Peace, Security and Defence Chair

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26th of November 2013

Arabia Saudí ¿Hacia un cambio de modelo?

Javier Jiménez Olmos
Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED
Coronel del Ejército del Aire en la Reserva
Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza”

Introducción

En los años ochenta Arabia Saudí ha sido uno de los más fieles aliados de los Estados Unidos en Oriente Medio. La protección norteamericana les garantizaba seguridad contra la amenaza del, por entonces, pro-socialista iraquí Sadam Husein y del persa chií, el ayatolá Jomeini, que había conseguido instaurar la República Islámica en Irán en 1979. Pero fue mucho antes cuando comenzó esta colaboración saudí-norteamericana. En 1945 Ibn Saud, monarca fundador de la dinastía que lleva su nombre, selló en 1945 con el presidente norteamericano Franklin Roosevelt un acuerdo sobre cooperación económica y defensa.

Arabia Saudí se comprometía a respetar los intereses petrolíferos de las empresas estadounidenses que operaban en territorio saudí a cambio de ayuda financiera al monarca. Poco importó a la hora de llegar a acuerdos que la monarquía saudí gobernara ajena al respeto de las libertades democráticas, tal y como se entienden en Occidente, y que vulneran los derechos humanos de sus habitantes, muy especialmente el de las mujeres. Estados Unidos obtenía con estos acuerdos petróleo a bajo precio, y Arabia Saudí conseguía protección militar.

Para los Administración norteamericana, Arabia Saudí, ha sido un aliado incómodo para presentarlo ante la opinión pública nacional e internacional por su poca inclinación a instaurar un sistema democrático y por su apoyo a movimientos islamistas radicales en todo el mundo. Aunque también los presidentes norteamericanos apoyaron a esos grupos islamistas cuando operaban contra las repúblicas árabes de corte socialista o cuando las tropas rusas invadieron Afganistán. Algunos de estos movimientos han finalizado volviéndose en contra de sus antiguos apoyos, es el caso paradigmático de Al Qaeda.

Pero ahora, en otoño de 2013, los dirigentes saudíes no parecen estar muy contentos con el actual inquilino de la Casa Blanca. Acusan a Obama de no atacar militarmente al régimen del sirio Al Asad, de no haber apoyado al egipcio Hosni Mubarak, de consentir la impunidad israelí en todo cuanto concierne al trato de la causa palestina y finalmente de intentar llegar a acuerdos con Irán en materia de desarrollo nuclear. Todo ello ha llevado a que el 18 de octubre de 2013 Arabia Saudí renunciara a su puesto como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el pretexto de la inutilidad de dicho Consejo para resolver la guerra de Siria y el problema palestino.

Rivalidad árabe-persa

Una de las primeras acciones que las monarquías del golfo iniciaron contra el régimen chií de Irán fue la creación del Consejo de Cooperación del Golfo, (compuesto por Arabia Saudí, Bahréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Omán), con la finalidad de atajar la influencia que pudieran obtener los iraníes tras la revolución jomeinista, y para proteger sus intereses petrolíferos contra la competencia iraní.

En la actualidad, existen dos formas mayoritarias de entender el islam. La suní, que siguen entre el ochenta y noventa por ciento de los musulmanes, y la chií. Ambas surgen de la lucha por la sucesión del profeta Mahoma en el año 632. La primera está compuesta por los partidarios de un sucesor proveniente de la tribu árabe de la que era originario el profeta. Los segunda, la de los partidarios de Ali, primo y yerno del profeta (estaba casado con Fátima, única hija de Mahoma). Los chiíes se establecieron principalmente en Irán e Iraq, países en los que son la corriente mayoritaria en la actualidad.

Cuando el imperio otomano, que dominaba la península arábiga, comienza su decadencia, la facción suní se impulsa por la ideología de Ibn Abdul al Wahhab (1703-1787): el wahabismo, doctrina purista, intolerante, discriminadora de la mujer y partidaria de la implantación de la sharia. Los saudíes se consideran los depositarios del islam original y ven a los chiíes como sus principales enemigos. Por otra parte, los chiíes iraníes se consideran una cultura superior a la árabe.

