30th of October 2013
El creciente interés geoestratégico de Transnistria.
Jorge Garris Mozota
Comandante de Ingenieros
Doctor en Historia. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.
Tras la ola de revoluciones en 1989, conocidas como “El Otoño de las Naciones”, que supusieron el punto y final de una etapa de países bajo el sistema político del “socialismo real” y el fin de la llamada Guerra Fría, en muchos territorios que habían actuado como zona de influencia y control de la extinta URSS, se produjo una reorganización y fragmentación de sus fronteras.
En los tiempos de la Revolución Rusa Bolchevique de 1917, la región histórica rumana de Besarabia fue convertida en república independiente en el año 1918, el mismo en el que ésta votó la unión con Rumanía debido principalmente a la mayoría étnica rumana presente en la región, salvo una serpenteante franja territorial, llamada la Transnistria que quedó bajo la égida de la Unión Soviética.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y a consecuencia del Pacto Molotov-Ribbentrop, se facultaba a la URSS a ocupar Besarabia. Tras llevarse a cabo la misma se desencadenó la Operación Barbarroja, en la cual, el Ejército Rumano bajo el mando del Mariscal Antonescu tuvo una importante actuación, ocupando en su ofensiva los territorios bajo el poder de los soviéticos, llegando hasta Odessa.
Cuando se produjo la contraofensiva soviética y tras la muy cuestionable actitud del rey Mihail I, éstos re-ocuparon la zona en el año 1944, provocando una serie de migraciones con la consecuencia final de un reparto étnico entre rumanos, ucranianos y rusos en las zonas pertenecientes a Ucrania y a Moldavia, quedando Transnistria unida a esta última en la que se denominó “República Soviética Socialista de Moldavia”.
Sin embargo, ello no sería más que el inicio de un problema territorial que quedó sin resolver a lo largo de los años siguientes, pues Transnistria estaba bajo la influencia de la URSS y de la población eslava, ya que tras la Segunda Guerra Mundial, muchos rumanos fueron deportados y sustituidos por rusos y ucranianos. Finalmente, tras la “Revolución rumana de 1989”, y en conflicto con la orientación pro-rumana del gobierno de Moldavia, esa población eslava, con un alto sentimiento nacionalista y separatista, proclamó la República Moldava de Transniéster en 1990, con la consiguiente guerra civil que comenzó en 1992 y que tras el alto el fuego, consolidó la presencia rusa en el nuevo país.
Este statu quo ha perdurado hasta nuestros días, reforzado por la declaración de independencia de Transnistria en el año 2006, un país que, debido a la herencia de la República Socialista de Moldavia y de la URSS, contaba con un potencial industrial y eléctrico considerable así como antiguos arsenales soviéticos, sin embargo en la actualidad toda esa industria ha quedado obsoleta y el nivel de paro ha ascendido hasta niveles insoportables. El nuevo país no ha sido reconocido por la comunidad internacional salvo por algunos de similar recorrido como; la República de Abjasia, la República de Osetia del Sur y la de Nagorno Karabaj.
Rusia, no sólo ha mantenido el control sobre este país sino que abiertamente está en competencia con Rumanía por lo mismo que sobre Moldavia. Esta postura del gobierno ruso se ve favorecida por la situación política moldava dividida en dos grandes bloques: por un lado el formado por la Alianza por la Integración Europea, de orientación pro-UE, y por otro el Partido Comunista, que muestra una dependencia y aproximación a Rusia.
Moldavia, que colabora con la OTAN, cuenta con el apoyo de Rumanía para presionar en al ámbito internacional para la retirada de los cerca de 1.100 efectivos militares rusos desplegados en la secesionista Transnistria, medida ésta no sólo de ocupación territorial sino para asegurarse el control de una zona con antiguos arsenales soviéticos y la necesidad de poder transportarlos a través de ese país.
A consecuencia de todo ello, se ha venido desarrollando en los últimos años, por parte de la UE, una estrategia encaminada a restar poder y presencia rusa en la zona Transnistria. Alemania, actuando como representante de los intereses de la Unión, ha propuesto a Rusia la sustitución de sus unidades militares por observadores de La UE, opción que no es planteada en serio por los rusos. Ambos países, Alemania y Rusia, han venido concretando una serie de acuerdos de colaboración en los campos educativos y de investigación, además de, el principal, la energía, ya que Rusia abastece de gas y petróleo en un gran porcentaje a aquella. Por otro lado, Rusia no ve con buenos ojos el Acuerdo de Libre Comercio y Circulación entre Moldavia y la UE, que entrará en vigor en el año 2014, y añadido a esto, el gobierno de Transnistria ordenó el pasado mes de junio una ampliación de la frontera con Moldavia donde se anexionó tres localidades de ésta, acción que puede desencadenar respuestas militares.
El caso comentado en este artículo es un ejemplo de las pugnas reales entre la UE y Rusia por el control de zonas periféricas con importantes limitaciones debidas a las dependencias económicas y la multitud de intereses que convergen en estas zonas del planeta, donde el mercado negro, la corrupción, el tráfico de armas y de personas es moneda corriente. Ello importa y mucho a la UE en su conjunto, máxime cuando a partir del año 2007 ingresaron en ella Rumanía Y Bulgaria, dos países que podrán ofrecer en un futuro, pero que han puesto en contacto a la Unión con espacios europeos inestables.
Sin duda, a todos nos interesa la prevención de Transnistria, por su condición de zona caliente fronteriza.
Zaragoza, 28 de octubre de 2013.
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