Javier Jiménez Olmos
Doctor en “paz y Seguridad Internacional” por la UNED
Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz” de Zaragoza
Coronel del Ejército del Aire en la reserva
Níger es uno de los países más pobres del mundo, con un índice de analfabetismo que ronda el ochenta por ciento, donde el noventa por ciento de la población no tiene acceso la electricidad, pero de su subsuelo se extrae uranio, de unas minas que en su mayoría son propiedad de la empresa francesa Areva. También dispone de gas, petróleo y oro. Níger está el puesto 187 del Índice de Desarrollo Humano, uno de los últimos del ranking. Es un país devastado por las sequías y por una explotación incontrolada de sus recursos naturales.
En una extensión doble de la España habitan algo más de 17 millones de personas de las cuales, según el Banco Mundial, el setenta y cinco por ciento vive con menos de dos dólares al día. La renta per cápita es de 863 dólares, una de las más bajas del mundo. El ochenta por ciento de la población depende de la agricultura y la ganadería por lo que las continuas sequías, cada vez más intensas debido al cambio climático, agravan la situación de miseria de los nigerinos.
Níger obtuvo la independencia de Francia en 1960 y no celebró sus primeras elecciones con ciertas garantías democráticas hasta 1993, en ese periodo tuvo cinco constituciones en las que se alternaron gobiernos civiles y militares. En febrero de 2010 un golpe de Estado destituyó al presidente Mamadu Tandja que había ganado las elecciones en el 2000. Sin embargo, los militares convocaron un referéndum constitucional al que siguieron unas elecciones ganadas por el social demócrata Mahamadou Issoufu.
Las tierras del oeste de Níger, habitada por tribus tuareg, son ricas en uranio, del que se aprovecha en casi su totalidad la empresa francesa Areva, de capital mayoritariamente estatal. Los tuaregs, descontentos con los gobiernos nigerino y francés por los pocos beneficios que les legaban de este importante recurso natural, formaron un grupo rebelde denominado Movimiento por la Justicia de Níger (MNJ), el cual comenzó una lucha para tener una mayor participación en las ganancias de la explotación del uranio, y para que se adoptaran medidas a fin de evitar el deterioro medioambiental producido por las extracciones de ese mineral. Un deterioro que también afecta a las personas y a los animales, a los que produce enfermedades y muertes.
El MJN comenzó a atacar instalaciones francesas relacionadas con la extracción de uranio, el gobierno nigerino se vio obligado a enviar tropas al norte del país para intentar controlar la situación por lo que los tuareg no han conseguido sus objetivos después de más de dos años de lucha. En Mali, con el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad, los tuareg también se rebelaron para conseguir la independencia de la región norte llamada Azawad. Mientras tanto, Al Qaeda saca provecho de la situación de descontento y desconcierto en la región para ampliar sus redes de influencia y su poder.
A finales de 2011, miles de tuaregs, trabajadores y mercenarios en la Libia de Gadafi, regresaron a sus tierras de Níger y Mali. Ante el panorama de escasez de recursos para vivir en esos países lanzaron sendas rebeliones. La región natural de los tuaregs es una de las más pobres del planeta pero una de las más militarizadas. El territorio Tuareg comprende parte del sur de Argelia, suroeste de Libia, norte de Mali, oeste de Níger y norte de Burkina Faso.
A pesar de sus divisiones tribales internas, el pueblo Tuareg siempre ha soñado con un Estado independiente en el Sahara, lo que ha sido imposible por el sometimiento a los países que surgieron de la descolonización del África francesa y por los propios intereses de la antigua metrópoli.
Gadafi supo controlar las ambiciones de los tuaregs admitiéndolos e integrándolos en Libia. Cuando Gadafi fue derrocado y asesinado, los tuaregs volvieron a sus tierras de origen, huyeron de Libia por la persecución que sufrían por haber apoyado a Gadafi. De este modo se encontraron como perdedores de una guerra, expulsados de sus casas y sin trabajo. Miles de jóvenes tuaregs se encontraron en Níger y Mali, países que apenas conocían puesto que habían crecido en Libia. El proceso de integración resultaba muy duro por el cambio a peor vida que llevaba consigo.
Los tuaregs constituyen una población de unos tres millones de personas que son nómadas descendientes de los Bereberes del norte de África. Son denominados los hombres azules por el turbante de ese color con el que cubren su cabeza y cuello, desde el siglo XVI adoptaron la religión musulmana. En Níger viven una gran parte de ellos. Los tuaregs nigerinos se han rebelado en tres ocasiones contra el gobierno nacional.
Ante las adversas condiciones en sus países de origen emigraron a Libia para trabajar como sirvientes o como soldados. Buena parte de ellos vieron a Gadafi como un salvador que les proporcionó asilo y recursos para una mejor calidad de vida, otros le reprochan que los utilizara como mercenarios. Gadafi les abrió la puerta a partir de 1980. Al año siguiente, se formó, en territorio libio, el Frente para Liberar Níger en el que participaban tuaregs, árabes y otras tribus nativas. Gadafi también apoyó la creación del Movimiento Popular de Liberación de Azawad (región del norte de Mali) con exiliados tuaregs en Argelia y Libia.
