Peace, Security and Defence Chair

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23rd of September 2013

Guerra en Siria. El momento de Rusia

Javier Jiménez Olmos
Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED
Coronel del Ejército del Aire en la reserva
Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz” de Zaragoza

Introducción

Mientras la comunidad internacional, léase las potencias norteamericana y rusa, continúan enfrascadas en la discusión sobre las temidas armas químicas, las masacres en Siria continúan. Según una nota de prensa difundida por la Coalición Nacional Siria, fechada el día 22 de septiembre en Estambul, fuerzas pro régimen Al Asad han matado a 24 civiles en la localidad de Kafr Ziba, usando cuchillos, el pasado 18 de septiembre de 2013. Este significativo hecho, demostraría, caso de ser cierto, que en esta guerra, como en todas, se mata con lo que se tiene a mano.

Durante las últimas semanas se ha vivido la incertidumbre de la realización de un ataque selectivo contra fuerzas del régimen sirio de Al Asad a cargo de los Estados Unidos y sus aliados. Asunto muy discutido por su eficacia y por su legalidad. El Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se mostraba muy decidido a llevar a cabo una operación militar como castigo por los crímenes cometidos por el uso de armas químicas el 21 de agosto de este año en algunos barrios de Damasco.

El presidente Obama había establecido una línea roja para la intervención militar: el uso de armas químicas. Hasta ese momento no era una línea roja los más de cien mil muertos (no se sabe cuantos millares de heridos) y los más de dos millones de refugiados causados desde el inicio de la guerra.

Según informó el periódico norteamericano The Washington Post, el 24 de marzo de 2013, el Pentágono ya planeaba enviar tropas a Siria y efectuar bombardeos; el 16 de mayo 2013 se desarrollaron ejercicios navales a gran escala en el Golfo Pérsico; y el 5 de junio este mismo año se realizaron maniobras militares en Jordania en la que intervinieron aviones de combate y se ensayó el lanzamiento de misiles anti-misiles Patriot. El ejercicio se denominó Eager Lion (coincidencia con el nombre de dirigente sirio Al Asad, cuyo apellido se traduce por el león); sin olvidar que el Senado norteamericano aprobó en mayo, también de este año, por abrumadora mayoría, ningún voto en contra, el apoyo de un posible ataque de Israel contra Irán.

La máquina militar ya se había puesto en marcha mucho antes, los intereses norteamericanos y de otras potencias occidentales como Reino Unido y Francia son muy sensibles a la defensa de los derechos humanos, sobre todo cuando estos concuerdan con sus intereses económicos o estratégicos. Pero como en otras ocasiones se necesitaba un pretexto creíble para intervenir. El ataque estadounidense parecía inevitable e inminente, pero una rueda de prensa lo cambió todo.

El momento de Rusia

Los rusos nunca habían ocultado su apoyo al régimen. El presidente ruso Vladimir Putin lo ha declarado sin  recato en sucesivas ocasiones, la ultima a principios de septiembre de 2013, cuando tras la cumbre del G-20 manifestó que Rusia seguiría prestando apoyo económico, militar y humanitario a Siria como lo había hecho hasta ahora. Las buenas relaciones con Siria son históricas y siguen la lógica del realismo político en la defensa de sus intereses en la región.

La Unión Soviética en los años setenta contribuyó a la producción de armamento químico por parte de Siria cuando estaba en el poder Jafez Al Asad, padre del actual presidente sirio. Y desde entonces tiene en Tartús una base naval que le permite a la flota rusa operar en el Mediterráneo.

Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), antes del 2011 Siria incrementó su arsenal de armas pesadas en un 330%, el 48% de este material provenía de Rusia, principalmente defensas aéreas y sistemas antimisiles. La otra parte de estas adquisiciones fueron proporcionadas por Irán (21%), Bielorrusia (20%) Corea del Norte (9%) y China (2%). También fueron los rusos los que se encargaron de la renovación de los tanques T-72 aunque también, siempre según el SIPRI, intervinieron en este proceso empresas italianas.

No obstante, otras informaciones parecen indicar que últimamente ha habido ciertas reticencias rusas a la hora de prestar apoyos militares. En este sentido, parece que Rusia se ha negado a proveer 36 aviones de entrenamiento del YAK130. Sin embargo, a principios de 2013 la empresa estatal rusa de armamentos Rosoboronexport manifestó que continuaría suministrando sistemas de defensa aérea, equipos y mantenimiento,  pero no aviones de combate, aunque no se sabe si se han suministrado 12 MIG 29M2 que habían sido encargados en el 2007.

Sí consta, según el SIPRI, que en enero de 2012 se entregaron a Siria 60 toneladas de municiones y explosivos entre las que se encontraban bombas KAB-500 guiadas por laser desde aviones. También se pusieron a disposición de los sirios los helicópteros  de combate MI-24 que se encontraban en Rusia para su revisión y modernización.

Los apoyos de Rusia no son gratuitos, como no lo son tampoco los del resto de los actores internacionales. Desde la Guerra Fría la Unión Soviética, declaró su apoyo a Jafez Al Asad porque no podía perder influencia en la región, sobre todo después de la pérdida de su aliado egipcio, cuando Anwar Al Sadat comenzó su acercamiento a los Estados Unidos en la década de los ochenta.