La revolución del ayatolá Jomeini agudizó las diferencias a partir de 1979, fue entonces cuando los chiíes que habitaban en territorio árabe (Irak, Bahréin, Pakistán, Líbano y la misma Arabia Saudí) comenzaron a protestar contra la discriminación que sufrían por parte de los suníes. Pero no todo es confrontación religiosa, aunque posiblemente contribuya a potenciar  los conflictos actuales, hay otras razones para el enfrentamiento como son la competencia por lograr una mayor influencia dentro del mundo musulmán y la explotación y comercialización de las reservas de petróleo y gas tan abundante en esa región del planeta.

El petróleo

Mientras el Sha Reza Pahlevi se mantuvo en el poder en Irán, los Estados Unidos pudieron controlar la explotación y flujo de los hidrocarburos en Oriente Medio. Pero la revolución de Jomeini lo cambió todo: los norteamericanos perdieron un fiel aliado, lo que provocó una mayor cooperación con los saudíes, que les convirtió en el principal socio de los EE UU en el mundo musulmán.

Arabia Saudí tiene las segundas mayores reservas probadas de petróleo en el mundo (265,9 miles de millones de barriles, el 15,9% del total mundial, según el informe de BP Statistical Review of World Energy de junio de 2013) solo superada por Venezuela, y también dispone de importantes reservas probadas de gas natural (8,2 trillones de metros cúbicos, el 4,4% del total mundial, según el mencionado informe). Lo que sin duda le confiere un enorme poder económico y disuasorio, como ya se pudo demostrar mediante el embargo de la venta de su petróleo en 1973, durante la guerra árabe-israelí, que provoco una desestabilizadora subida de precios que causó una crisis económica mundial.

La primavera árabe

Las revueltas ocasionadas en la mayoría de los países árabes no fueron bien recibidas por la monarquía saudí, que junto con los Estados Unidos y otras potencias occidentales convivían muy cómodamente con los dictadores que regían algunos de esos países, una vez que habían abandonado la esfera de la desaparecida Unión Soviética.

La primavera árabe abrió nuevos frentes a los dirigentes saudíes. Las protestas en Bahréin fueron aplacadas por la fuerza de los tanques saudíes que intervinieron en el vecino país bajo los auspicios del Consejo de Cooperación del Golfo que controlan las monarquías suníes de la península arábiga. En Bahréin el 70% de la población es chií, por tanto, era demasiado riesgo dejar que las revueltas avanzaran. El gobierno saudí culpó a Irán de contribuir a las protestas, que también se extendieron a los chiíes que habitan la parte oriental de Arabia Saudí, rica en yacimientos petrolíferos.

Mientras, eliminaban las protestas donde les afectaban directamente y se ponían de parte de los dictadores que contenían a radicales islamistas y los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, en Siria se pusieron claramente a favor de la rebelión contra el régimen de Al Asad, el mayor aliado del Irán chií dentro del mundo árabe. Una incoherencia religiosa que ya se manifestó cuando apoyaron en los ochenta, al entonces pro-socialista laico Sadam Husein, en su guerra contra Irán.

Los derechos humanos

Los informes sobre los derechos humanos en Arabia Saudí ofrecen datos alarmantes. Según el Informe 2013 de Amnistía internacional sobre los derechos humanos en el mundo en el año anterior: “las autoridades restringían con severidad la libertad de expresión, asociación y reunión y reprimían la disidencia. Se recluía sin juicio o se condenaba en juicios manifiestamente injustos a quienes criticaban al gobierno o llevaban a cabo labores de activismo político. Las mujeres estaban discriminadas en la ley y en la práctica, y carecían de protección adecuada contra la violencia intrafamiliar y otras formas de violencia. Los trabajadores y trabajadoras migrantes sufrían explotación y abusos. Se impusieron y aplicaron condenas de flagelación. Al terminar el año (se refiere al 2012) había cientos de personas condenadas a muerte. Se llevaron al menos 79 ejecuciones”.

Con relación a la igualdad de género, Human Rights Watch, en su informe mundial de 2013, afirma que los progresos para equiparar los derechos de hombres y mujeres son extraordinariamente difíciles. Aunque dicho informe reconoce que por primera vez Arabia Saudí  podría permitir que las mujeres pudieran obtener el permiso para poder ejercer la abogacía ante los tribunales de justicia y conseguir el derecho a trabajar en algunas nuevas industrias. Sin embargo, este informe insiste en la segregación de género en restaurantes, en edificios públicos, en oficinas, en las instituciones del sistema de enseñanza e, incluso, para conducir.

