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12th of December 2013

La intrincada situación en Ucrania

Jorge Garris Mozota
Comandante de Ingenieros
Doctor en Historia. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.

En las últimas semanas estamos asistiendo a una serie de acontecimientos convulsos en Ucrania que están manifestando el pulso que, de una forma más o menos soterrada, existe entre los intereses de la Unión Europea y los de Rusia en el complejo espacio postsoviético de la Europa Oriental y de la Transcaucásica.

Las revueltas y manifestaciones de carácter violento que se están viviendo en las calles de la capital, Kiev, distan mucho de aquellas movilizaciones por todo el país que dieron forma a la llamada “Revolución Naranja” del año 2004 contra el fraude electoral a favor del candidato Viktor Yanukovich, y que fue la expresión y la esperanza de gran parte de la población de conseguir un cambio en la política económica y social del país, así como un acercamiento a la Unión Europea.

En los acontecimientos acaecidos el día 24 de noviembre en Kiev participaron de una manera activa cerca de cien mil ucranianos, en comparación con el millón que salieron a las calles en la mencionada Revolución, a pesar del llamamiento a la rebelión por parte de la ex primera ministra Lulia Timoshenko, encarcelada cuando se hizo cargo del poder el presidente Yanukovich en el año 2010 con el comienzo de un claro proceso de retroceso de la democracia en Ucrania. No obstante, en los últimos días el primer ministro Nikolai Azarov ha manifestado que la situación se ha tornado incontrolable con el fin esperado del asalto al Parlamento.

En ese año la Unión Europea intensificó las relaciones con el país con el fin de aproximarlo a su órbita, y ya en el año anterior de 2009, se inició una política encaminada a la asociación mediante la PEV (Política Europea de Vecindad) que pretendió incrementar las políticas de seguridad en las fronteras, implementar medidas de desarrollo económico y cultural, así como habilitar mecanismos de responsabilidad compartida en la gestión de conflictos y su prevención, y el establecimiento de un área de libre comercio UE-Ucrania.

De todo lo anterior tomó buena nota el Kremlin, que no estaba dispuesto a permitir que dicho país se separara de su área de control sobre las antiguas repúblicas soviéticas, no sólo por el carácter puramente ideológico entre dos concepciones diferentes de la política sino sobre todo por el interés geoestratégico. En el año 2011, el presidente ruso Vladimir Putin, que no descansa en pretender ganar espacio y protagonismo en la escena internacional -incluyendo la entrevista que tuvo con el Papa Francisco el pasado 25 de noviembre en la Ciudad del Vaticano para analizar la crisis de Siria-, presionó a Ucrania para que se aproximara a la Unión Aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Azerbaján.

De igual modo, y con el claro propósito de alejar a ese país de la UE, se llevaron a cabo negociaciones para mejorar la cooperación energética y financiera entre ambos países; y además se acordó, en el caso de que ingresara en la Unión Aduanera, tanto la reducción del precio del gas importado de Rusia como el incremento de las ayudas financieras.

Ucrania se encuentra fracturada no sólo por la divisoria entre los sectores de la población que buscan acercarse a la UE en contra de los que miran hacia Moscú, sino también por los intereses económicos y concretamente energéticos; entre la necesidad de mantener buenas relaciones con su vecino natural ruso, abastecedor de gas natural, y la insistente UE que también cuenta con Eslovaquia como receptora del gas ucraniano y que, si se construyera un nuevo interconector en el gasoducto, podría ser es ese país quien abasteciera en cantidades importantes de gas a Ucrania. La competencia con Rusia sería manifiesta y las relaciones bilaterales ruso-eslovacas se podrían ver seriamente afectadas, tal como se dedujo de la visita al país de Europa Central del director de Gazprom Alexei Miller en los anteriores meses.

El gobierno de Kiev, ante el desarrollo de los acontecimientos, sigue optando por la estrategia de jugar al difícil equilibrio de intereses entre Rusia y la UE, pero tras el ingreso en el año 2007 de Rumanía y Bulgaria en esta última, sus fronteras exteriores se han vuelto más inestables. Tal vez, de agudizarse las fracturas sociales, políticas y económicas a cuenta de las tensiones anteriormente descritas, podríamos asistir en un futuro a una partición, en principio política,  entre la Ucrania del Oeste, en contacto con Bielorrusia, Hungría, Rumanía y Moldavia, y la del Este del río Dniéper, con Jarkov y Donetsk, donde predomina la etnia rusa.

12 de diciembre de 2013

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