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31st of January 2018

De la enseñanza militar europea al ejército europeo

José-Miguel Palacios
Teniente Coronel de Infantería y Doctor en Ciencias Políticas

Nos identités sont multiples et mouvantes dans le temps. Les pères de la Réforme ont tous été catholiques. Tous les défroqués ont d’abord été prêtres. Tous les militaires furent des civils.
(Jean Marsia, 2016)

 1. ¿Necesitamos un ejército europeo?

La Unión Europea es un proyecto de integración, una realidad siempre cambiante que aspira a que los europeos hablemos en el mundo con una sola voz y podamos defender juntos nuestros intereses comunes. Una aspiración ciertamente ambigua que puede materializarse de formas muy diversas. Europa ha sido definida como un gigante económico, un enano político y un gusano militar [1], y para algunos es así como deberían ser las cosas, mientras que para otros la falta de músculo militar es, precisamente, uno de los factores que lastran el proyecto europeo en su conjunto.

En 2017, a causa principalmente de las negociaciones sobre el Brexit y de la postura de la administración Trump, se ha abierto una “ventana de oportunidad” para la reconsideración de la arquitectura de la defensa europea [2]. A través de esta ventana ha entrado la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO)[3], una iniciativa que podría conducirnos a medio plazo al afianzamiento de la autonomía europea en cuestiones de defensa y quizá algún día a la creación de un ejército europeo. Un ejército europeo que, a pesar de todo, parece aún una realidad lejana.

Son muchas las razones que se esgrimen para crear un ejército europeo. La contención de los presupuestos de defensa y la reducción de efectivos han hecho que muchos ejércitos europeos hayan perdido capacidades clave y no puedan ya desarrollar de manera autónoma acciones de una mínima envergadura. Por otra parte, desde el final de la Guerra Fría la actividad militar de la mayor parte de los países europeos se ha reducido a proporcionar componentes (pequeñas unidades, estructuras de mando y control) a contingentes multinacionales. En la práctica, muchas Fuerzas Armadas europeas se han convertido en “incubadoras de módulos de combate”, que tienen necesariamente que ser ensamblados con otros proporcionados por otros países a fin de poder ser utilizados en acciones de combate o de mantenimiento de la paz. Por último, no hay que olvidar que, a pesar de la disminución en los presupuestos militares, Europa sigue gastando en defensa sumas considerables [4]. Unas sumas que podrían lucirnos más si las utilizáramos de otra manera.

Igual que los argumentos en favor del ejército europeo son claros, también lo son los que explican por qué aún no se ha creado (ni es probable que se cree durante los próximos años). El primero de estos argumentos tiene que ver con la propia concepción de los ejércitos como últimos baluartes de la soberanía nacional, un concepto al que se adhieren con particular fuerza los principales países miembros. El segundo, la dificultad para decidir cómo se emplearía este ejército europeo cuando no existe aún una conciencia clara de cuáles son nuestros intereses compartidos. Y, finalmente, hay problemas también con la propia tecnología de la creación del ejército europeo. Sin un procedimiento viable que nos permita pasar de la situación actual a la situación futura, no hay nada que hacer.

Algunos de los procedimientos que se han sugerido para llegar a crear un ejército europeo son los siguientes:

* Julio Busquets propuso en su momento empezar con la Marina y la Aviación: “Posiblemente los próximos pasos para unificar los efectivos se den en la Marina y la Aviación, pues el actual coste de los medios que usan hace cada vez más difícil y gravoso su mantenimiento por los estados” [5].

