260 millones de migrantes, lo cual representa el 4% de la población mundial y sobre los 30 millones fueron desplazamientos internos. Se espera que para el 2050 el número de migrantes ascienda hasta los 400 millones. Se destaca de todo ello, que además de proceder de países subdesarrollados, cerca del 50% de los mismos lo compondrán mujeres y niños, lo cual no deja de ser significativo a la par de singular.

Todo ello, no dejó de producir problemas humanitarios y administrativos, cuando los citados flujos migratorios comenzaron a adquirir dimensiones considerables desde el punto de vista numérico.

Para hacer frente a todo ello, y con la idea de controlar y administrar en lo posible a estos movimientos internacionales, se fueron plasmando en el protocolo de Estatuto de refugiados de 1967 y en la declaración de Asilo Territorial del mismo año, una serie de medidas que impedían de alguna manera la explotación y los derechos de los migrantes, su situación de asilo y de refugiado.

Continuando con las cifras, sin intención de cansar al lector, sino con el objeto de presentar más claramente la realidad, se debe citar que en el mundo actual más de 20 millones de mujeres se hayan sometidas a la trata y explotación laboral y sexual, más de 150 millones de niños son explotados laboralmente en el mundo, cerca de 2 millones de niños son sometidos a la explotación sexual cada año en el continente Americano y en la UE desaparecen sobre los 10.000 cada cinco años, y se podrían citar muchas más, pero sin duda toda esta colección de números nos plasma no solo el nivel de inseguridad sino los lucrativos negocios oscuros que rodean a todo ello.

No se citarán, pero si hay que hacer referencia a las rutas de tráfico humano que se mezclan con las de armas, drogas y productos falsificados. Estas recorren muchos  puntos de la geografía mundial, pero las principales atraviesan África de Sur a Norte atravesando el Sahel y por territorios controlados por grupos terroristas o filiales; éstos se interconectan con los que van y vienen de Sudamérica donde operan los cárteles que también interactúan con los que controlan México en camino a EEUU y viceversa.

De igual modo, el Sudeste asiático se haya bajo el control de grupos mafiosos que conducen los flujos migratorios y de trata, sobre todo los procedentes de China a través de centro y Sur de Europa hacia América y viceversa también.

En la UE, la Frontex (Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa de las Fronteras Exteriores) administra las diversas rutas definidas por ella de migrantes hacia territorio europeo, sobrepasada por los derivados de la Guerra de Siria que superaron con cruces cualquier expectativa, unidas a las que proceden del continente africano tras abrir la ruta de Libias (sobre las razones del derrocamiento de Gadaffi, el líder de la revolución verde apoyada por casi el 90% de la población, y el nivel socioeconómico que había alcanzado el país bajo su mandato, habría que escribir muchas páginas, pero no es objeto de este artículo).

El resultado de todo ello, es sin duda, una UE en la que el control de los flujos migratorios incontrolados, definidos como amenaza en la Directiva de Defensa Nacional, se ofrecen como misión casi imposible, a resultas de los medios, personal y política.

En este contexto presentado en las anteriores líneas, el pasado 10 de diciembre, más de 150 países de la ONU suscribieron el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular en la ciudad de Marrakech.

Si bien es cierto que para la mayor parte de los ciudadanos ha pasado casi desapercibido, pues no han sido muy informados de ello, se trata sin duda de uno de los pactos más importantes, por no decir el que más, que han sido firmados en los últimos decenios, y ello es así por diversas razones.

En primer lugar, no es baladí recordar que países como EEUU, China, Israel, Hungría, Italia, Austria, Chile, República Dominicana y varios más, no lo han suscrito; mientras que otros como España, Francia y Alemania, sí.

En segundo lugar, y en palabras del secretario general de la ONU, “no es vinculante”, dejando en manos de los gobiernos las políticas migratorias a aplicar dentro del contexto jurídico enmarcado por dicho pacto.

En tercer lugar, lo que puede pretender es regularizar lo irregular en relación con los movimientos migratorios que se están produciendo en determinadas partes del planeta, véase UE y EEUU.
Pero sin duda, y lo que no está trascendiendo es el importantísimo cambio que se está produciendo en nuestro mundo, el cual y muy posiblemente, cambiará y mucho en los próximos cien años.

Bien es cierto que el fenómeno es mucho más complejo y engloba distintas tipologías, pero a partir del pacto anteriormente referido, mucha terminología asociada a las migraciones quedará caducada (la migración se define como un derecho humano) y cualquier expresión, declaración u opinión contra la migración o la posible relación, directa o indirecta, con aspectos negativos, será considerada como delito de odio.

Vivimos en un mundo globalizado, donde existen 40 millones de chinos o más repartidos por todo él; en el año 2050 África tendrá una población de 2.200 millones de personas y la del África subsahariana representará cerca del 40% de la población mundial. Los pueblos europeos originarios, sea cual sea la consideración o clasificación, no representarán más del 6% en esos años.
Parece vislumbrase un intento de controlar lo difícilmente controlable, máxime cuando países como China ni lo toman en cuenta, siendo conscientes de su papel en el mundo como la primera potencia de facto, su control sobre recursos energéticos estratégicos y de la deuda externa de muchos países, además de vanagloriarse de haber conseguido llevar con éxito su misión espacial a la Luna, llegando incluso a su cara oculta.

Los buenos objetivos que se esgrimen en el citado Plan Mundial, hubieran necesitado de un amplio consenso de países, entre ellos los más importantes por su peso militar, demográfico y económico, como EEUU y China, y sin embargo no ha sido así.

Determinadas medidas de tamaño alcance, en mi opinión, lo necesitan, para evitar una serie de fracturas que a la larga y a la postre trastocaran todo el statu quo mundial, no sabemos con qué resultados.

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