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13th of February 2019

Brasil con un nuevo ejecutivo y una nueva realidad gubernamental

Fernando Martín Cubel
Máster en Relaciones Internacionales
Miembro del SEIPAZ

Empieza a ser normal y habitual, que en los últimos procesos electorales que han tenido lugar como es el caso de México, Francia o el que nos ocupa, Brasil, se hayan producido auténticos terremotos políticos en sus resultados. En el ámbito de Latinoamérica, como ya bien he señalado sucede en dos de los países más importantes del continente americano México y Brasil, en realidad 2019 se inicia con cambios sustanciales en los liderazgos políticos y ejecutivos que hasta el momento se venían produciendo y abren la puerta a nuevas realidades de gobernanza que en muchos casos provocan interrogantes muy interesantes para el futuro de ambas naciones. 

En el ejemplo brasileño, esta nueva realidad se centra en la emergencia de la figura política ganadora de las últimas elecciones del país como es el nuevo Presidente Jair Bolsonaro, quien gana las elecciones con el apoyo del 55% de los votos, como representante del Partido Social Liberal. Evidentemente, poniendo fin a una larga etapa de gobiernos brasileños bajo el peso y la influencia del Partido de los Trabajadores y de figuras como Lula da Silva.  La nueva acción del nuevo Presidente ya ha comenzado a materializarse en cuestiones varias como es: la exclusión de las personas del grupo LGTBI del ámbito de los derechos humanos, la decisión de sacar a la Fundación Nacional del Indígena del Ministerio de Justicia con el problema que ello puede generar en la defensa de los derechos y territorios de los pueblos indígenas brasileños, también su agenda por cambiar el papel de Brasil en la puesta en marcha de política de protección medioambiental derivadas de los acuerdos sobre Cambio Climático adoptados en París, o la fijación de un salario mínimo profesional muy por debajo del fijado por el Congreso de Brasil, y todo ello sin olvidar su posición sobre la tenencia de armas y su uso dentro de la sociedad que puede generar unos mayores ratios de homicidios.

La radiografía de la realidad a la que se enfrenta el nuevo poder gubernamental es muy seria, Anna Ayuso y Julimar da Silva Bichara[1] señalan: “Las previsiones de crecimiento para 2018 y 2019 del Banco Central de Brasil son del 1,4% y del 2,4%, respectivamente, demasiado débil para reactivar el empleo de forma suficiente. La tasa de paro ascendió al 11,7% en el tercer trimestre de 2018, según el IBGE, y la previsión es de una ligera bajada al 11% al final de este mismo año, hasta llegar al 10% en 2019. El nivel de desempleo actual en Brasil es el más elevado desde los años 1980,…” A partir de esta realidad la puesta en marcha de acciones económicas y financieras serán una de las prioridades del nuevo gobierno, en una mezcla complicada por la aplicación de políticas liberales y otras que sigan la tradicional actuación militar brasileña de presencia estatal en el desarrollo del país, no olvidemos que el actual presidente proviene del estamento militar y la concepción del desarrollo económica choca con mucho respecto a posiciones de desregulación y mayores niveles de liberación de sectores del país. Sin olvidar, que encima de la mesa está la futura reforma del modelo de la Seguridad Social del país, una cuestión que evidentemente es esencial para el futuro del país. En su primera visita a un foro económico tan visible para todos como es Davos, el propio líder brasileño se marcaba como objetivo ubicar a Brasil entre los 50 mejores países para hacer negocios, cuando actualmente el Banco Mundial lo sitúa en el puesto 109; en su discurso realizó una defensa activa de la seguridad jurídica para generar confianza en la realización de los negocios y la estabilidad financiera y su compromiso a llevar a cabo una reducción de la presencia estatal en la economía, abordando una profunda reforma tributaria. Por tanto, ahora toca esperar en cómo se concretan las futuras actuaciones económicas y financieras que puedan llevar a cabo por parte del nuevo poder ejecutivo.

Sin ir más lejos, otra cuestión de gran interés para el futuro del país es la relativa a la seguridad ciudadana, Brasil se sitúa en los peldaños más altos de inseguridad y violencia mundial, los datos de 2017 son trágicos para esta gran nación donde se produjeron 63.880 homicidios, un promedio de 175 al día, 7,2 por hora, aunque bien es verdad que dependiendo de las regiones En Sao Paulo, el estado más rico y poblado de Brasil, es de 10,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, mientras que Rio Grande do Norte, uno de los más pobres, tiene el peor indicador y alcanza hasta los 68 homicidios por cada 100.000 habitantes[2]. Estas cifras son el reflejo de una realidad poco halagüeña: acción del crimen organizado, intensificación de las disputas entre bandas rivales, la labor a veces demasiado oscura de las fuerzas de seguridad ciudadanas del país. Con un evidente impacto en las población joven pobre, de origen africano, que vive en las favelas que se han convertido en un espacio de violencia insostenible para las personas que residen en las mismas. ¿Puede ser el acceso a las armas ligeras para la población, la solución al problema?, ¿las políticas de mano dura tienen o pueden suponer un resultado positivo para generar nuevos espacios de convivencia?, ¿el nuevo ejecutivo está atento a las causas reales de esta violencia permanente o más bien pretenderá cubrir el expediente? 

Con total seguridad Brasil va a centrar sus preocupaciones más en restituir la situación doméstica como objetivo primero, es donde el nuevo ejecutivo se juega su futuro, la emergencia de este nuevo liderazgo no tiene que desviarnos de una realidad muy fragmentada en el poder parlamentario que va a hacer muy difícil la gobernanza del país , donde su Cámara de los Diputados cuenta con 513 diputados, y en el que el partido del actual presidente del gobierno representa 52 escaños, como puede observarse la capacidad de maniobra y holgura que el nuevo gobierno cuenta es muy escasa, consecuentemente ¿cómo va a compaginarse una imagen de transformación política casi arrebatadora en el momento que deba el ejecutivo buscar los apoyo parlamentario?, con total seguridad cierto objetivos políticos deberán permanecer guardados para mejor ocasión, por poner el caso de su leiv motiv en la campaña electoral por el actual presidente brasileño como ha sido su objetivo por combatir contra la corrupción. El futuro resulta incierto a un nación cuya apuesta ha supuesto un auténtico vuelco político, que los resultado electoral han demostrado una evidente polarización política y donde el futuro va a conllevar acuerdos que seguramente el señor Jair Bolsonaro no tenía previsto, si quiere que esta nación recupere su papel y sea una de las naciones mejor consideradas dentro del continente americano, siendo un claro objetivo  la recuperación el papel perdido en estos últimos años de recesión económica y galopante corrupción política e institucional.  

[1] Anna Ayuso y Julimar da Silva Bichar. El Brasil de Bolsonaro: incógnitas y certezas.
https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/notes_internacionals/n1_209/el_brasil_de_bolsonaro_incognitas_y_certezas

[2] Op. cit.

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