* Enrique Silvela cree que el improbable germen de ejército europeo tendría que convivir con los ejércitos nacionales. En una lógica de organización militar duplicada, los ejércitos nacionales seguirían garantizando, en la medida de lo posible, la soberanía de sus países respectivos, mientras que el ejército europeo estaría especializado en las operaciones comunes de gestión de crisis. “El modelo de Ejército común no podría ser parecido a los Ejércitos nacionales, basados en la identidad y soberanía nacional. Por tanto, sólo podría germinar una Fuerza Armada muy tecnificada, muy profesional, muy bien remunerada, formada por militares ya formados en sus países de origen, con aversión a las bajas. Es decir, se parecería mucho a ‘Executive Outcomes’ y demás… pero con cara amable” [6]
.
* Para José Luis Calvo Albero, “la única opción que tiene Europa para escapar de la irrelevancia militar es la organización progresiva de una fuerza militar única, que probablemente deba comenzar con una fuerza común modesta pero desplegable, a disposición del Consejo (…). Y cuando esa fuerza crezca, y se vayan apagando los últimos espasmos de grandeza nacional, llegará el momento de empezar a cerrar ‘ejércitos bonsái’. Mientras tanto, y como única solución realista, habrá que seguir con la colaboración militar entre naciones (…) en la esperanza de que la combinación de lisiados pueda producir una especie de ‘Frankenstein’ funcional cuando la situación lo requiera. Aunque tengo mis dudas de que podamos darle un sistema nervioso, un cerebro y mucho menos un alma” [7]. Como en la idea de Silvela, se trataría también de comenzar con una fuerza militar capaz de desarrollar las misiones que impone la política exterior y de seguridad común, pero esta fuerza, una vez en marcha, tendría tendencia a crecer a expensas de los ejércitos nacionales.

Todos estos enfoques parten de lo que hay y buscan hacer un uso más racional de los medios existentes. Son soluciones pragmáticas a los desafíos con los que la defensa europea se enfrenta en nuestros días o puede llegar a enfrentarse en un futuro próximo. Y el escepticismo ante la posibilidad de que el ejército europeo llegue a ser una realidad a corto o medio plazo está también anclado en un profundo realismo, en una buena comprensión de la realidad europea.

Existen, sin embargo, alternativas visionarias, como la que nos propone el Coronel belga Jean Marsia en su reciente libro La clef d’une défense européenne, celle des Etats-Unis d’Europe ! : De l’École royale militaire de Belgique à une université européenne de défense [8]. Según Marsia, al ejército común se podría llegar a través de una enseñanza militar superior común. Creando una Universidad Europea de la Defensa.


2. El método Marsia: empezar por la base

Jean Marsia es Coronel retirado del Ejército belga, Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Bruselas y Doctor en Ciencias Sociales y Militares por la Escuela Real Militar belga. Entre 2003 y 2009 fue Director de Enseñanza Académica de la Escuela Real Militar y desde este puesto tuvo a su cargo la adaptación de la Escuela al acuerdo de Bolonia. Desde 2015 es presidente de la Société Européenne de la Défense (http://www.seurod.eu/home_en.html).

La reflexión inicial de Marsia es que aún no existe plena conciencia de los inconvenientes políticos que plantea a la Unión Europea la insuficiencia de los medios militares de sus países miembros. Y que, en cualquier caso, son precisamente los países mayores, aquellos que disponen aún de fuerzas armadas relativamente potentes, los que tienen más problemas para reconocer esta realidad:

“Los estados europeos – sobre todo los más grandes – tienen problemas para reconocer que su capacidad para hacer frente a los desafíos actuales está en descenso importante y rápido, y que una respuesta europea colectiva y coordinada es la única válida. Como consecuencia, Europa, demasiado desunida, pesa poco en la escena internacional (Pos. 8453-55).  

La solución es, evidentemente, trabajar juntos, compartir medios y recursos. Y es algo que se viene haciendo desde hace muchos años, pero con especial intensidad desde el final de la Guerra Fría. Trabajar juntos no es ya un problema para los europeos de hoy en día. La cuestión es cómo, con qué control, con qué organización, bajo qué bandera. Y aquí, Marsia nos dice que, en su opinión, las soluciones utilizadas hasta ahora (intergubernamentales o, si se quiere, “combinadas”) no son suficientemente eficaces:

“Las soluciones clásicas de coaliciones de estados, como la OTAN, el Eurocuerpo [9] o el Estado Mayor de la Unión Europea, que funcionan con personal destacado por los ejércitos nacionales, no son satisfactorias, ya que ese personal está permanentemente dividido entre la lealtad debida a la institución a la que sirve y la exigida por su cuerpo de origen, que, en particular, decide sobre futuros ascensos y destinos. Unas fuerzas armadas auténticamente europeas necesitan un cuerpo de oficiales homogéneo (…) y esta homogeneidad solo puede conseguirse más que mediante una formación común de oficiales” (Pos. 8533-37).