En marzo de 1990, Gadafi cerró los campos de entrenamiento militar tuareg y selló un acuerdo con los gobiernos de Níger y Mali para finalizar las actividades políticas y militares en territorio libio de los rebeldes tuareg. Sin embargo, al mes siguiente, abril de 1990, el gobierno nigerino inició una campaña de represión contra los tuaregs, denunciada por Amnistía Internacional por los abusos cometidos por las autoridades nigerinas. Los meses siguientes estallaron nuevas rebeliones de los tuaregs.
En septiembre de ese mismo año se reunieron en Djanet (sudeste de Argelia) los Jefes de Estado de Argelia, Libia, Mali y Níger para resolver este conflicto. Gadafi se presentó portando el turbante tuareg como símbolo de apoyo a su causa. Ese alineamiento se vio refrendado en abril de 2006, en la ciudad maliense de Tobuctú, cuando anunció la creación del “Gran Sahara”, Estado tuareg con territorios de Argelia, Mali y Níger en federación con Libia.
En febrero de 2007 se inició otra rebelión tuareg en Níger a cargo del Movimiento de Nigerianos por la Justicia (MNJ) que atacaron intereses de la empresa francesa Areva en las minas de Imouraren. Gadafi fue una vez más protagonista al mediar para finalizar esta rebelión.
En febrero de 2011 comenzó la rebelión contra el régimen de Gadafi, seguida de una represión que condujo a la guerra civil que acabó con el dictador. Los tuareg comenzaron a retornar a sus países de origen, Mali y Níger, al darse cuenta de que la derrota era inevitable. En octubre de 2011 los tuareg malienses anunciaron la creación del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad, ese mismo mes era asesinado Gadafi y en Libia imperaba el caos, que se aprovechaba, entre otras cosas, para transportar armamento hacia Mali y Níger. En enero de 2012 el MNLA comienza la rebelión en Mali.
Francia lideró la campaña para derrocar a Gadafi, ha apoyado al gobierno de Mali contra los rebeldes islamistas y ha enviado tropas a la República Centroafricana. Las intervenciones militares francesas en el exterior se han sucedido con gobiernos conservadores y socialistas. La historia colonial pesa y el actual Presidente de la República, François Hollande, continúa esta tradición. No obstante, se ha experimentado una evolución importante a la hora de justificar estas intervenciones. En el pasado, se decía claramente que se intervenía en África para defender los intereses nacionales. Ahora se hace con la excusa humanitaria.
Francia tiene una presencia militar permanente en Costa de Marfil, Chad, Gabón, Isla de Reunión, Senegal y Yibuti, mantiene acuerdos bilaterales de defensa con ocho países y forma militares de la mayoría de países de sus antiguas colonias. En su Libro Blanco de la Defensa de 2013 considera las intervenciones en África, siempre que las condiciones lo exijan aunque sean de un modo unilateral.
En los últimos años ha encabezado intervenciones militares en Libia (2011), Mali y República Centroafricana (2013), puestas en discusión sobre la motivación humanitaria. Lo cierto es que Francia tiene grandes intereses económicos y estratégicos en la parte de África Subsahariana que comprende sus antiguas colonias. Níger es un ejemplo importante de la afirmación anterior: desde las minas de uranio nigerinas Francia consigue la materia prima para el funcionamiento de sus centrales nucleares que le proporcionan las tres cuartas partes de la electricidad que consume.
Gadafi era un personaje incómodo para los intereses franceses en esa zona del Sahel, por eso Francia lideró la coalición para eliminarle, pero los motivos de la defensa de los derechos humanos se oscurecen cuando se revisa la historia reciente y se comprueba que los gobiernos franceses no han tenido reparos en apoyar dictadores sanguinarios en África siempre que los hayan necesitado, como el caso de de Bokassa en la República Centroafricana.
Nadie calculó que la caída de Gadafi provocaría más inestabilidad en el Sahel, por el retorno de los tuaregs, por la cantidad de armamento que paso a manos de grupos rebeldes que huyeron hacia Mali y Níger entre otros. Y tampoco se tuvo en cuenta que los grupos yihadistas con Al Qaeda al frente están ganando posiciones y ventaja dentro del caos y la miseria reinante en la zona.
Los nigerinos, como otros africanos, sufren las consecuencias de una injusta distribución de los recursos naturales que les pertenecen, entre tanto las potencias occidentales, Francia en especial en esa zona, se involucran con seguridad militar para la contención de las rebeliones que no favorecen a sus intereses o para la lucha contra el fundamentalismo islámico que encuentra campo abonado para la recluta de adeptos. Pero en Níger, como en otros lugares, la seguridad humana, la defensa de las personas, de su calidad de vida, de sus derechos, de su dignidad y de su libertad pasa a segundo plano o se olvida.
Zaragoza 2 de marzo de 2014