Peace, Security and Defence Chair

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10th of April 2019

70 aniversario de la OTAN

Javier Jiménez Olmos
Doctor en Paz y Seguridad Internacional

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó mediante el Tratado de Washington, firmado el 14 de abril de 1949. Su objetivo era combatir la amenaza militar que suponía las pretensiones soviéticas de expandir el comunismo en Europa Occidental. El artículo 5 del tratado se hace alusión a la defensa colectiva. En el artículo 6 describe que la zona geográfica de actuación comprende el Atlántico Norte, que no es otra que la parte occidental de Europa y Norteamérica. El preámbulo del Tratado enumera los valores que se consideraban antagonistas del sistema soviético del que la Organización Atlántica pretendía defenderse, a saber: democracia, libertad individual y Estado de derecho.

  Los 12 primeros firmantes del Tratado fueron: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos y Portugal. Grecia y Turquía se incorporaron en 1952, y Alemania Federal (Occidental) en 1955. España lo hizo en 1982 por decisión del Gobierno, aunque un referéndum de celebrado en 1986, validó la decisión gubernamental.

  La Alianza Atlántica se organizó al amparo y tutela de los Estados Unidos que desde el principio impone sus reglas y sus formas de actuación, porque su inmenso poderío económico y militar no admitía discusión en el bloque occidental. La Alianza se concibió como una organización militar para responder a una amenaza similar procedente del bloque comunista, aunque es de resaltar que este bloque no se organizó militarmente como alianza hasta el 14 de mayo de 1955, cuando la Unión Soviética firmó con otros siete países de su órbita el Pacto de Varsovia, en el que la URSS ejercía mando y control de modo similar al de los norteamericanos en la OTAN.

  El concepto estratégico de la OTAN de 1950 destacaba “la represalia masiva” como método de respuesta a cualquier ataque soviético. Lo que significaba que el empleo de todo los medios militares, armas nucleares incluidas, para contrarrestar al enemigo. Eran los tiempos más duros de la guerra fría en el que ambos bandos estaban dispuestos a destruirse mutuamente antes de que venciera el otro.

  En 1967 se suavizó el concepto pasando a denominarse de “respuesta flexible”. Hacía pocos años -durante la crisis de los misiles de Cuba en 1962- que se había estado al borde de la guerra nuclear. El pánico a una hecatombe mundial dio paso a una etapa de distensión que también se tradujo en una reducción del lenguaje militarista agresivo. La respuesta flexible consistía en responder con arreglo a la magnitud del ataque en aquellos lugares donde hubiera tenido lugar.

  Cuando desaparece la Unión soviética en 1991, la OTAN se queda sin antirreferencia y comienza una etapa a la búsqueda de sentido a una organización desfasada por los acontecimientos. A partir de ese año, los conceptos estratégicos, que hasta entonces eran máximo secreto, comienzan a hacerse públicos. Se trataba de transmitir a las opiniones públicas que la OTAN era una organización defensora de la paz y de los derechos humanos en el mundo, y que a esos menesteres se dedicaría en el futuro.

  Así en los conceptos estratégicos de 1991 y 1999 la OTAN hacía referencia a las funciones de seguridad internacional, la gestión de crisis, la prevención de conflictos, el mantenimiento de la paz, el diálogo y la ampliación a algunos de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia ya desaparecido. La OTAN comienza una transformación de su estructura para acomodarse a otro tipo de misiones diferentes de aquellas relacionadas con el enfrentamiento directo de poderosos ejércitos convencionales y de los ataques nucleares.

  A pesar de toda la estructura, los desafíos y las amenazas la OTAN, no participó en operación militar real alguna hasta 1994. Entonces no lo hizo contra el desaparecido enemigo soviético sino contra posiciones serbias en Bosnia durante el cerco de Sarajevo, en la guerra de los Balcanes. Y volvió a actuar en apoyo de los croatas, en mayo de 1995 durante la toma de Krajina, así como en la primavera de 1999 durante la guerra de Kosovo para bombardear posiciones serbias. En todos estos casos no hubo resolución del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas para efectuar dichos ataques.