Para Marsia, una solución mejor, aunque más difícil de llevar a la práctica, sería la de crear unas Fuerzas Armadas auténticamente europeas, con unos cuadros permanentes que no estuvieran subordinados más que a las autoridades de la UE. Habría para ello problemas políticos graves. Ante la probable oposición de un cierto número de países, algunos por demasiado grandes, otros por demasiado euroescépticos, estas Fuerzas Armadas comunes no podrían ser en un principio más que un agrupamiento voluntario de aquellos países (en general, de tamaño mediano o pequeño) que estuvieran interesados. Por otra parte, las diferencias culturales entre los participantes supondrían una dificultad importante para la formación de un cuerpo de oficiales suficientemente cohesionado e imbuido de una idea común de servicio a Europa y a los europeos:

“Ciertamente, es difícil crear un ejército europeo a veintiocho, siendo así que cada país miembro es heredero de una cultura política, militar y estratégica específica, forjada durante los once siglos de guerras intraeuropeas que han seguido al fin del imperio de Carlomagno” (Pos. 8151-54).

La solución que ofrece Marsia consiste en la formación común de los oficiales de estas nuevas Fuerzas Armadas en una institución única, la Universidad Europea de la Defensa.

 
3. Una Universidad Europea de la Defensa

Una Universidad Europea de la Defensa de nueva creación no podría apoyarse sobre una tradición de la que carecería, pero tendría la ventaja de poder incorporar en su diseño elementos que en nuestros días parecen básicos: la serie de buenas prácticas que poco a poco han ido siendo adoptadas por las instituciones docentes militares en diversos países; el espíritu europeo y, finalmente, una reflexión contemporánea sobre el papel del oficial.

No es fácil reconocer una serie de “prácticas virtuosas” generalmente aceptadas en materia de enseñanza superior militar. Como demostró en 2011 un estudio encargado durante la presidencia polaca de la UE, los distintos países europeos utilizan sistemas de formación de oficiales muy diferentes, difícilmente reducibles a un modelo común [10]. Si consideramos que los componentes básicos de un sistema de formación de oficiales son la formación académica, la formación profesional y la formación para el mando, encontramos que hay países (el Reino Unido y Eslovenia, por ejemplo) en el que la formación académica está ausente, mientras que en los demás las mismas materias son en ocasiones clasificadas de manera diferente y tienen un tratamiento distinto. Aunque la mayor parte de los centros de enseñanza superior militar se han adaptado al acuerdo de Bolonia, lo interpretan de manera muy distinta. En algunos casos (Alemania y la propia Bélgica, por ejemplo) se han organizado como universidades de la defensa y pueden conceder sus propios títulos de enseñanza superior. En otros (España) los alumnos deben seguir, de forma consecutiva o simultánea, dos programas distintos, uno de enseñanza universitaria general a cargo de un centro universitario, y otro de enseñanza profesional militar. Por último, también son distintos los títulos del sistema educativo general con los que los alumnos terminan sus estudios: master o grado, según los casos.

El espíritu europeo es difícil de definir, pero mucho más fácil de practicar. Al igual que la creación de un servicio civil europeo ha servido para que exista un cuerpo de funcionarios entregado a la idea de construir una Europa en la que todas las naciones europeas y todos sus ciudadanos puedan vivir en libertad y prosperidad, la idea fuerza detrás de la creación de una Universidad Europea de Defensa sería que la convivencia entre alumnos de diferente origen nacional les ayudaría a relativizar las diferencias entre sus países y culturas de origen, así como a centrar su atención sobre lo mucho que los (nos) une.