Rusia quiere frenar el avance del islamismo en sus fronteras. Hay que recordar que la mayoría de las ex repúblicas soviéticas asiáticas tienen mayoría musulmana. Sin embargo la paradoja de las alianzas hace que su mejor aliado en Oriente Medio, Siria, sea también el mejor aliado de Irán y del grupo chiíta con implantación en Libano Hezbolá. Paradoja que hace que Rusia converja en toda esta crisis con la posición China, con la que compite estratégicamente en Asia, de defensa de Siria porque es el aliado de su aliado Irán.

Con el final de la Guerra Fría tras el colapso del imperio soviético, su debilitada sucesora legal Rusia comenzó a perder prestigio internacional y, por lo tanto poder y capacidad de influencia. Los Estados Unidos se erguían como potencia hegemónica en el mundo, y así han actuado desde 1989. Las acciones militares norteamericanas exteriores se sucedieron sin apenas oposición rusa, que estaba muy preocupada por sus propias crisis internas: recomponer un Estado que había perdido una parte importante de su territorio y de sus recursos, la guerra de Chechenia y fortalecer su economía.

Las naciones necesitan líderes en tiempos de crisis y Rusia parece haberlo encontrado en la figura de Vladimir Putin. En poco tiempo Rusia ha vuelto a la escena internacional con fuerza, casi con el poder de su antecesora soviética; la ocasión para demostrarlo ha sido la guerra de Siria.

Desde el primer momento no ocultó su apoyo al régimen de Al Sadad, lo que se tradujo en la amenaza de veto contra cualquier resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra su aliado sirio y su decisión de apoyarlo contra sus opositores internos y externos. Rusia se juega mucho en esta historia y ha aprovechado el momento para reivindicar su estatus de potencia mundial.

Rusia apoya a Siria por motivos geoestratégicos como ya se ha mencionado, pero también por intereses puramente económicos. Además de la venta de armas existen otras importantes razones: el gas y el petróleo.

Siria no dispone de importantes yacimientos de petróleo pero sí que discurren por su territorio importantes oleoductos, además de los que están en fase de planeamiento. Pero si el petróleo es importante, mucho más lo es el gas. Por una parte Siria dispone de grandes reservas de gas localizadas en sus costas, lo que justifica el interés por parte de Francia, entre otras potencias, para estar tan activos en este conflicto.  

Rusia tiene las principales reservas de gas en el mundo, le siguen Irán  y Qatar, lo que descubre una de sus principales razones para intervenir con fuerza en las decisiones sobre Siria. Tener allí un aliado le garantiza casi el control del gas mundial y de su abastecimiento a Europa. El proyectado gaseoducto que recorrerá Siria estará en manos de sus aliados, y no de los cataríes y las petromonarquías del golfo más propensas a pactar con empresas occidentales.  

Rusia no quiere en Siria un proceso incierto que pueda desembocar en un régimen hostil para sus intereses. Pero tampoco Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, está muy convencido de que el apoyo incondicional a los rebeldes sea la solución al conflicto, máxime cuando entre las filas de estos parece que cada vez adquieren más poder elementos radicales pertenecientes a grupos terroristas o muy próximos a ellos.  

Rusia ha jugado bien sus cartas, ha aprovechado su oportunidad. En principio jugaba con cierta ventaja en defensa de la no intervención militar para castigar al régimen de Al Asad, a saber: Obama indeciso, discutido internamente y con falta de apoyo internacional, sobre todo después de la negativa de su incondicional aliado el Reino Unido; la opinión pública mundial en contra, incluso dentro de los países árabes y musulmanes; el fracaso de las guerras de Irak y Afganistán, y el desenlace poco claro de la intervención en Libia; la opinión de expertos militares en contra de unos ataques que no servirían de mucho para atajar el conflicto; la falta legalidad de la intervención al no contar con el beneplácito de una Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; el dudoso destino de Siria y por ende de toda la región, si el poder llega a manos de los islamistas más radicales.  

Con todos estos condicionantes Obama no podía actuar con seguridad; Putin lo sabía,  por eso había llegado su momento. Las declaraciones del Secretario de Estado norteamericano John Kerry en una rueda de prensa, no se sabe si improvisadas, provocaron la reacción oportuna de la diplomacia rusa. Putin se erigía en ese momento en el líder del diálogo y la resolución pacífica del conflicto.  

John Kerry se atrevió decir que no habría ataque de castigo si Siria entregaba su arsenal químico. Inmediatamente Putin tomó la palabra y se comprometió a llevar a cabo la acción de desarme, su aliado sirio declaró a las pocas horas estar dispuesto a cumplir es pacto.  

Conclusiones 

Independientemente de los detalles y de la dificultad de este proceso de desarme químico, Rusia, con su líder Putin, ha ganado en el terreno de la diplomacia. En esta historia Obama no ha ganado nada, aunque sí que se ha librado de perder mucho. Putin aparece como defensor de la solución pacífica del conflicto y gana prestigio en un mundo cansado de intervenciones militares. Obama, accede para no comprometer su futuro y su pasado como premio Nóbel de la Paz.  

Y mientras Rusia ha tenido su momento, la guerra continúa, y las víctimas, y los desplazados, y los refugiados, y la miseria, y las enfermedades, y la violación de los derechos humanos. Se han parado los ataques norteamericanos y quizás los ataques con armas químicas pero no el sufrimiento del pueblo sirio.

Zaragoza 23 de septiembre de 2013

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