Ademas, el informe de Human Rights Watch insiste en la vulneración de derechos de los trabajadores inmigrantes, de la violación sistemática del derecho de defensa en los tribunales de justicia, la aplicación de torturas a los detenidos, la vulneración del derecho a la libertad de expresión, el escaso respeto a otras creencias religiososas distintas de la oficial, la negación del derecho de reunión, y la prohibición de asociaciones políticas o en defensa de los derechos humanos.

Pero a pesar de todo, dice Human Rights Watch, Arabia Saudi es un aliado clave para los Estados Unidos y los países de la Unión Europea. No obstante, EE UU nunca hace declaraciones públicas críticas sobre la violación de los derechos humanos en Arabia Saudí.

Compra de armas

A pesar de todas las violaciones denunciadas por las organizaciones en defensa de los derechos humanos, EE UU y otras potencias occidentales venden ingentes cantidades de armas a Arabia Saudí.

Arabia Saudí es el séptimo país del mundo que más presupuesto militar tiene, 56,7 mil millones de dólares en 2012, por detrás de Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Japón y Francia. Y se arma, no para defenderse de las potencias occidentales, sino de sus propios vecinos, principalmente de Irán.

Según el SIPRI, si comparamos los presupuestos militares de los países de Oriente Medio, el de Arabia Saudí está muy por encima de todos los demás, incluidos los de Emiratos Árabes Unidos, con 14,1 mil millones de dólares para el 2012, y el de Israel con 14,6. Irán, su principal amenaza, gastó en 2009 (últimos datos disponibles en el SIPRI) 9,8 mil millones de dólares. Los gastos militares de Arabia Saudí en el 2012 supusieron el 8,9% de su PIB, superior al 5,4% de los Emiratos Árabes Unidos y el 6,2% de Israel, y muy por encima del 4,4% de EE UU.

En el ranking mundial de importación de armamento pesado Arabia Saudí se encuentra en el décimo lugar mundial, le preceden por este orden: India, China, Pakistán, Corea del Sur, Singapur, Argelia, Australia, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos. Siempre según el SIPRI, Arabia Saudí importa casi la totalidad de ese armamento a EE UU, el 77%, y otro 22% al Reino Unido.

Conclusiones

La primera conclusión sobre Arabia Saudí es una obviedad, pero no por ello hay que omitirla: a la hora de establecer relaciones internacionales los intereses priman por encima de las creencias, las ideologías y el respeto a los derechos humanos.

Arabia Saudí es la mayor potencia económica del mundo árabe, pero con unos fuertes desequilibrios sociales que se hacen más grandes entre la población chií de las regiones del este del país. El chiísmo es el enemigo principal de la monarquía saudí, que teme la creciente influencia de Irán.

En estos momentos el régimen saudí afronta un deterioro con Occidente en general y muy en particular con los Estados Unidos, su principal aliado militar; ha fracasado en su apoyo a los dictadores derrocados en la primavera árabe y también ha fracasado en Siria donde ha apoyado a los rebeldes contra Al Asad.

Internamente comienzan a aparecer signos de protesta, como el de los mencionados chiíes del este, algunos grupos opositores y mujeres comienzan a organizase contra un régimen que les oprime. El wahabismo integrista comienza a ser discutido internamente, externamente es condenado por la opinión pública occidental que le reprocha ser una dictadura religiosa.

Si la economía del petróleo hiciera descender sus ingresos- existe una previsión que en 2030 pasará de ser país exportador a país importador de energía- y las clases medias comenzaran a perder las subvenciones y privilegios que actualmente les permite su economía, podrían organizarse contra el régimen vigente.

La monarquía saudí podría estar en dificultades si no opta por un cambio en su modelo interno: transformación hacia una monarquía constitucional, diversificación de su modelo económico, ahora basado exclusivamente en el petróleo, abandono del radicalismo wahabita integrista, lo que implicaría respeto a los derechos humanos, a la igualdad de género y a las libertades individuales. Ese cambio interno iría acompañado con un modelo de relaciones internacionales que le permita dedicarse más al bienestar de sus ciudadanos que al de armarse para disuadir a los que percibe como enemigos.

Zaragoza 26 de noviembre de 2013



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