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10th of June 2016

La tensión Rusia-Arabia Saudita y “El Arca de Gabriel”

Jorge Garris Mozota
Comandante de Ingenieros
Doctor en Historia

La guerra de Siria nos mostró con toda crudeza la fortaleza, a través de la rama sunita, escuela hanbalí del wahabismo: corriente islámica rigorista en su búsqueda de aplicación de la Sharia y del proselitismo a golpe de petrodólar.

Dicha corriente con origen en Arabia Saudita, protegida y financiada por la dinastía Al-Saud y predicada en sus primeros tiempos por su fundador, Muhamad ibn Abdel Wahab, ha sido fuente de inspiración para numerosos grupos terroristas a lo largo del mundo islámico buscando las prácticas y formas de los primeros tiempos del profeta, entre esos grupos destaca el autodenominado Estado Islámico o Daesh.

Mucho se ha escrito sobre este último: su modus operandi, su financiación, la forma de reclutamiento de sus integrantes, las víctimas; sus líderes Abu Bakr al-Baghdadi, Abu Ali al-Andari y Abu Muslim al-Turkmani… y su posible papel esencial en todo el conflicto, generador de extrañas alianzas a la vez que enfrentamientos entre facciones.

El Estado Islámico ha sido tratado por muchos expertos como un fenómeno estrictamente político-religioso en la pugna  entre los intereses de Occidente y el yihadismo a través del terror, pero todo parece apuntar tras varios años de existencia que se trata de algo más difuso.

Su acción ha obviado las fronteras artificiales entre Siria e Iraq, dentro del plan de balcanización artificial de la zona derivado de los Acuerdos secretos de Sykes-Picott de 1916. Dichas acciones no le han llevado a controlar todo el espacio de su despliegue de una manera homogénea,  centrándose en las zonas más fértiles desde el punto de vista agrícola así como gasístico y petrolero. Realmente las zonas de auténtico control son mucho más reducidas que las de apoyo y no se corresponden en amplitud con la más extensa y posible zona de acción.

El 30 de septiembre de 2015 supuso un punto de inflexión en la que parecía la irrefrenable expansión de dicho ejército de terroristas con la aprobación de la Duma rusa para intervenir militarmente en Siria a petición del presidente de este país.

Desde ese momento y en acción coordinada con el Ejército Sirio, además de otras fuerzas y grupos islámicos de apoyo, el Estado Islámico ha ido perdiendo paulatinamente terreno y capacidad de acción, a pesar del apoyo económico directo e indirecto del Consejo del Golfo y otros actores externos involucrados.

EEUU junto a la casi totalidad de países europeos además de los grandes del Sudeste asiático, se encuentran entre los deficitarios de crudo a nivel mundial, a la lista también se unen Israel además de países emergentes sudamericanos.

Tras el derribó del avión A321-200 en la península del Sinaí, con la muerte de sus 224 ocupantes, Rusia no cejó en intentar demostrar que fue un atentado perpetrado por Daesh, concretamente por “Provincia del Sinaí”, la rama egipcia.

Unos mensajes diseminados a través de las redes sociales, con la supuesta autoría del Estado Islámico, han guiado la acción de Rusia con el objetivo de intensificar sus ataques sobre el grupo terrorista, pero con el tiempo se ha buscado la razón para poder lograr atacar al mimo Consejo del Golfo; Arabia Saudita y Qatar, principalmente, acusándoles de estar tras la financiación de los terroristas del Daesh.

La tensión ha ido in crescendo entre ambas partes y evidentemente la posibilidad de que ello pudiera materializarse supone un antes y después en todo el desarrollo de la guerra de Siria y sus consecuencias derivadas, ya que debido al sistema de alianzas y los dos grandes bloques de países e intereses contrapuestos conformados a consecuencia de todo ello, podría causar una auténtica confrontación armada mundial.

Con base en las amenazas indicadas sobre Rusia, el Kremlin ha creado una Guardia Nacional para la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, mientras que EEUU abogaba por intensificar la presencia de tropas useñas en territorio europeo ante el nuevo despliegue ruso.

En las últimas semanas se han difundido unas noticias acerca del descubrimiento en La Meca,  en septiembre del 2015, y a raíz de unas obras de ampliación en la mezquita de Masjid al-Haram, de la posible “Arca de Gabriel”, el supuesto objeto que dicho arcángel entregó a Mahoma, junto con fotografías del patriarca ortodoxo ruso Kiril en la isla del Rey Jorge cerca de la base de Bellingshausen en la Antártida, pues los ortodoxos rusos conservarían el manuscrito de las supuestas instrucciones del arcángel al profeta y demás argumentaciones, según la tradición musulmana.

Todo ello, y al margen de su veracidad, bien podría ser un intento de aproximación inducido entre ambos países, acorde con la política convergente entre ellos acerca de congelar la producción de petróleo y la caída su precio, amén de rebajar la tensión, que se intentó llevar a efecto junto a otros países como Qatar y Venezuela;  posibilidad que chocó con la oposición de Irán, el eterno rival de Arabia Saudita.

Una visión temporal de todo lo que está acaeciendo nos induce a pensar en el complejo laberinto de intereses y amigos circunstanciales que se están gestando conforme pasan los meses y a tenor de los acontecimientos.

Arabia Saudita, es decir la familia saudí, sus intereses derivados de las ganancias de la venta del crudo junto  a las necesidades de abastecimiento que tienen los anteriores países supra indicados, la pugna por el control de la OPEP, figuran entre los hechos que deben ser adornados por el oropel multicolor de las creencias religiosas, sus variantes y las sub variantes de las anteriores. Lo místico puede ayudar en la geopolítica.

Zaragoza, a 10 de junio de 2016.  

 





















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