Por último, un centro de enseñanza superior militar que se creara ahora tendría que partir de una reflexión sobre el papel del oficial en las Fuerzas Armadas actuales, de sus obligaciones, de sus misiones, de los retos a los que debe enfrentarse. Y aquí la obra de Marsia nos ofrece numerosas pistas.

“El oficial debe poder gestionar y dirigir, a menudo en la urgencia y en el peligro, a personal numeroso, así como hacer uso de medios importantes y técnicamente sofisticados: ello requiere el dominio de sí mismo y la comprensión del comportamiento de sus hombres y de la naturaleza, así como del contexto político, diplomático y jurídico” (Pos. 9178-80).

En primer lugar, en un mundo en continuo cambio los oficiales europeos del futuro tienen que estar preparados para adaptarse a situaciones en principio imprevisibles, para improvisar si es necesario:

“Las misiones que los militares, en particular los oficiales, estarán llamados a cumplir, son imprevisibles. El primer reto de su formación es hacer que sean polivalentes. Deben demostrar el dominio de toda la paleta de competencias adquiridas durante su formación, ser capaces de reconstituir rápidamente capacidades poco utilizadas, de improvisar de manera segura sobre la base de los principios generales del arte militar y de los conocimientos científicos básicos. El segundo reto consiste en seguir rápidamente la evolución tecnológica, de creciente importancia, a pesar de la protección de la tecnología militar, que limitan la capacidad de los militares para dominar sus sistemas. Para conseguirlo, lo ideal es participar, a través de la EDU, en la concepción y en el desarrollo de los futuros sistemas de armas” ( Pos. 8751-62).  

El oficial europeo del futuro tendrá a menudo que decidir en situaciones ambiguas, sin el apoyo que en el pasado la presencia cercana de sus jefes y el respeto de los reglamentos pueden haber dado. Ello requiere que disponga de una formación académica de base mucho más sólida que la que era necesaria en otras épocas:

“Teniendo en cuenta la complejidad de las operaciones actuales, le exigencia de un nivel académico básico igual al master es muy deseable para ejercer las primeras funciones de oficial. Este master constituye la base sobre la cual reposará la formación continua requerida para el ejercicio de las funciones militares superiores, político-militares o cívico-militares” (Pos. 9040-44).

Y también:

“A los oficiales se les encarga, cada vez con más frecuencia, tareas ‘no militares’ o de naturaleza política (relaciones con las autoridades locales, con la población local, con otros contingentes, etc.). Deben disponer de una formación académica más profunda a fin de poder hacer frente a estas situaciones. Es lo que ha hecho decir a Moskos y Burk [11] que a los modelos tradicionales del soldado-combatiente, soldado-gestor y soldado-técnico ha venido a añadirse en los ejércitos actuales el modelo del soldado-erudito y del soldado-hombre de estado. A ellos, Soeters añade el del soldado-comunicador [12]” (Pos. 10647-54).  

Y es que el oficial del siglo XXI ya no puede permitirse el lujo de ser reglamentarista. A menudo, en particular durante operaciones de paz, tendrá que enfrentarse a realidades complejas sin tener órdenes detalladas sobre cómo actuar, y lo que figura en los reglamentos no siempre va a servirle de guía:

“El oficial de carrera debe haber aprendido cómo pensar, no lo que ha de pensar y menos aún el texto reglamentario que ha de aplicar” (Pos. 9818-20).

En este contexto, resulta por completo imposible ofrecer a los alumnos todos los conocimientos que pueden tener que utilizar a lo largo de su carrera. La formación sería excesivamente larga, pero, además, la continua evolución de situaciones, técnicas y enfoques haría que los conocimientos adquiridos en un momento dado quedaran rápidamente desfasados. Una estructura modular de la formación es la respuesta:

“Para tener en cuenta el cada vez mayor tecnicismo de las operaciones sin que la formación se convirtiera en interminable debería ser modular y solo los módulos indispensables para la función siguiente deberían ser seguidos” (Pos. 9889-91).

