Peace, Security and Defence Chair

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29th of September 2017

COREA DEL NORTE: ¿ALARMA DE GUERRA NUCLEAR? La guerra de Corea. Historia de un conflicto inacabado.

Javier Jiménez Olmos
Doctor en Paz y Seguridad Internacional. UNED

Para que la Guerra Fría tuviera uno de los ingredientes que la caracterizaron faltaba un enfrentamiento indirecto entre los bloques que la protagonizaban, y la ocasión resultó ser Corea. Después de la Segunda Guerra Mundial, Corea quedo dividida en dos zonas controladas, respectivamente, por la Unión Soviética (URSS) y Estados Unidos (EE. UU.). El antiguo protectorado japonés tenía dos dictadores patrocinados, uno en cada zona, Kim il Sung en el norte comunista y Rhee en el sur capitalista. A pesar de algunos intentos de conciliación por parte de las potencias, la situación se volvió insostenible y los incidentes se sucedían de manera continua entre ambos bandos.

Los comunistas tenían muchos partidarios en el Sur, por lo que Rhee no quería que participaran en procesos electorales ya que podían restarle votos o hacerle perder las elecciones; por ello, decidió boicotear las de 1949. El norte tuvo así su excusa para invadir el sur el 25 de junio de 1950: defender a sus perseguidos correligionarios. Para resolver la situación se reunió el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que aprobó el envío de “cascos azules”. La URSS se había retirado meses antes de la organización cuando ésta impidió la incorporación de China comunista. La Resolución fue la 82 de 25 de Junio de 1950, aprobada por nueve votos a favor, ninguno en contra y una abstención, la de Yugoslavia.

Se trataba de una excelente ocasión para que los Estados Unidos hicieran una demostración de fuerza con todas las bendiciones legales. El general MacArthur, héroe de la Guerra Mundial y gobernador del derrotado Japón, fue nombrado comandante de la fuerza multinacional. La operación no resultó tan sencilla, los coreanos del norte contaron con la ayuda de sofisticado armamento soviético y un numerosísimo ejército de soldados chinos en el campo de batalla. MacArthur que veía en peligro la situación militar promovió el empleo del arma nuclear; Truman lo destituyó al considerarlo un riesgo que podía llevar a un enfrentamiento directo con China y la URSS.

Ninguna de las dos superpotencias estaba interesada en tal enfrentamiento directo. Por ello, optaron por la salida negociada y la formalización de división existente antes del conflicto, es decir, dos estados independientes gobernados por los mismos dictadores que antes empezar la guerra. La paz se vio favorecida por las circunstancias: la muerte de Stalin y la toma de posesión de Eisenhower como nuevo Presidente de los Estados Unidos. El armisticio se firmó pocos meses después de estos acontecimientos, el 27 de julio de 1953. Corea quedó dividida en dos Estados, separados por el paralelo 38.

La guerra de Corea había resultado inútil desde el punto de vista político; sin embargo, ambos bandos sacaron sus conclusiones. La primera, la imposibilidad, por lo absurdo y lo costoso, de un enfrentamiento directo, porque ninguno estaba dispuesto a usar armas nucleares por miedo a que el otro las usara también. No obstante, percibieron que esta clase de actuaciones bélicas indirectas les proporcionaban otro tipo de beneficios, sobre todo para la industria militar convencional un poco paraliza desde el final de la Guerra Mundial. Finalmente, tanto un bando como el otro pudieron sacar al mercado sus nuevos tanques, piezas de artillería y aviones; fue como una feria donde los expositores enseñaron al mundo lo que debían hacer para defenderse de sus enemigos.

Esta guerra no fue una muestra de seguridad colectiva, si por este concepto entendemos el contenido en la Carta de Naciones Unidas resumido de la forma “todos contra el agresor”. El agresor o invasor, en este caso Corea del Norte fue armado y defendido por la Unión Soviética y China, que también eran miembros del Consejo de Seguridad. Este órgano de Naciones Unidas fue durante toda la Guerra Fría una demostración de que en ese período la única legalidad internacional vigente era el “equilibrio del terror”, provocado por la mutua destrucción asegurada si se empleaban los arsenales atómicos que poseían chinos, soviéticos y norteamericanos.

La crisis de los misiles norcoreanos

La exhibición militarista del régimen norcoreano con sus ensayos de misiles de largo alcance y pruebas nucleares están provocando alarma en la comunidad internacional y principalmente en los países vecinos de Corea del Sur y Japón. Estados Unidos, principal aliado y protector militar de ambas naciones, ha mostrado su gran preocupación por esta escalada armamentística norcoreana. La respuesta a las provocaciones norcoreanas ha sido la de efectuar grandes maniobras militares conjuntas con las fuerzas surcoreanas, lo que ha añadido más incertidumbre a la escalada, y las sanciones económicas aprobadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Sobre esta crisis Estados Unidos-Corea del Norte se pueden hacer tres consideraciones iniciales:

* Si siempre es difícil predecir que puede suceder en un cualquier conflicto, en este caso lo es más aún dada la personalidad de los líderes de las partes enfrentadas. Kin Jong-Um es un dictador acorralado y por tanto, peligroso. Donald Trump lidera una democracia pero su verborrea incontinente produce desasosiego y temor. El primero no tiene oposición, al menos que se conozca y, por consiguiente, dispone de plenos poderes. En cambio Trump no siempre puede traducir en hechos los dictados de sus impulsos, los instrumentos de la democracia norteamericana se lo impiden, incluso muchas veces es matizado y rectificado por sus inmediatos colaboradores.
* Las informaciones sobre Corea del Norte hay que ponerlas en cuarentena, tanto las que se emiten desde ese mismo Estado, como las que proporcionan los llamados servicios secretos de terceros países y muy especialmente los norteamericanos. La experiencia reciente y pasada nos dice que se pueden difundir falsas realidades para servir a los intereses del momento. Recordemos las bravatas de Sadam Husein sobre sus grandes poderes militares y también las falsas o erróneas informaciones que proporcionaron servicios secretos occidentales sobre sus armas de destrucción masiva
* Según el SIPRI, el poderío nuclear norteamericano es inmensamente superior al de Corea del Norte, 6.500 cabezas nucleares frente a 10-20 de Corea del Norte. Además, no está comprobado que los misiles de largo alcance de los que dispone los norcoreanos posean la capacidad para transportarlas y menos aún que estén dotados de los sistemas de precisión convenientes para alcanzar objetivos muy localizados. Por otra parte, es probable que los sistemas de defensa antimisiles norteamericanos los derribaran a los pocos instantes de su lanzamiento.

En resumen, prudencia en los análisis prospectivos ante la personalidad de los líderes y la propaganda sobre la auténtica capacidad militar norcoreana.

Los análisis sobre las soluciones diplomáticas más probables pasan por Pekín. La economía norcoreana es casi totalmente dependiente de China, el 83% de sus exportaciones y el 85 % de sus importaciones. Es decir, sin el apoyo chino Corea del Norte se arruinaría. China, por esa razón y por ser la potencia mayor en la región Asia-Pacifico, es el actor de mayor relevancia para encontrar un arreglo pacífico en este conflicto. El líder chino Xi Jimping parece más dispuesto a promover acuerdos sensatos a través de una diplomacia responsable. Bien es sabido que a China no le interesa la unificación de las dos coreas, porque eso significaría entregar a los Estados Unidos una gran ventaja en la región (es de suponer que esa posible unificación sería en favor del régimen surcoreano, pro norteamericano). Pero a los mandatarios chinos no les interesa una escalada de “bravatas” de los líderes norcoreano y norteamericano. Sencillamente China no quiere guerras imprevisibles, prefiere continuar con su política de soft power, que tan buenos resultados le está dando, y que le permite seguir aumentando su capacidad militar por si fuera el caso de sentirse amenazada en sus grandes intereses dentro de su área de influencia en la región Asia-Pacífico.

Otro gran actor es la propia Corea del Sur, que sería la más perjudicada en caso de un conflicto armado con sus vecinos. Conviene recordar que la capital del Norte, Pionyang, está tan sólo a 195 kilómetros de la del sur, Seúl; y que ésta sólo se encuentra a unos pocos kilómetros del paralelo 38, frontera de los dos países. El recién elegido presidente surcoreano, Moon Jae-in es un hombre que aboga por las relaciones pacíficas entre ambos países y ha solicitado al presidente norteamericano que disminuya la intensidad de sus declaraciones a favor de soluciones negociadas. Además los coreanos del sur no verían con buenos un ataque norteamericano que pudiera involucrarlos en una peligrosa guerra contra sus hermanos del norte (conviene recordar que en este país dividido existen fuertes lazos familiares separados por una frontera artificial).

Japón, el otro gran protagonista regional, también se vería involucrado en una batalla en la que tiene poco que ganar. Un conflicto que perjudicaría a su economía, no digamos si se produjera algún ataque nuclear, en cuyo caso la repercusión directa sobre su población sería catastrófica.

Tampoco le interesa la confrontación a los emergentes de la región Japón e India, ni a ninguno de los países del sureste asiático. Australia siempre ha seguido la política norteamericana pero, en este caso, no sería tampoco conveniente para sus intereses apoyar una guerra en la región. Europa se mantiene al margen, aunque la canciller Angela Merkel ya ha manifestado su contrariedad y aboga por las soluciones diplomáticas. La OTAN se vería comprometida si los Estados Unidos son atacados, por lo que sus miembros deberán ser muy prudentes para que la escalada no llegue a conflicto armado.

Sí es muy probable que la crisis sea de larga duración, sin soluciones definitivas, a la espera que el régimen de Pionyang se debilite y se transforme o desaparezca; las decisiones de China serán fundamentales para que suceda alguna de estas posibilidades.

A nadie le conviene una guerra, y menos una guerra nuclear; no obstante, como se ha dicho al principio, la personalidad de los líderes contendientes es imprevisible. Por tanto, habrá que confiar en la diplomacia y las sanciones para aplacar la agresividad de Kin Jong-Um, y en los poderes de la democracia norteamericana para contener los impulsos de su Presidente.

29 de septiembre de 2017














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