Peace, Security and Defence Chair

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Observatorio PSyD

The observatory says

16th of April 2020

Ni Paz, ni Seguridad, ni Defensa

Claudia Pérez Forniés
Directora de la Cátedra Paz, Seguridad y Defensa
Universidad de Zaragoza

Como muchos de ustedes saben el Observatorio Paz, Seguridad y Defensa, lleva recogiendo desde hace casi diez años los breves artículos de opinión que un número de colaboradores nos envía con el objetivo de generar una masa crítica en aspectos relacionados con la paz, la seguridad y la defensa de nuestro país. Cuando comenzamos esta aventura tenía meridianamente claro que la que escribe hoy no debía escribir habitualmente en esta plataforma, de hecho este es mi segundo papel en ocho años, pero ya me disculparán porque no lo he podido evitar.

El viernes 13 de marzo del año 2020 pasará a la historia porque nuestro Presidente Pedro Sánchez nos informó de sus intenciones de decretar el estado de alarma en el país a partir del día 16 de marzo con el consentimiento de las Cortes. España había sido alcanzada por la pandemia del Covid-19 y nos había herido gravemente, debíamos entre todos sacarla adelante. Nos confinaríamos en casa y lo conseguiríamos, pero algunos más que otros se tendrían que dejar la piel en el camino, vaya mi humilde homenaje para todos ellos.

Nuestros hombres y mujeres de la Fuerzas Armadas y de los Cuerpos de Orden y Seguridad del Estado como no cabía ninguna duda se han dejado la vida en ello, pero para ellos el sacrificio de su vida por los demás lo llevan grabado en el ADN.  Nuestros sanitarios, trabajando en condiciones infrahumanas y soportando un grado de exposición al virus propio de un país tercermundista (18.5% de los infectados es sanitario) han puesto su vida y las de sus familias en un riesgo que cuesta entender.

Nuestras residencias de ancianos han sangrado heridas de muerte pidiendo auxilio de forma desesperada a la Unidad Militar de Emergencias, para que vinieran a limpiar, si a limpiar, porque las residencias donde viven lo más sagrado que tiene una sociedad que son sus mayores no son hospitales, son residencias asistenciales como no lo son los colegios mayores para nuestros jóvenes. Si nos trasladamos en el tiempo un siglo atrás,  la mal llamada gripe española se llevó por delante a muchas personas pero sobre todo los más golpeados fueron los jóvenes. ¿Imaginan nuestros colegios mayores y residencias para universitarios o nuestras academias militares con miles de muertos? No quiero pensar que por ser jóvenes hubiéramos llevado a cabo una mayor ofensiva contra el virus que en el caso de las residencias, sí, no lo quiero pensar.

Nuestro personal de limpieza, nuestros transportistas, nuestro personal dedicado al sector de la alimentación, nuestros agricultores, nuestros empleados de la industria fundamental. Repito vaya nuestro homenaje por delante. Pero dicho esto, ¿y ahora qué? Ha pasado un mes de la intervención de nuestro Presidente y el estado de la cuestión es el siguiente: el día 15 de marzo lamentábamos la muerte de 288 fallecidos por el Covid-19, un mes más tarde, el día 15 de abril el número de fallecidos es de 18.708 (Datos oficiales del Instituto de la Salud Carlos III de Madrid). No hay palabras.

Nuestro país lleva un mes confinado esperando llegar al pico de la ola mortal. Y durante este mes que llevamos sufriendo no las incomodidades cotidianas sino la enfermedad y el fallecimiento de los seres más queridos que se van en soledad, sólo esperábamos que todo esto sirviera para algo. Porque nos han contado que en la segunda fase de la pandemia sabremos quien está infectado, y los test masivos, y las mascarillas y no sé cuántas patrañas más.

Un mes más tarde, mi experiencia es que a los que sobreviven los mandan a su casa sin hacer ningún test que verifique su estado de salud y su capacidad de contagio, a los sanitarios en una semana de confinamiento después de la infección los mandan de nuevo al hospital, a seguir contagiando,  por no hablar del personal de las residencias que sigue infectado al pie del cañón al que también mandan a dejarse la vida por nuestros mayores. Y los mandan, sí, los mandan. Y ellos obedecen. Sí, obedecen porque somos un gran país del que no me puedo sentir más orgullosa. Todos a trabajar sin realizar una prueba que confirme que están limpios ¿Pero nos hemos vuelto locos? ¿Pero dónde están los test masivos? ¿Pero porque no se están haciendo para poder enfrentarnos a la segunda fase de la epidemia? ¿Y los asintomáticos contagiados? No lo se pero la experiencia me dice que las cosas siempre pasan por algo.

Como la mayor parte de los españoles de bien no puedo dormir por las noches intentando dar respuesta a estas sencillas preguntas, sobre todo porque mi compañero de la Universidad de Zaragoza el Dr. Simón no responde ninguna mañana en sus diarias ruedas de prensa, ya que a pesar de haberse infectado ha sido capaz de volver a su puesto de trabajo de forma rápida, seguro que con el pertinente diagnóstico que habrán repetido más de una vez para asegurarse de que el test no ha fallado. ¿Qué suerte tienen algunos?

Y no puedo dormir como la mayor parte de los españoles de bien porque veo que todos no somos iguales, aunque algunos nos lo quieran hacer creer. Porque veo a la gente de mi entorno dejándose la vida por salvar la de otros y poniendo en riesgo la de sus familias y no veo a nadie haciendo test masivos, ni trazando planes de contingencia, ni probándolos, porque estoy harta de esta maldita improvisación porque si no fuera porque vivimos una auténtica tragedia sería para morirse de risa.

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