Este enfoque, que algunos países están ya aplicando, es bastante diferente del que servía de base a la enseñanza militar tradicional. Frente a una tabla de materias obligatorias que deberían ser cursadas por todos los alumnos, ofrecería un cierto margen para la elección libre del propio recorrido formativo. Frente al énfasis sobre los contenidos, que condujo en el pasado a la excesiva carga lectiva de los planes de estudios, una mayor insistencia sobre la formación de hábitos (morales, pero también intelectuales). Frente a la disciplina tradicional, una nueva disciplina fundada sobre principios diferentes. Lo que no quiere decir que sea menos estricta:

“La organización aprendiente es incompatible con el control jerárquico y con la estricta obediencia a las órdenes” (Pos. 11474).

4. La investigación

En su libro, el Coronel Marsia nos recuerda que las tres funciones fundamentales de la universidad son enseñar, investigar y ser útil a la sociedad. Tras desarrollar en detalle su visión sobre la enseñanza, nos ofrece también algunas ideas sobre la Universidad Europea de la Defensa (en general, sobre las instituciones de enseñanza superior militar) como centro de investigación. Y entiende que, de esta manera, la contribución de los militares a la definición de la defensa y seguridad comunes podría ser más importante, algo de lo que la sociedad en su conjunto se beneficiaría:

“En Francia la reforma de la enseñanza superior militar y la redacción de los dos últimos Libros Blancos han sido en lo esencial obra de civiles. Los resultados son mediocres: los ejércitos están en crisis y Francia no dispone de una universidad de defensa, sino de instituciones de enseñanza superior militar y de investigación de calidad variable” (Pos. 10316-20).  

No se trataría, ni mucho menos, de fomentar el corporativismo militar. El modelo de Universidad de Defensa que propone Marsia estaría abierto al resto de la comunidad académica y a la sociedad en su conjunto, y serviría para que militares y civiles pudieran desarrollar su especialización en cuestiones de seguridad y defensa para, desde el conocimiento, contribuir a la estabilidad y a la protección de nuestra sociedad:

“Al hacer del sistema de formación el cerebro de las fuerzas armadas, los Estados Unidos de Europa tendrían como pensadores a oficiales que su hubieran beneficiado de la más alta formación académica y profesional, así como a civiles que hubieran orientado su formación y sus investigaciones hacia la defensa y la seguridad y hubieran cooperado con militares, o fueran ellos mismos antiguos militares. Conocerían el medio y las problemáticas militares mejor que profesores e investigadores civiles que no manifiestan más que un interés puntual por las cuestiones de defensa y seguridad. Esto no significa que una visión externa sea inoportuna, sino que debería complementar la reflexión interna, no sustituirla” (Pos. 10333-39).

Entiende Marsia que investigadores universitarios en cuestiones de seguridad y defensa formados de esta manera ofrecerían importantes ventajas comparativas frente a otras posibles fuentes de conocimiento técnico utilizadas hasta ahora:

“Sus investigadores reunirían un conocimiento sólido de los elementos que influyen sobre la política de defensa. Desarrollarían una capacidad para innovar más válida que la que puede producir una sección de Estado Mayor, caracterizada por la rotación de su personal, su escasa apertura al mundo y su conservadurismo” (Pos. 10356-59).

5. A modo de conclusión

Es poco probable que el proyecto del Coronel Marsia llegue a convertirse en realidad en la forma en que él lo describe en su libro. En cualquier caso, las ideas sobre las que está fundado son fruto de una reflexión muy contemporánea sobre las Fuerzas Armadas europeas y su posible utilización. Algunas de esas ideas ya son realidad en países concretos y otras podrían llegar a serlo en el futuro:

* Es posible que países europeos medianos y pequeños acaben creando centros comunes de enseñanza a fin de poder ofrecer una formación de calidad al pequeño número de oficiales (y suboficiales) que pueden reclutar. Es previsible que esta formación común se desarrolle en inglés y esté, sobre todo, orientada hacia los usos más frecuentes de las fuerzas militares europeas en nuestros días (operaciones de gestión de crisis).