  Sí hubo resoluciones del Consejo de Seguridad para operar en Afganistán en 2001, contra Al Qaeda y los Talibán, y Libia en 2010 para proteger a la población civil de la represión del régimen de Gadafi. A pesar de las resoluciones favorables, en ambos casos, se ha discutido la actuación de la OTAN por considerar que ha sobrepasado lo aprobado en el Consejo de Seguridad.

  LA AMPLIACIÓN DE LA OTAN

  A pesar de la caída comunista, los gobernantes norteamericanos y algunos europeos se han mostrado recelosos de que Rusia volviera a emerger como potencia universal. Por ello, se defendió la idea de la ampliación de la OTAN. A los países aspirantes al ingreso se les exigía gobiernos con regímenes democráticos y que sus fuerzas armadas pasaran a estar bajo mandato OTAN.

  En 1999 ingresaron Polonia, Hungría y la República Checa. En 2004 lo hicieron Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia. Y en 2009, Croacia y Albania. Rusia consideró que esa expansión era una provocación dado que el antagonista Pacto de Varsovia se había disuelto en 1991. La ampliación era percibida por Rusia como trato a un potencial enemigo.

  Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente George Bush trató de ampliar más aún las fronteras de la Alianza, para ello promovió el ingreso de Georgia y Ucrania. La propuesta fue bloqueada por parte de los europeos que, no obstante, no cerraron la puerta definitivamente a estos dos países. La crisis de Ucrania, ha proporcionado argumentos a los defensores de una nueva ampliación. La OTAN está dividida sobre cómo actuar en Ucrania. Sin embargo, existen dudas sobre si estas integraciones producirían mayor seguridad a los aliados o por el contrario producen mayor inestabilidad y riesgos para la paz europea y mundial.

  LA OTAN DESPUÉS DEL 11 S

  Los atentados del 11 de septiembre 2001 marcaron un nuevo rumbo para la OTAN. Al acabar la Guerra Fría, a la búsqueda de ese enemigo que justificara tanto poder militar, la Organización comenzó a mirar hacia el Sur del Mediterráneo. La Alianza invocó el artículo V para invadir Afganistán. Los atentados fueron considerados casus belli y la OTAN optó por la estrategia de su líder norteamericano: “la guerra al terror”. 

  Ya en noviembre de 2002, durante la Cumbre de Praga, en un documento denominado “Compromiso de Capacidades de Praga”, la OTAN reconoció su falta de adaptación militar a los nuevos tiempos e instó a los aliados a tomar medidas para resolver esta deficiencia. Sin embargo, las opiniones públicas occidentales no estaban por incrementar los gastos imitares, por lo que se bloquearon algunas de las medidas para resolver las deficiencias observadas.

  Durante el 2003, con motivo de los preparativos y posterior invasión de Iraq, afloraron nuevas desavenencias entre los miembros de la Alianza. Turquía negó el uso de su territorio y espacio aéreo a las fuerzas norteamericanas invasoras de Iraq. España apoyó la invasión, aunque posteriormente, con el cambio de gobierno en marzo de 2004, y retiró las tropas que había enviado en apoyo de las fuerzas ocupantes. No obstante, la OTAN como tal no intervino en la invasión que fue llevada a cabo por las fuerzas armadas estadounidenses con el apoyo de sus incondicionales aliados británicos. Mientras tanto en Afganistán convivían dos operaciones aparentemente diferentes pero ambas comandadas por los norteamericanos. La suya propia Enduring Freedom y la ISAF de la OTAN.