* La existencia de un número crecientemente importante de oficiales (y suboficiales) formados en centros comunes de enseñanza hará más fácil en el futuro el que se plantee la creación de unidades plurinacionales e, incluso, de un ejército común europeo.

* Este ejército común, si llegara a formarse, estaría probablemente especializado (como apuntaba José Luis Calvo Albero) en operaciones de gestión de crisis. Estamos todavía lejos de poder utilizar una fuerza de este estilo para acciones militares de envergadura frente a adversarios que posean un instrumento militar potente.  

31 de enero de 2018




[1]    Por Marc Eyskens, Ministro belga de Asuntos Exteriores, en enero de 1991. Según WHITNEY, Craig R. “WAR IN THE GULF: EUROPE; Gulf Fighting Shatters Europeans' Fragile Unity”. The New York Times, 25.01.1991. http://www.nytimes.com/1991/01/25/world/war-in-the-gulf-europe-gulf-fighting-shatters-europeans-fragile-unity.html?pagewanted=1 (acceso: 05.12.2017).

[2]  Miguel Peco Yeste observa en un reciente artículo que es demasiado presuntuoso llamar “arquitectura” a lo que no ha sido hasta ahora más que “ poner piedras unas encima de otras”. Ver PECO YESTE, Miguel. “El futuro de la defensa europea: elegir o refundar”. Observatorio PSYD, 27.10.2017. http://catedrapsyd.unizar.es/observatorio-psyd/opina/el-futuro-de-la-defensa-europea-elegir-o-refundar.html (acceso: 04.12.2017).

[3] EEAS. “Cooperación estructurada permanente - PESCO – Factsheet”. 16.11.2017. https://eeas.europa.eu/headquarters/headquarters-Homepage/35811/cooperaci%C3%B3n-estructurada-permanente-pesco-factsheet_es (acceso: 06.12.2017).

[4] César Molinas afirmaba recientemente que “Europa se gasta en Defensa mucho más que Rusia y China juntas y no tenemos un ejército que podamos ponerlo en frente. No tenemos ninguna posibilidad frente a Rusia”. CALERO F.J. “Europa no tiene ejército y se gasta mucho más en Defensa que Rusia y China juntas”. ABC, 03.12.2017.  http://www.abc.es/internacional/abci-europa-no-tiene-ejercito-y-gasta-mucho-mas-defensa-rusia-y-china-juntas-201712030218_noticia.html (acceso: 05.12.2017).

[5] BUSQUETS, Julio. “La UE y el futuro de los ejércitos”. ABC, 08.01.2000.

[6] Mensaje electrónico al autor, 06.04.2016.

[7] Mensaje electrónico al autor, 05.04.2016.

[8] Se ha utilizado la edición Kindle del libro de Marsia (2016).

[9] Para ver cómo funcionan en la práctica las unidades con componentes de varias naciones, puede verse el ejemplo del Eurocuerpo en SUEVOS BARRERO, Raúl. “El Batallón Multinacional de Cuartel General del Eurocuerpo”. Ejército n.º 797 (2007): 70-75.

[10] Ver PAYLE, Sylvain (ed.). Europe for the Future Officers, Officers for the Future Europe. Compendium of the European Military Officers Basic Education. Polish Ministry of National Defence: 2011.

[11] Burk, James, and C. Moskos. “The postmodern military”. En J. Burk (ed), The Adaptive Military: Armed Forces in a Turbulent World. New Brunswick: Transaction Publishers, 1994. P. 163-182.

[12]  Soeters, Joseph L. “Military and Public Values: Towards the Soldier-Communicator”. En L. Parmar (ed): Military Sociology: Global Perspectives. Jaipur: Rawat Publications, 1999. P. 139.



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