  Desde la desaparición de la Unión Soviética, la OTAN lleva más de veinte años tratando de encontrar una razón de ser, su estructura y sus objetivos han ido careciendo del sentido que causó su creación. La OTAN ha pasado de una organización de defensiva a una organización de seguridad. El concepto estratégico de 1991 introdujo nuevas misiones como la gestión de crisis y la prevención de conflictos. El de 1999 amplió el área de actuación al considerar que cualquier amenaza proveniente de espacios geográficos, fuera de los contemplados en la zona euroatlántica, puede ser considerada también motivo de intervención de la Alianza.

  No obstante, las fuerzas armadas norteamericanas no necesitan el apoyo militar del resto de los aliados, sí que necesitan el apoyo político para legitimar sus acciones, sobre todo cuando no gozan del respaldo del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas. Sus fuerzas armadas actúan bajo bandera de la OTAN cuando políticamente les conviene, aunque la mayoría de las veces al margen de su cadena de mando. Cadena que, por otra parte, está en manos de altos mandos norteamericanos en su estructura y sobre todo a la hora de intervenciones operativas. Hasta tal punto de que en algunas operaciones militares prefieren actuar en solitario.

  La OTAN cumplió su misión de frenar la expansión comunista, e incluso dentro de algunos países de su entorno. Se debe recordar la fuerte implantación de partidos comunistas en Italia, Francia y Grecia durante la primera parte de la Guerra Fría. También ha sido capaz de evitar confrontaciones graves entre algunos de sus miembros como Grecia y Turquía que han tenido serios incidentes; es más que probable que de no haber Estado integrados en esta organización hubieran adquirido proporciones poco deseables para la paz en Europa.

  No se puede evitar cierta ironía al decir que el mayor logro de la OTAN ha sido conseguir que enemigos tradicionales europeos durante siglos, que han tenido guerras entre ellos con millones de muertos, como Francia, Alemania y Reino Unido, hayan podido convivir unidos y en paz durante más de medio siglo, algo sin precedente en la historia de la civilizada Europa.

  LA OTAN EN LA ERA DE TRUMP

  No parece que el presidente norteamericano Trump sea un ferviente defensor de la OTAN. No ha dejado de manifestar que los europeos no contribuyen con sus presupuestos militares lo suficiente para mantener toda la maquinaria de guerra que la organización necesita. A los europeos se les plantea el dilema de continuar bajo el paraguas protector norteamericano o de diseñar su sistema de seguridad y defensa propios.

  Depender de Estados Unidos, tiene el riesgo de estar al arbitrio de sus gobiernos y de sus particulares intereses, aunque tenga la ventaja de reducir gastos en defensa. Pero para crear un sistema de seguridad y defensa europeo habría que salvar grandes dificultades como son las diferencias estratégicas de sus miembros, y el incremento de los gastos militares, que no siempre gozarían de una opinión pública favorable.

  La escalada de tensión entre Rusia y Estados Unidos, y por consiguiente OTAN, se pone de manifiesto en la retirada por parte de los norteamericanos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), y su inmediata reacción en el mismo sentido de los rusos. Es una vuelta a la guerra fría y puede significar de nuevo el peligro sobre Europa de las armas nucleares. Una tensión puesta de manifiesto por el tamaño de las maniobras militares -sin precedente desde tiempos de la guerra fría-, que ambas partes se realizaron el pasado otoño.

  La tensión se incrementa con los conflictos en curso en Oriente Medio y la crisis de Venezuela, y los conflictos de Ucrania y Georgia. En todos ellos, Estados Unidos/OTAN y Rusia también se enfrentan de manera indirecta. Todo ello sin olvidar el gigante chino que sigue su carrera armamentística, constituyendo un  desafío global de enorme importancia. 

  Un debate abierto sobre la seguridad, que Europa tiene que resolver lo más pronto posible, con tres posibles opciones:
  • Continuar al amparo de una OTAN capitaneada por los Estados Unidos.
  • Crear su sistema de seguridad y defensa independiente.
  • Compatibilizar la OTAN con un sistema europeo de seguridad.      

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